Las cosas con Hassan ya no son las mismas. Nos conocimos el 31 de diciembre del 2012 en
la piscina del Condominio Catedral 3033.
Antes ya lo había visto unas tres veces y me había llamado la atención,
lo encontré atractivo. Esa tarde en la
piscina llegó a mi lado con tres amigos árabes hablando en su idioma muy fuerte
los cuatro, yo leía el “Escucha winka”; entonces Hassan me habló en castellano
y me dijo “no te dejamos concentrar”, “me concentro igual, con un poco más de
esfuerzo” y seguí leyendo, pero estaban ahí con su presencia masculina árabe,
entonces le pregunté si el idioma que hablaban era árabe. Y ahí empezó la conversación, entre las cosas
que recuerdo me dijo que su pueblo, o su cultura tenía más de 26 mil años de
existencia, a lo que le dije que aquí, en estas tierras la presencia de gente
databa de los 30 mil años, justo había leído sobre el sitio en Monteverde en el
mismo libro que tenía en mis manos y del cual ya sabía por mis estudios en la
Universidad Austral de Chile.
Conversamos, y nos mirábamos fijamente a los ojos. Me contó que estaba leyendo un libro y que en
poco tiempo más ya podría leer perfectamente, era un libro de Paulo Cohelo, le
dijo a su compañero de departamento que fuera a buscar el libro, era Madhi, que
después conocí. El libro se lo había
regalado Dani la polola de Madhi, me mostró tres párrafos, y me indicó con sus
dedos, que en ese momento vi pequeñitos, delgaditos, los dos párrafos que a él
le gustaron, eran los dos de los extremos menos el del centro. Los leí y sonaron interesantes, era sobre el
pasado, y dejar atrás, por supuesto en un nivel de complejidad mayor al
mencionado aquí. Los amigos guardaban
silencio, escuchaban toda la conversación observando también la interacción,
ahí conocí a un iraquí, que ahora sé que se llama Heider.
Antes, en el comienzo de la conversación, Hassan, se presentó, y
presentó a sus amigos, eran tres libaneses, junto con él, el otro, aparte de
Madhi, ahora también ya sé que era Ali Salman. Hassan se veía de una
personalidad increíble, así lo puedo describir ahora, muy líder en sus cosas,
muy viril también, muy atractivo, vuelvo a repetir, sus ojos, su mirada, fueron
para mí como mirar, o entrar en contacto con otro mundo, uno completamente
desconocido para mí, exótico, hipnotizante, extasiante, realmente fue una
comunicación power, ¿mística?, no sé, no encuentro la palabra para describir la
escena externa e interna que me embarcó, ese día, en ese lugar, en el césped
sentada sobre mi manta tejida por hombres y mujeres aymaras, que compré a
Vicenta Mamani, teóloga aymara. En un
momento Hassan se pasó a esta mi mantita, lo vi acholloncado, feliz, pero con
una felicidad extraña para mí porque su cara sonreía como de otro lugar, sus
ojos tomaron otra forma, se pusieron como tajitos, iluminados, su boca, su
nariz y todo él se parecían a un personaje salido de una película entre
futurista y extraterrestre. Me dio mucho
gusto verlo, lo vi, creo sin que me viera, interpreté que le gusté, o le gustó
estar conmigo, o lo que pasó en toda esa comunicación. Después ya de tanta interacción, me dije,
listo, me voy, y me despedí de ellos, había estado muy intensa la interacción para
mí, por sostenerme a mí misma entre aquellos hombres árabes desconocidos, creo
que nunca había estado en esa situación comunicativa.
No si fue realmente extraordinario la primera vez que hablamos con
Hassan, me quedé muy especial, en un estado de enamoramiento
intercultural. Cuando me paré, le dije,
bueno otro día seguimos conversando, y me dijo aquí, con su mano me mostró el
pasto a su lado, entonces yo no supe como interpretar ese gesto, o más bien,
como era alguien exótico, no quise interpretar el contenido literal en su
sentido literal que vendría siendo “aquí, a mi lado, bien cerquita de mí”. Me di la chance de intentar ver otra cosa en
ese gesto, me gustó debo reconocerlo, aunque se haya visto posesivo. Mientras avanzaba en mi caminito dejando mi
rincón, me fui despidiendo de cada uno de ellos y le dije fue un gusto. Andaba con mis blue jeans viejos pescadores,
mis hawaianas y mi polera blanca musculosa.
