jueves, 25 de febrero de 2010

DECLARACIÓN RED DE MUJERES DE VALDIVIA CASO CELCO


La Red de Mujeres de Valdivia manifiesta su más profunda decepción y dolor ante la decisión de la Corema de la Región de Los Ríos de aprobar la construcción del ducto de Celco al mar en la Bahía de Maiquillahue.


Decepción, porque una vez más algunas (once) de nuestras autoridades, han renunciando a su reponsabilidad de velar por el bienestar de todos los ciudadanos y todas las ciudadanas de este territorio, optando por aquellos que sólo buscan lucrar de nuestros recursos, sin importarles las consecuencias para las comunidades naturales y humanas.


Decepción, porque esas once autoridades concertacionistas (intendente, gobernador y seremis) y de la alianza (dos consejeros regionales), tuvieron la oportunidad de hacer lo correcto y de reivindicarse con aquellas y aquellos que han defendido nuestro mar desde 1996 de una muerte anunciada y, a quienes reiteradamente, incluyendo a los ex presidentes Frei, Lagos y la actual presidenta Bachelet, han ignorado y desatendido.


Dolor, porque esas once autoridades, ignoraron el impacto negativo, que sin ser todavía construido, el ducto fatídico, ha provocado en las vidas de las y los habitantes de la Bahía de Maiquillahue, a partir de la compra de conciencias que ha generado la división entre vecinos, vecinas y, aún más, entre padres, madres, hijos, hijas, nietas, nietos, hermanas y hermanos.


Asimismo, nos duele que esas once autoridades fueran incapaces de sopesar las evidencias que señalan como la empresa Arauco no ha trepidado en usar la mentira, el soborno, la cooptación de autoridades, supuestamente al servicio de todas y todos nosotras/os, la división de familias y comunidades para cumplir sus fines de lucro sin importarle los resultados de su acción.


El triste futuro que espera a las comunidades de Mehuin y a todas nosotras y nosotros − porque las consecuencias de ese ducto fatídico nos alcanzarán tarde o temprano, así como nos lo recuerda diaramente el Santuario de la Naturaleza, una de las primeras evidencias del progreso que promete CELCO − pesará sobre sus conciencias.


Finalmente, lamentamos profundamente la decisión tomada por las once autoridades regionales que dijeron si al ducto fatídico, porque una vez más ingenuamente, creímos en su decencia y honorabilidad, pero una vez más − como la historia nos ha probado en este caso, como en el del Santuario de la Naturaleza; el río San Pedro; Maqueo en el Lago Maihue y la Trayenco en Panguipulli y en otros muchos más − nos equivocamos. Nuestro error.


RED DE MUJERES DE VALDIVIA

miércoles, 24 de febrero de 2010

Salir del closet patriarcal


Estoy enojada con mi madre porque reproduce la socialización patriarcal dominante. Veo como le dice a mi hermana, tienes que hacer esto, lo otro y
tienes que estar bien.


Por donde empezar a echar afuera los efectos de nuestra socialización de mujeres a cargo de toda la sociedad. Desde que somos niñas nos inculcan el miedo al padre quien con el tiempo se transforma en una figura amada, pero a la vez conflictuada. Quien debiera ser nuestro protector, también es quien es una amenaza. Si estoy sola con mi madre, ella lo nombra para crear un orden en su ausencia.


Nuestras madres nos enseñan a callar para protegernos, además es signo de buena educación en una mujer no decir lo que piensa realmente. Y lo más triste es que esta educación no es literal, sino que a través de un gesto o una mirada nosotras sabemos que estamos siendo censuradas. Si está el cuñado o el yerno de mamá hay que mantener las apariencias porque es el marido educado y profesional de su hermana o hija. Nada más violento que ser acalladas por la madre.


Cuánta violencia está encerrada en estos actos, pequeños, pero inconmensurables en la magnitud de su impacto en nuestra personalidad en formación. Pequeños actos que nos disciplinan en la senda de ser mujeres en nuestra sociedad chilena. Cuántas cosas tenemos que esconder las mujeres para no perder nuestro estatus de personas aceptables y coherentes ante la mirada del mundo. Un mundo que mira a través de los ojos masculinos, aunque el cincuenta por ciento restante sea femenino.


