miércoles, 18 de agosto de 2010

Invierno azul marino


Azul casi negro, o con tiznes de negro, han sido los tonos de este invierno habitado en la oscuridad de sus noches por el magma profundo del inconsciente terrícola, y quizás, también habitado por el polvo cósmico de estrellas desaparecidas.

El frío congeló mi piel, y entré, literalmente, en hibernación. Sin embargo, en la inmovilización de las articulaciones, y de las decisiones para moverlas, fraguó un despertar (después de movedizas vigilias, conexiones y tormentas espirituales y sexuales) que además de confirmarme que definitivamente el invierno no me gusta hoy por hoy, me pone en un nuevo lugar desde donde mirar el futuro, el presente y el pasado.

En este lugar hay más paz interior, hay perdón, fe, esperanza y convicción.

Wetripantu vino con fuerza. La sanación se asomó con máscaras que asustan, pero que disipan los males; los invocan para despedirlos. Sobreviví al entrenamiento de la Tierra y sus misterios. Aprendí que tengo poder y que no puedo mal usarlo. También comprendo, en este momento, que la fuerza desplegada en Chile por el terremoto en febrero de este año, no fue en vano, también fue parte de un entrenamiento para continuar con los propósitos de la vida.