En orden, primero me despedí de Haider mientras acomodaba mis pantalones
en mis caderas en un movimiento de piernas como de paso de baile del que hacíamos
cuando bailábamos “Boys boys”, en las fiestas ochenteras, un movimiento de
tijeras. Al final de la hilera estaba
Ali, a quien lo vi en otra expresión, más amable que como lo estaba
experimentando durante la conversación, con un rostro serio y medio enojado, lo
miré a los ojos y nos sonreímos, entonces, me dije, chuta cuál de los dos me
gusta más, me dieron ganas de conocer a Ali también porque lo vi bastante guapo
también y más joven. A Hassan lo vi de
46 años, después supe que tenía 43. Salí
de ahí, pasé por conserjería con la mente fija en la puerta de la mampara de la
Torre B para no titubear en mis movimientos con mi cuerpo que estaba bastante
emocionado por este encuentro paradigmático.
Algo que debí haber hecho en el texto anterior fue haber dicho que
cuando conversaba con Hassan, la primera vez, le observé algo oscuro, negro, en
sus dientes del costado izquierdo. Pensé
que era como un adorno o tapadura.
Después supe que eran caries, y que le faltaban varias muelas.
Hace dos horas más o menos fue solsticio de invierno o Wetripantu. Desperté justo a las cinco, lo supe porque mi
alarma sonó justo después de ir al baño. No me duché justo a las cinco, lo hice
cerca de las seis, tampoco fue un gran rito, con toda la carga emocional que
quería ponerle. Pero bien, ya estamos en
Wetripantu, no se demoró nada en llegar.
Parece que Hassan tiene razón, el tiempo está pasando muy rápido. Pensaba hace poquito rato, y si está pasando
tan rápido cuál es el sentido de estar triste, y muy triste por este amor que
está medio moribundo, realmente me cuesta hacer el diagnóstico de nuestra
relación con Hassan, en realidad no me cuesta, sé lo que siento, lo que no sé
es cómo salir de este círculo vicioso del desamor que siento nos está
pasando. Siempre habíamos dormido
abrazados, ahora ya casi no nos tocamos cuando dormimos. No quiero tener que pagar por mis miedos del
comienzo, mi rebeldía y mi puesta en escena de mi ideología y posturas sobre
las distintas cosas de la vida, sobre todo en los temas del conservadurismo.
Bueno, ese día, el 31 de diciembre en la tarde me pasaron a buscar mi
mamá y la Fabi para ir a pasar el año
nuevo a la casa de la Carola. En el
camino me iba alucinada, principalmente pensando en Hassan, sin saber que era
Hassan, o, en realidad, dejándome sentir atraída y extasiada por aquella
conversación tan intensa y llena de lindas emociones. Les conté a mi mamá y a mi hermana que había
estado conversando con unos personajes árabes. Dejando la Alameda y entrando
por Providencia a Apoquindo, miraba el atardecer que se manifestaba ambientando
mi escena interior, alborotada por este encuentro tan particular, en el que me
sentía atraída por el interlocutor principal.
Después de la noche de año nuevo que pasé sin ducharme y con mi buzo rojo,
estuve atenta a posibles encuentros con él.
Tengo que decir que en los primeros días de enero sufrí una de mis
crisis que me recortan de la realidad, pero ahora también recuerdo las micro
crisis que me dieron a partir de las clases de Carlos Ossa y su particular modo
de ser y estar en clases, más su ideología del horror y el sinsentido, y la
violencia que vi en él a través de sus dichos y prácticas, una vaca
sagrada.
En medio de la crisis de principios de enero me junté con Alejandra una
amiga que hice en el curso de inglés del 2008 y que no nos veíamos de aquel año
recuerdo, y que volvimos a juntarnos después que nos encontramos en el
metro. Fuimos a mi departamento, algo le
conté de mí, de lo que me estaba pasando, de cómo me sentía, entre dispersa con
paranoia y recortada de este mundo, intenté hilvanar palabras e ideas para
explicar mi situación, pero más me movía el ánimo de estar acompañada con ella,
con una persona que conocía un poco más.