Cuántos tropiezos y frustraciones hay en la vida de una mujer por seguir el camino espejeado por esta mirada externa, por este afuera. Un afuera que internalizado como un mapa ordena nuestros destinos como la voz omnisciente que nos dice cómo conducirnos y hacia donde. Pero qué hay de nuestro adentro, de nuestros deseos ni siquiera inteligibilizados porque previamente acciona la censura del afuera negando a la imaginación la posibilidad de dar forma a nuestros deseos.


A ratos descubro el afuera cómo la carcasa invisible que me contiene, o que, mirado desde adentro, que contengo. Audre Lorde nos invita a vivir desde adentro hacia fuera. Creo que en este movimiento está la clave para comenzar a desarmar la carcasa que nos apresa. Nuestro adentro es el centro gravitante -y el principio inspirador- de una vida en libertad.

sábado, 20 de febrero de 2010

Las cosas nos impactan de distintas maneras (a cada persona)


Hace algunos días estoy cambiando mi manera lateralizada de ver las cosas. Y estoy pensando en la forma de entender a mi familia materna y paterna. Si bien hay diferencias de fondo y forma, hay ciertos rasgos que las igualan. Y tiene que ver con que ambas son parte de un mismo sistema cultural; aunque mi familia materna tenga orígenes mapuche.


Mis reflexiones tienen que ver con el uso de formas violentas (he usado esta calificación para unificar criterios en la detección de verbalizaciones y prácticas que se enmarcan dentro de esta definición) en mis dos familias.


A principios de los ’80 íbamos por una calle de Temuco en la camioneta de mi abuela Amelia (materna), pero que manejaba Pelayo, mi tío. Si mis recuerdos no me fallan estaba mi mamá, la Jeanet (actual esposa de Pelayo y por ese entonces su polola) y puede que haya estado mi abuela, cuando de repente vemos a una mujer con mini falda de mezclilla azul. Recién estaba apareciendo esta moda para mujeres. Al menos en Temuco era inusual ver a las mujeres vistiendo minifalda.


En ese contexto, Pelayo, comenta compulsivamente algo así como: “Miren la tonta, se ve ridícula”. Esta intervención salida de la nada, o, de la superioridad moral de Pelayo 25 años atrás, respecto al buen vestir de las mujeres, hoy viene a hablarme de una masculinidad no distinta al resto de los hombres chilenos. ¿En qué sentido? En el sentido de que su comentario deja entrever violencia de género contra las mujeres. Yo tenía como siete u ocho años, mi memoria puede engañarme, pero tengo la imagen de que en la camioneta íbamos puras mujeres y ninguna reaccionó o hizo algún comentario a la interjección de Pelayo. La sentencia se instaló como una voz absoluta que provenía de una persona autorizada para emitir juicios sobre la realidad.


Ahora en el presente me gustaría extraer algún significado de este recuerdo. ¿Por qué está en mi memoria tan claro? ¿Por qué hablar ahora en el presente de aquello? Pudo haber sido un comentario no más, como tantos otros que se dicen y afloran, sin más, de la boca de la gente. Me pregunto: ¿qué pasaría hoy conmigo si escuchara a mi tío un comentario como ese? Lo cierto es que su comentario en el pasado, hoy lo puedo subrayar y analizar desde mi subjetividad feminista y, entender que fue violencia contra las mujeres que íbamos en la camioneta, porque la mujer que caminaba por la calle con su minifalda, no podía escucharlo.


Por mi lado paterno también experimenté violencia por parte de un tío. Un día, recién separados mis padres, mi tío Lalo me agredió verbalmente, en buen chileno, me retó. Tengo borradas las circunstancias de la agresión, sólo recuerdo el rostro desfigurado de mi tío y el impacto a mi salud emocional, quedé desestabilizada, aún más de lo que ya estaba por la dura separación de mis padres.


El dolor más grande fue constatar su violencia inexplicable, en ese momento, hacia mí. Creo que ahora después de varios años vuelvo sobre ese hecho y me lo explico como una explosión de mucha violencia acumulada. Quizás tenga que ver el hecho de su posición de hermano menor de mi papá. Es muy probable que haya visto en mí la prolongación de mi padre. Es terrible que lo piense y, todavía más que lo exprese, pero como he constatado, las personas nos peleamos por reconocimientos y afectos. Quizás mi tío haya tenido celos de mi padre por el amor de mi abuela. Es un punto de vista. A veces las cosas se me desordenan y, puedo ver los celos y las luchas por los cariños y reconocimientos en todas las direcciones. A lo mejor esto tiene que ver con mis pensamientos transversales que le mencioné a Vladimir y al periodista de la Radio Canelo de Nos.


