jueves, 27 de mayo de 2010

“No nos corre agua por las venas”


Hoy llegó la Goty (mi tía más joven del clan materno) con mi abuelita de Buenos Aires, llegaron de sorpresa. A la hora de once recordamos unas cuantas cosas, aproveché de refrescar la memoria, y de paso me enteré de varias otras, que si las había olvidado ahora salieron a la luz de nuevo. Fueron historias de peleas a los puñetes y patadas, cuerpo contra cuerpo, que mi mamá, mi abuela, la Goty y yo pusimos en común.


Mi mamá contó que estaban jugando a los puñetazos con su amiga cuando chica, con unos guantes de box, y se dieron unos combos bien fuertes que las tiraron al piso, y ambas se preguntaron si les había dolido y se respondieron que sí, entonces se dijeron -no juguemos más a esto- y se sacaron los guantes y los dejaron ahí. Fin de la riña un poco en serio y en juego. Otra vez, en el campo en el camino del colegio a la casa, caminando en grupo, mi mamá adelante con otros/as niños/as, escucha que dicen -¡están peleando atrás!- va a ver y eran tres niñas pegándole a mi tía Rosy que ya estaba en el suelo. Dice mi mamá que tiró combos y patadas para rescatar a mi tía.


La Goty contó que había una niña “amachada” que se ponía en la puerta del baño del colegio y no dejaba pasar a nadie, y que una vez, para pasar al baño tuvo que empujarla, sacarla y golpearla con mucha fuerza. Otra vez, por defender a Pelayo, su hermano, le mandó un combo a un niño un año y medio mayor que ella. Mi abuelita dice que como habría sido el puñete que le dio, que el niño salió diciendo: ¡me pegó con una piedra!


A mi abuela le decían el “ciclón del matadero” -el nombre de un boxeador de la época- cuando era chica, porque peleaba a puñetes con niños de su edad, según ella una vez le hizo salir “niachi” a uno.


Yo me acordé que una vez agarré, y me agarraron de los pelos. Fue con la Pamela que vivía al frente de la casa verde agua de Nueva Imperial. No recuerdo el motivo, pero si me acuerdo que fue un ataque de furia de ambas, nos picamos y nos fuimos a las manos, una de las dos tuvo que haber puesto la cordura, porque sino todavía estaríamos tomadas de las mechas.


Más allá del énfasis que cada una le dio a sus historias, la renuncia a la violencia que destacó mi mamá, la fuerza y poder de la Goty, el gozo de la abuela al recordar, y mi historia rescatada para la ocasión, quedaron en evidencia dos cosas, lo humanas y lo peleadoras que podemos llegar a ser porque como dice la abuela “no nos corre agua por las venas”. Claro que ahora ya no nos agarramos de los pelos por la vida.