No sé que hice esa tarde, lo que sí sé es que a la salida del Condominio,
me encontré con Ali, me di cuenta al tiro que era él, lo vi muy guapo
nuevamente, andaba con un celular monitoreando algo y unas bermudas y polera
que le quedaban muy bien, lo vi, pero no nos saludamos, no quise detenerme en
él, obviamente por dignidad, fue como si saliera de una caja de sorpresas, ese
día toda yo estaba enrarecida con mi entorno.
Parece que me fui a San Bernardo y mi mamá me colocó un diazepan para
dormir, antes creo intenté hacer algo con mis textos que escribí en el magíster
y que se me iban en collera, las palabras, las ideas, todo era una ensalada,
hasta pensé y he pensado como me ha pasado con las cintas de las grabaciones en
caset que hay espíritus que juegan con mis escritos y grabaciones, que los
espíritus de los muertos como en el caso de don Pacian Castro y la señora
Teresa Garcés, que sentí que estaban dentro de mis cintas hablando e
interviniendo sus dichos. Bueno después
de esta crisis que me llevó a no realizar mi parte de un trabajo que estaba
haciendo con mi compañero Javier Silva Salas para el profesor Rafael del
Villar, encontré nuevamente el equilibrio en mi vida, y por supuesto recordaba
que había alguien que me había gustado, y algo más que gustado,
interesado. Así que me mantuve atenta a
alguna aparición de esta persona que iba a ser Hassan. Apareció.
Un día estaba en conserjería, creo que escribiendo sobre un evento que
había ocurrido en el departamento de arriba, sobre dos personas que hablaban de
una cuchilla, cuando a mis espaldas siento un acento que podía ser de él, en
realidad sabía que era él, me di vuelta un poquito para mirar, estaba hablando
con la señora Nolbia. Termino de
escribir, y lo sigo media corriendo hasta el ascensor, llego, él aún está en el
ascensor, alcanzo a subir, lo saludo, hablamos.
No recuerdo exactamente de qué hablamos, pero de que cruzamos palabras
y se me hizo muy corto el tiempo en el ascensor fue cierto, lo que recuerdo es
que me dijo que vivía en el número 1002 ó 1004 andaba con unas bermudas,
supongo que eran sus bermudas blancas con negro, se veía muy iluminado su
rostro, delgado, con la barba creciéndole, estaba muy lindo y atractivo. Me tuve que bajar del ascensor, me hice la
valiente, como si no me importara que el tiempo se había terminado para los dos.
En estos días de enero anduve bien prendida, alegre, con ganas de
vivenciar un romance, en realidad eso lo puedo decir ahora, lo de vivenciar un
romance, porque por esos días andaba media volcada al amor, con ganas de amor,
de amar y que me amen, y esta persona me producía la atracción suficiente para
tener un encuentro amoroso. Por supuesto
nunca se miden las consecuencias, solo quería amor en este entrecruzamiento de
mundos, uno exótico para mí.
Hasta que un día de estos por fin tuvimos otro encuentro más largo y a
solas. Estaba en el ciber, y de repente
veo a Hassan y a Madhi, creo que vi primero a Hassan. Creo que ahora me acuerdo, estaba sentada
mirando hacia la caja, y Hassan, este personaje que me resultaba muy magnético
pide un computador, y se sienta cerca de mí, pero de frente a la pared, no sé,
creo que ambos dos estábamos dispuesto el uno para el otro. No sé qué nos hablamos, pero creo que nos
saludamos, por algo habrá partido la interacción. Entre todo el alboroto de las feromonas
pienso ahora, y los sentimientos del corazón, Hassan me ofreció un helado de
maquina, un barquillo, era verano y de noche en el ciber del Cristian y su
esposa. Acepté el helado con mucho
gusto, fue el gesto más encantador que había recibido en mucho tiempo. En un momento sale Hassan para afuera, ahora
me acuerdo que parece que para fumarse un cigarro, y justo entra Madhi y le
pregunto qué cómo se llama su amigo, me dice Hassan, le pregunté de nuevo,
Hassan, y repito, Hassan.