También pienso que si los malos sentimientos van y vienen en todas las direcciones, también ocurre lo mismo con los buenos. Quiera “dios” se unan los buenos sentimientos y se logre la hermandad.


Para volver sobre el punto, quisiera escribir el deseo de hacer, decir y sentir de acuerdo conmigo misma. Y encontrar en la liberación, la estrategia para des-atraparme de la violencia. Quiero dejar a la víctima que los espejismos reflejan en mí.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Los asesinatos contra mujeres según TVN, Relatos televisivos que normalizan, invisibilizan y reproducen la violencia contra las mujeres


Durante el año 2008, 24 Horas Central, el principal noticiario de TVN, transmitió 19 noticias sobre asesinatos contra mujeres cometidos por hombres que habían sido sus parejas o exparejas. Según un análisis[i] realizado a los contenidos de estos relatos, se detectó que, si bien es un avance la incorporación del término femicidio para nombrar estos crímenes, en la construcción narrativa de estas noticias persisten elementos que normalizan, invisibilizan y reproducen la violencia contra las mujeres.


La persona del femicida como noticia


“Sangre, tragedia y horror, que hoy dio paso a una noticia más alentadora. Usted se acuerda, ¿no?, tras el asesinato de su esposa e hijo y posterior suicidio. La familia de Julio Norambuena decidió donar sus órganos, para dos personas que desde hoy cambió la vida al recibir los riñones del parricida”. Así comienza el conductor del noticiario, Amaro Gómez-Pablo, la presentación de la noticia del 25 de enero donde se destaca la donación de órganos del femicida como un gesto humanitario que, finalmente, termina en vida. Esta nota no sólo está estructurada en función del protagonismo del femicida, sino que además tiene connotaciones positivas para su imagen. El relato se convierte en una suerte de redención para él, quedando su responsabilidad subsumida en la oportunidad que el hecho significó para el consuelo de otras personas. Con este tipo de construcción noticiosa, el femicidio pierde relevancia, pasa a un no lugar, su invisiblidad entonces, es absoluta.


En todas las notas analizadas el protagonista de la historia narrada fue el propio femicida. En torno a la caracterización de su identidad y de su accionar, se tejen los principales nudos informativos. Empresarios, ingenieros comerciales y contadores son los agentes movilizadores de la acción dentro del cuerpo de la noticia. “Degolló”, “tomó un cuchillo”, “planificó fríamente”, son ejemplos de verbos activos que sitúan al femicida en el eje del relato cuyo clímax narrativo está dado, en varias de las notas, por la cobertura periodística del momento en que la policía arresta al “imputado”.


La contraparte de este protagonismo masculino es la ausencia de información sobre la vida de las mujeres: quiénes eran y cuáles eran sus proyectos vitales, no son elementos que se consideran en el repertorio informativo de las noticias sobre femicidios, aún cuando los actos criminales son cometidos contra ellas. La presencia de las mujeres en los relatos tiene una figuración fantasmal, en el sentido de que sus identidades están mediadas por los vínculos con otros. Siempre son las madres de los hijos de ellos, son la mujer de o esposa de, nunca su identidad responde a sí misma, como sujeta o actora de su vida. Esta manera de representarlas las subordina a la relación con los otros y las posiciona en un plano secundario dentro del relato.


Donde se hace evidente el desplazamiento de las mujeres en la narrativa noticiosa, es en la construcción del sujeto que vive la extrema violencia. Se conceptualiza a la familia como el sujeto a quien se dirige la acción del femicida. Expresiones como “tras destruir a su familia, desata drama familiar, “trágico final para una familia”, desvían la mirada de lo sustancial de estos crímenes de género, que las muertas son mujeres en un contexto de dominación y control al interior de sus relaciones íntimas con los hombres. Ninguna palabra de esto se enuncia en los relatos.


