jueves, 16 de septiembre de 2010

Viejo retamboleao


Me pasó por ser amable con este viejecito de pelo blanco y ojos verdes con cataratas, que con dificultad se sentó a mi lado en los asientos del Metrotren. Antes de que se sentara pensé que tenía algún grado de minusvalía en su cuerpo, por su inmovilidad en parte de él, medio como que se tambaleaba.

Fue entonces cuando me dice “soy sólo”, a lo que le respondo “hay mucha gente que está sola…” Y se largó a conversar, me preguntó de dónde era, le dije que de San Bernardo, me dijo que él era de Paine; cuando de repente le habló a la niña que iba en frente de mí y le preguntó si venía de Suecia. Ella le contestó que era de los Estados Unidos. Ya habían pasado algunos segundos de conversación en los que le había sentido el tufo a alcohol a este personaje que poco a poco se empezó a revelar.

Contó que era profesor de ciencias políticas de la universidad católica y empezó su perorata sobre la política de EE.UU en el medio oriente cómo si estuviera hablando frente a algún representante político de ese país, en consecuencia que estaba frente a una jovencísima ciudadana norteamericana que hacía clases de inglés justamente en un colegio en Paine. Después se puso racista y hablaba del “negro”, usted se refiere a Barack Obama, le dije. Y así, poco a poco empezó a mostrar la hilacha, hasta que se pasó del límite con ambas que estábamos ahí escuchando su monólogo.

A su racismo se sumó su sexismo y acoso sexual: “me gustan las rubias y las negras también” dijo. Ya a estas alturas le dije, “sabe qué, esta conversación llega hasta aquí.” El viejo siguió insistiendo, hasta llegó a decirme si me iba a dejar a mi casa. Claramente se había picado conmigo y continúo con su acoso. Lo más curioso, es que él mismo tipificó su comportamiento como acoso sexual. En ese momento me paré del asiento y le dije a la gringa “si quieres me acompañas”, “sí, te acompaño”, me dijo.

Nos sentamos varios asientos más atrás, mi compañera estaba media asustada porque también le había dicho a ella si la iba a dejar a su casa. Conversando brevemente antes de llegar a mi estación le pregunto a esta joven mujer norteamericana por qué había elegido Chile dentro de Latinoamérica para su intercambio. Y me dice: “porque Chile es uno de los países más seguros”.