Salí del computador media irracional para afuera a ver a Hassan sin proponérmelo
conscientemente, seguí mi pasión. Estaba
apoyado en la pared del ciber, fumándose un cigarro, vi sus ojos llenos de luz,
muy bello y su perfil puntudo mover de derecha a izquierda. Tampoco me acuerdo qué conversamos en esa
breve interacción, lo que sí pasó es que alguien de nosotros se invitó a
caminar, o a la plaza. Llegamos a la
plaza y nos sentamos a conversar al lado de un matorral, una planta o
arbusto. En el camino ya me había
contado que tenía hijos que había vivido en Paraguay. Conversamos lo suficiente para darnos por
presentados y ya casi conocidos. De
vuelta al condominio le conversé de mi onda espiritual, y de la revista del
Colectivo Con-spirando, y lo invité a mi departamento para mostrarle la revista.
Parece que no me entendió lo que le comentaba, me quedó la duda y ahora también
la tengo, si entendió o no me quiso entender, o hizo como que no me
entendió.
Entramos a mi departamento, seguimos conversando, y a la entrada,
mientras él o yo, no recuerdo, ponía una bolsa en la barra de la cocina, me
dice “mi amor”, así de repente en la conversación que estábamos teniendo. Lo miré con un poco de sorpresa, no le dije
nada, casi le digo, pero automáticamente mi piloto se frenó con el pensamiento,
“acepta, puede ser parte de su cultura”.
Así que no le dije nada. Recuerdo
que caminó un poco por el departamento, y también buscó donde sentarse. Tomó un libro de Kahil Jibrhan, y algo me
habló de la cultura árabe. Cuando lo vi
tomar el libro, me sentí muy bien de ver lo que estaba viendo. Tuve ganas de que me leyera, de hecho le dije
que me leyera mientras yo descansaba en la cama, y le pedí permiso para
hacerlo, acostarme, en realidad recostarme.
Él se sentó en un piso al lado afuera de la puerta de mi pieza, estaba
con el libro en la mano, mirándome con su brillo precioso, y contorneándose un
poco en el piso y el libro en la mano que parecía a punto de leer, me seguía
mirando y moviéndose sin leerme. Le
volví a insistir y a explicar, pero no me leyó.
Parece que me paré, fui hacía él, estábamos en el living comedor de mi
departamento intentando pasar el momento con las emociones que nos
abordaban. En un momento él se sentó en
mi silla pequeña de playa, no sé cómo fue que de repente él me abraza y me
aprieta mucho, y no me suelta, entonces me desesperé unos segundos, intenté no
perder el control, pero con mi susto Hassan también se asustó, eso me dijo
después. Reaccionamos los dos, yo no
perdí el control, porque me dije otra vez, es de otra cultura, pero igual fue
raro, sorpresivo. Después estábamos
parados, y conversamos, y creo que le dije por qué me apretó así, y parece que
no atino a decirme muchas cosas, al menos no me quedó claro lo que había
pasado. Nos despedimos, no sé cómo
llegamos a este momento, y le dije “nos llamamos”. Y lo despedí en la puerta de mi departamento.
Al otro día lo llamé después de la Biblioteca Nacional, afuera donde
tenía estacionada mi bicicleta cerca de la locomotora. Me contestó, nos saludamos muy bien, le dije
que iba a ir a la piscina y que después podíamos vernos, no sé muy bien si así
fue esa vez. Lo que sí recuerdo es que
de vuelta de la piscina nos encontramos, él venía caminando con Madhi, pasado
Maipú, nos vimos, nos miramos de lejos, antes había visto un mural, justo unos
momentos antes, donde estaba dibujado y pintado un zorro blanco, en ese zorro
vi a Hassan. Detuve mi bicicleta, Hassan
se acercó, nos saludamos con un beso en la cara, y me preguntó si quería algo,
una cerveza me ofreció él. Después tengo
una laguna, no sé cómo y dónde nos vimos, parece que subió al departamento.