En la nota del 14 de abril, Scarlett Cárdenas, periodista que realiza el reporteo, introduce el tema de las “víctimas colaterales”: “El año recién pasado 4 de cada 10 femicidas terminaron suicidándose. La pregunta es qué pasa con las víctimas colaterales, vale decir con aquellos hijos que quedan huérfanos.” No es reprochable en sí mismo, preguntarse por estas víctimas, pero lo que sería pertinente preguntarse ante la realidad del femicidio, es cómo hacer para prevenirlo y erradicarlo, esta pregunta encierra la respuesta a la preocupación por los hijos huérfanos. Ya que, no habrían hijos huérfanos si se evitara el femicidio. Pareciera ser que es más atractivo, periodísticamente hablando, apelar a emociones victimizadoras, cómo el destino de los hijos huérfanos, que indagar y preguntarse por la dirección de los cambios que, como sociedad, nos cabe hacer.


Construcciones culturales que invisibilizan y normalizan la violencia contra las mujeres


El imaginario social es fuente de diversas construcciones ideológicas que invisibilizan y normalizan la violencia contra las mujeres, y que los medios de comunicación hacen suyas en su discurso informativo. El noticiario central de TVN no es la excepción. En los contenidos de sus relatos se encuentran cristalizados argumentos que explican el femicidio aludiendo a “problemas sentimentales” o “disputas pasionales”. En este horizonte explicativo se sitúa a las víctimas en un plano de igualdad respecto al victimario, y se asume implícitamente que mujeres y hombres cohabitan en espacios de equilibrio de fuerzas, en los cuales cualquier resultado es esperable, incluido el asesinato, concebido como producto de esta lógica de relaciones amorosas en disputa. Esta aproximación a las causas de los asesinatos, vela totalmente la posibilidad de dilucidar, y por lo tanto, denunciar, que el origen del problema es la desigualdad de poder entre mujeres y hombres, arraigada en una cultura que otorga más poder y privilegios a los hombres.


Metáforas como “fatal desenlace”, “un día de furia” o “sangrienta tragedia”, son formas de un lenguaje que no sólo oculta la violencia masculina como causa de estos crímenes, también destierra la posibilidad de abrir el relato hacia una perspectiva de transformación política y social. De la misma manera, contextualizar los femicidios como hechos casuales e inexplicables, niega el continuo de violencia sexista previo a los asesinatos, y no se conecta esta realidad social a la de otras mujeres que viven violencia por parte de parejas actuales o pasadas. Plantear que “de ahí que nadie se explique lo que pasó” o “los vecinos de la población La Paloma de Puerto Montt no entendían lo que pasó”, es acomodarse a un decir dominante y reducir el significado del femicidio a juicios sociales que nada aportan a su comprensión.


Construcciones culturales que hacen referencia a los celos desatados de los femicidas aparecen como motivos recurrentes y explicativos de los asesinatos. Su mención en los relatos se expone como razones comprensibles, y ancladas en el sentido común, de quienes ejercen la extrema violencia. En este ejercicio, los celos, como expresión de apropiación masculina hacia las mujeres, se naturalizan y se esgrimen como un motivo de fuerza mayor que lleva a los hombres a cometer los crímenes.


Además, este argumento está esencializando un modelo de relación donde los celos parecieran ser un atributo inherente a las relaciones de pareja, dificultando así la posibilidad de mostrar un modelo libre de constreñimientos. En esta dinámica, se asume que los celos existen y preexisten en sí, y que como tales son una razón que justifica el hecho de asesinar a otra u otro en el contexto de las relaciones afectivas.


La culpabilización en las propias mujeres en la concreción de sus asesinatos o, en el mismo sentido, en la provocación de los celos, es un elemento que se registra en la construcción noticiosa de 24 Horas. Implícitamente se las responsabiliza de los actos criminales, quedando los victimarios en el lugar de la víctima. La información expuesta en su afán de entregar un cuadro “objetivo” de las circunstancias de los hechos, no sólo invisibiliza la violencia contra las mujeres por el hecho de ser tales, sino que pone sus conductas bajo sospecha moral. La infidelidad o las respuestas de resistencia ante el agresor, son colocadas como argumentos que implican a la víctima en conductas reprochables y provocadoras de la violencia de sus parejas.


Voces de periodistas que preguntan “¿es efectivo que ella dormía con arma blanca? O “¿ella te engañaba?, “¿con quien te engañó?, ¿era un conocido tuyo?”; apuntan a poner en entredicho la integridad moral de las mujeres para añadir más ingredientes a una noticia que cobra relevancia sólo en la medida en que es concebida como un gancho informativo para el espectáculo televisivo.

Por otro lado, para explicar la conducta de los femicidas se recurrió a puntos de vista psiquiátricos y psicológicos, y se centró la mirada en argumentos donde lo patológico se constituye en la piedra angular de las explicaciones de los crímenes. Bajo esta óptica, hombres normales son visualizados como enfermos y con personalidades psicopáticas, produciéndose una suerte de eximición de la responsabilidad que les cabe en la consumación de estos actos criminales.


Asimismo, son caracterizados como hombres que experimentaron emociones extremas al momento del asesinato. Estas descripciones de hombres “descontrolados” y “fuera de sí”, ponen el acento en la sensibilidad de sus temperamentos, y excluyen la posibilidad de representarlos en su condición de seres racionales cuyos patrones de conducta se explican por la internalización de una determinada masculinidad a través del proceso constante de la socialización de género.


El lenguaje de los y las periodistas nombra el continuo de violencia que experimentan las mujeres antes de los asesinatos como discusiones “triviales” y “domésticas”, atribuyendo con esto una aceptación implícita de su ocurrencia al interior de las relaciones afectivas entre hombres y mujeres. De este modo, los patrones culturales en el mundo privado adquieren un estatus incuestionable quedando en un lugar común las violencias que allí ocurren. Esta normalización es potenciada por la elección de citas de entrevistados(as) y fuentes informativas que refuerzan mitos como, por ejemplo, que “la ropa sucia se lava en casa” o “que discutían como cualquier otro tipo de pareja.” Tales mitos arraigados en la cultura y vueltos a naturalizar en las noticias, obstaculizan el reconocimiento y visibilidad de la violencia de género como causa principal de los femicidios.


A esta naturalización se suma la idea de un modelo de pareja, en el que las mujeres y hombres ocupan lugares fijos dentro de la relación: ellas están en el lugar de la entrega y ellos son los compañeros de vida. Así lo ilustran las voces en off de los periodistas: “Pamela Beatriz Vallejos de 36 años, dejó de existir violentamente a manos de quien alguna vez pensó era el hombre y compañero de su vida[ii], “o peor aún prefieren aguantar el maltrato del hombre que aman[iii]. Esta estereotipación de roles refuerza las identidades genéricas tradicionales que sostienen las posiciones de hombres y mujeres en relaciones de dominación y subordinación.


Nada menos que tres femicidios se cometieron en menos de 24 horas en el país”


El uso periodístico del concepto femicidio, sin bien contribuye a nombrar los crímenes contra mujeres, es vaciado de su significado original en el desarrollo de la noticia. No hay una reflexión conceptual sobre el término que se exprese en los contenidos de las notas. Lo que está presente es una asimilación deformadora de su sentido político de reconocimiento y denuncia del femicidio como crimen de odio hacia las mujeres. Esto tiene una implicancia significativa en el abordaje de los contenidos, porque se están presentando estos crímenes como homicidios comunes sin enfocar las causas del problema.


A lo largo de las 19 noticias analizadas, se alude a los femicidios como hechos puntuales y no se los relaciona en un marco más global como producto de un mismo fenómeno. El término sirvió a las funciones de nombrar y contabilizar los femicidios en los titulares a lo largo del período analizado. Ello generó un efecto anestesiante dada la repetición sensacionalista del conteo de los casos sin la debida conexión entre ellos al interior de la noticia.


Adicionalmente, se utilizaron indistintamente los términos parricidio y femicidio para referirse a los mismos hechos. Este transitar de una denominación a otra, no es casual: es reflejo de la actual legislación que tipifica los asesinatos contra mujeres dentro del delito de parricidio. En la actualidad existe un debate parlamentario y social sobre el proyecto de ley que pretende tipificar el femicidio como una figura penal específica: sobre este debate abierto, el discurso noticioso no da cuenta. Se exponen a la opinión pública dos conceptos diferentes como sinónimos, en consecuencia que parricidio es el homicidio que ocurre dentro de relaciones de parentesco sin distinción de género. En síntesis, el concepto de femicidio se banaliza como parte de un tratamiento informativo que se descentra de la mirada de género en el abordaje de las noticias sobre asesinatos contra mujeres.