No sé si en esta ocasión o en otra hicimos el amor. Lo que recuerdo es una escena donde salimos
de mi departamento a buscar una farmacia para comprarle paracetamoles u otro
remedio a Madhi que estaba resfriado, caminamos por entre medio hasta que
llegamos a Matucana, las farmacias estaban cerradas, mis pies se reflejaban a
la luz de un poste iluminado, en realidad brillaban mis hawaianas plateadas,
mis pies iban frescos, libres y desnudos en aquella noche donde me hacía
acompañar de un varón especial, que llevaba puestos sus zapatos negros puntudos
estilo gitano, al lado de la fragilidad de mi caminar. Nos devolvimos por San Pablo, parece que era
sábado en la noche, transitaban jóvenes, el miedo a la noche por un lugar
oscuro se disipaba a medida que sentía a Hassan caminando a mi lado. En este caminar le respondía a Hassan su
pregunta por lo que hacía mi padre. Le
conté brevemente que mi padre está jubilado y que recibe una pensión por haber
sido exonerado de la Fuerza Área, y puede haber sido que también le dijera algo
del golpe de estado y la política chilena.
Estaba en eso, cuando sorpresivamente, Hassan se mueve de mi lado
haciendo un gesto que me asustó, se detuvo un taxi a mi lado, nos subimos, yo
media aturdida por la sorpresa del taxi y el proceder repentino de Hassan sin
consultarme o al menos avisarme que íbamos a tomar un taxi. Le pregunté por qué no me avisó. Habíamos caminado de la mano, ahora recuerdo
casi todo el trecho del condominio hasta el taxi.
Dentro del taxi seguimos comunicándonos, creo también le tenía tomada
la mano. El taxista tenía música
romántica antigua, íbamos bajando por Cumming a la Alameda, observando el
paisaje nocturno, muy bello con luces adentro y afuera del taxi. Me sentía feliz, pero algo extraño pienso
ahora que pasaba ahí, con nosotros, o con él, sería realmente que lo que pasaba
dependía del hecho que él fuera de otra cultura, o es que algo de universalismo
presentía. Como hubiera sido, estos
mensajes eran desoídos por mi felicidad de este encuentro de comunión. Llegamos a la Alameda, Hassan le dijo al
chofer que fuera a la posta central, yo encontré que era muy lejos para ir en
busca de una farmacia y conseguir remedios, si podíamos conseguir una por ahí
cerca de la Estación Central. Bueno no
encontramos, así que nos fuimos de vuelta a la posta central, y en el camino le
hablé de Santiago, íbamos pasando por Los Héroes, aproveché de mostrarle donde
trabaja mi mamá. Cuando pasamos por la
Moneda, seguramente le dije algo de la historia política de Chile. Llegamos a la farmacia de la Posta Central,
Hassan compró los remedios, aproveché de pasar al baño. Cuando salimos, me sentía de otra realidad,
como de estar dentro de mi propia película de cine. Nos paramos en una esquina para hacer parar
un taxi, teníamos un desorden de dónde pararnos, si en este lado o al frente,
cruzamos una vez la calle, después parece que nos devolvimos, y parece que
también caminamos por Portugal. El punto
extraño también rozó en la cantidad de dinero que se gastó en taxi, en realidad
él, eso como que me hizo ruido, me detuve unos segundo a reflexionar, y
nuevamente me dije, bueno es su cultura, pensando en la mezcla masculina y el
dinero.
Algo no me sonó bien, nuevamente hice una concesión, y pasé por alto,
como siempre el amor me nubla la cabeza, no hay caso, pero cada vez me la nubla
menos, con esta nueva experiencia amorosa que está siendo ahora, aunque ha
tenido de componentes que nunca pensé iba a tener. Estoy trabajando las culpas, no soy culpable
de nada, he sido súper honesta, derecha y exijo lo que creo que me corresponde,
y en realidad, por lo que estoy aquí con él, no olvido que todo este negocio de
la ropa americana se sustenta en la relación de amor que nació entre los dos, y
que se proyectó al futuro con planes de tener nuestra casa.
Junio del 2013