El femicidio como anécdota


Si bien es cierto, nadie puede negar la brutalidad de los asesinatos contra mujeres y el ensañamiento con que son cometidos, la realidad del discurso noticioso de las notas analizadas carece de estrategias para abordar este tipo de información. El tratamiento periodístico presenta la violencia y el femicidio como espectáculo, destacando el horror y la tragedia, como consecuencias inevitables, más que como un problema de raíz cultural que puede modificarse. Los relatos ponen el énfasis en emociones sensacionalistas que inmovilizan a la audiencia, a través de denominaciones como “dramática madrugada”, “una noche de horror” o “tremenda tragedia”, en lugar de comunicar argumentos para la reflexión y el cambio social.


En general, la idea de tragedia, como algo incontrarrestable y dramático, no da paso a otras formas de abordar estos crímenes de género. Los relatos tienden a clausurarse en esta idea, quedándose sólo en lo lamentable del hecho y anulando la posibilidad de incorporar una perspectiva holística que dé cuenta de la complejidad y gravedad del femicidio junto con proponer caminos de solución.


Preguntar por el número de impactos de balas o destinar gran espacio a narraciones que describen los pormenores de las circunstancias de los asesinatos, como las armas y la forma exacta de cómo fueron utilizadas, es concebir estos crímenes como anécdotas para el ensalzamiento de la violencia por la pantalla. Estos afanes sensacionalistas privan a los/las televidentes de una mirada pertinente, fijando la atención en detalles que desorientan una comprensión acabada.


Atisbos de informaciones cercanas a la comprensión del femicidio


En la construcción de las noticias analizadas, hay algunas informaciones que se encuentran en la línea de la comprensión del femicidio. Sin embargo, lamentablemente se trata de ejemplos escasos y marginales en relación al flujo discursivo dominante que invisibiliza y normaliza la violencia contra las mujeres. En condiciones ideales, estos atisbos de información podrían liderar los contenidos en la entrega noticiosa, aportando elementos que no sólo contextualicen el femicidio, sino que lo denuncien como un problema que le concierne a todos y todas.


Ella quería que la protegieran más, porque él la vivía amenazando donde yo te encuentre te voy a matar esas eran las palabras de él, siempre. Yo lo viví en carne propia con ella. Lloramos juntas en la comisaría, en el juzgado ella lo dejó todo, todo lo dejó. Dejó los pies en la calle para que hicieran justicia. Para que alguien la oyera, para que alguien la escuchara”. Este testimonio de la amiga de una de las mujeres asesinadas fue el único que se incluyó desde el lugar de las víctimas a lo largo de las 19 notas de 24 Horas analizadas. Voces cómo éstas poseen un alto valor informativo, porque describen la desatención y la falta de conciencia de la necesidad que tienen las mujeres de ser escuchadas y protegidas de sus agresores. Puntos de vista como éste, desde las propias afectadas, expresados a través de sus amigos/as y familiares, no son considerados piezas claves para estructurar el relato, tampoco como información adicional.


Muchas de las mujeres asesinadas estaban con medidas de protección. Este dato sin duda es relevante, y merece la atención periodística para profundizarlo e investigarlo. Sin embargo, dentro de las notas sólo se menciona al pasar un punto que es significativo en la prevención de las muertes. Estas negligencias del sistema judicial, que evidencian la realidad del femicidio en Chile, contienen en sí mismas la urgencia de convertirlas en objeto de denuncia para poner la voz de alerta en mecanismos que han fracasado en evitar el femicidio.


El Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), fue la única voz consultada dentro de los/as actores/as con experticia en el tema. De los 35 minutos de texto hablado del total de notas analizadas, 45 segundos fueron otorgados a este actor social. En estos breves segundos el SERNAM se refirió a la constatación del femicidio en el país, pero no lo situó en el marco de la violencia contra las mujeres. Fuentes con experticia en el trabajo con mujeres que viven violencia -o fuentes provenientes del movimiento de mujeres o feminista que incorporen una perspectiva contextualizadota- están ausentes.


Los recursos audiovisuales


La audiovisualidad tiene una función central en la construcción de las noticias de asesinatos contra mujeres. Además de acompañar y potenciar el discurso hablado, también se constituye en una narración autónoma con sus propios significados.


El carácter policial que tienen en general las notas se ve potenciado y reforzado por un flujo de imágenes que muestran furgones y patrullas en movimiento. La acción transcurre ahí, en vivo, los carabineros y la policía de investigaciones interactúan en los sitios de los sucesos. Uniformes y placas pueblan el paisaje de la pantalla chica en noches y días caracterizados por el ajetreo policial. El personal especializado con su indumentaria irrumpe en los vecindarios, provocando la atención de los vecinos. De los inmuebles se extraen todo tipo de pruebas para que hablen del crimen y sus circunstancias. A medida que avanza el relato, sube la expectación y entremedio un generador de caracteres congela en la retina que la “mató por supuesta infidelidad”.


La característica de crónica roja que presentan los relatos audiovisuales se ve alimentada por planos detalles y primeros planos de las armas que fueron usadas por los femicidas. Imágenes de pistolas, balas y cadenas se insertan en la estructura global de los relatos como símbolos de la tragedia que describe la voz en off de los/las periodistas.


Las cámaras se esfuerzan en buscar estos objetos y mostrarlos en la lógica de producir sensaciones que impactan. Los camarógrafos en su obsesión por televisar todo aquello que entregue indicios de los hechos graban sin ser vistos. De esta manera, extienden la mirada a lugares vedados al público. Y en sus registros visuales, las imágenes contienen las barreras de esos impedimentos, lo que otorga un efecto dramático a la composición del plano, ya que es un ojo observador que mira la escena desde afuera.


La utilización de imágenes de sangre poco aporta a una reflexión más profunda sobre el significado del femicidio. Esta literalidad de asesinato igual sangre es un recurso que responde a la lógica de resaltar el acontecimiento como un hecho sangriento. Los cuerpos sin vida de las mujeres aparecen en la escena a través de paneos y acercamientos de cámara. Algunos de ellos permanecen largos segundos en pantalla, el contexto noticioso así lo amerita.


El sensacionalismo se cuela en las imágenes de arresto de los femicidas. Se registran los momentos en que la policía entra a las casas y se da gran cobertura a esta práctica mediática. El clímax de la estructura narrativa está dado por el momento en que los periodistas interpelan a los autores del los “parricidios”, cuyas respuestas los exculpan.


El sufrimiento de los familiares es otro aspecto que visualmente se recoge en las notas. El registro de un hijo que llora y grita de dolor ante el femicida de su madre o el forcejeo de las mujeres en llanto, son escenas que se insertan en los relatos. Cabe preguntarse, ¿hasta qué punto la utilización del dolor contribuye a sensibilizar sobre la gravedad del femicidio? Considerando la instantaneidad de las imágenes, no queda tiempo para reaccionar, el dolor se hace parte como un componente más del espectáculo.


Las flores, urnas y carrozas también son parte del paisaje visual de las notas. Su presencia contribuye a graficar los ritos en torno al siginificado de las muertes mostradas. El velorio y las coronas de flores se articulan con el resto de los planos al término de las notas a modo de epílogo.


Palabras finales


Planteado así el escenario de los contenidos en la construcción de las noticias sobre asesinatos contra mujeres se vuelve urgente realizar un cambio de perspectiva en el tratamiento periodístico de los casos de femicidio, con el fin de generar contenidos que estén en la línea de la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres.


Los medios de comunicación, y la televisión en especial, tienen un rol social relevante en la generación de opinión pública, en la sensibilización de la sociedad y sus instituciones y, sobre todo, en la creación de imaginarios que hagan posible la igualdad entre hombres y mujeres.


Elaborar mensajes que den cuenta de los significados de la violencia en la vida de las mujeres e incluir voces desde el lugar de las víctimas que denuncien la desprotección que existe desde las instituciones cuando piden ayuda, contribuiría a sensibilizar y a romper con el silencio y la apatía social que permiten la ocurrencia de los asesinatos contra mujeres por razones de género. TVN como televisión pública tiene el deber ético de repensar los contenidos que emite por su pantalla para así producir informaciones que estén en sintonía con los cambios que se necesitan para desterrar el femicidio de nuestra sociedad.


Por último, quisiera plantear el desafío que como movimiento de mujeres y feminista nos cabe en esta tarea de repensar y generar contenidos para los medios de comunicación, junto con realizar la búsqueda de estrategias para abrir espacios de mayor análisis y reflexión en la construcción de las noticias sobre asesinatos contra mujeres.


Por Vanessa Naranjo Inostroza



[i] El presente artículo es un resumen de los resultados de la tesis para optar al título de Periodista y Licenciada en Comunicación Social: “Análisis de los contenidos presentes en la construcción de las noticias sobre asesinatos contra mujeres en el noticiario 24 Horas de Televisión Nacional de Chile en el año 2008”. Universidad Austral de Chile, 2009.

[ii] Nota del 6 de julio del 2008.

[iii] Nota del 6 de julio del 2008.



Bibliografía de Referencia


BARCAGLIONE, Gabriela. Femicidios: cómo los medios construyen las noticias. En: Femicidios e impunidad. Centro de Encuentros Cultura y Mujer, Argentina, 2005.

CARCEDO, Ana. “Violencia contra las mujeres, un problema de poder”, capítulo 1º del libro Mujeres contra la violencia: una rebelión radical. Cefemina, 2001. En: http://www.isis.cl/temas/vi/reflex17.htm

LAGOS Lira, Claudia. El Femicidio Según la Prensa Chilena: Otra Forma de Violencia Contra Las Mujeres: tesis para optar al grado de Mágister en Estudios de Género y Cultura, Mención Ciencias Sociales. Universidad de Chile, 2008.

MATURANA et al. Femicidio en Chile. La Morada, Santiago, 2004.

RED Chilena contra la Violencia Doméstica y Sexual. Tipificación del Femicidio en Chile, Un debate abierto, 2009. Seminario Femicidio en Chile: Tipificar para erradicar, realizado en noviembre del 2008.

RODRIGO ALSINA, Miquel. La construcción de la noticia. Ediciones Paidós, Ibérica S.A, 2da Edición, 1993.

RUSSELL, Diana E.H. y HARMES, Roberta A. Femicide in Global Perspective. Teachers College, Columbia University. New York and London, 2001.


domingo, 14 de febrero de 2010

Y recuperé mis raíces


Y recuperé mis raíces, le dije a mi abuelita, que hoy en la mañana la nombré en mis pensamientos como mapuche occidental. Tuvieron que pasar años después de años de recuperación de mis raíces, para darme cuenta que las había recuperado. Y que quizás nunca las había perdido.


Fue una recuperación que consistió en apoderarme de una identidad que era mía y que la negación de ella –que partió en alguna parte de mi genealogía- la había subsumido en un silencio familiar que ya no me molesta tanto, porque además entiendo que es parte de la transformación sociocultural y corporal en la que estamos todos y todas insertos.


Muy lentamente, en el proceso que me llevó a apropiarme de la pertenencia mapuche que me heredaron, quizás sin proponérselo mis bisabuelos y abuela materna, fui entendiendo, muchos de los efectos que la discriminación había provocado en mi familia casi secretamente, o en términos antropológicos “a nivel inconsciente” y sólo perceptible por una emoción interna inclasificable, que duele, molesta y provoca el estar afuera de aquello que es lo nuclear arrancándosenos de nuestras manos.


No reconocerse como mapuche fue parte del proceso de negación que, voluntaria o involuntariamente, empezó a alejar a mi familia de su identidad étnica, para llegar a convertirse en “winkas” que miraban con distancia y, porque no decirlo, con cierto desprecio, un origen que no estaba correspondiendo a sus anhelos de ser personas aceptables, educadas y con cierto estatus dentro de la chilenidad criolla y de clase media que progresaba en la modernidad.


Pero a pesar de esta negación, que también la entiendo como una forma de protección ante un mundo que desvaloriza, ridiculiza y menosprecia lo indígena y lo rural; el amor y el vínculo con los antepasados(as), personas que fueron reales –de carne y hueso- se refuerza, renueva y recrea, constantemente en nuestras conversaciones, en nuestros sueños nocturnos, en los viajes de mi abuela y en la memoria que reciclamos en nuestra vida presente.


La Maso Quilaleo Mulato y el Antonio Igaiman Marileo, fueron mis bisabuelos. La Maso murió tres días antes de que yo naciera y, el Antonio murió cuando mi mamá era chica. Ellos dos muy presentes en algunos de mis tíos y tías que los conocieron, también están presentes en mi vida como aquellos(as) que me precedieron y, que no alcancé a conocer. Pero que sin embargo, representan para mí un eslabón entre el pasado y el presente de un ethos que creo pervive en sus descendientes.


De cualquier modo, la recuperación de mis raíces me llevó a aprendizajes jamás sospechados, a reconocer fuerzas que habitan en mí, a no temerles, a disfrutarlas, a compartirlas y a comprender que las búsquedas tienen sentido cuando nos llevan a intervenir la realidad desde nuestros anhelos de construir un mundo mejor