miércoles, 17 de noviembre de 2010

El calor de Santiago


El calor seco de Santiago evaporó la humedad acumulada en el fondo de los cajones de mi alma. Ahora ya puedo llenarlos con cosas nuevas, la madera se ha deshinchado y los cajones vuelven a abrir y cerrar en este clima espectacular.

La nieve de la cordillera ya se fue.

Sol, sol y sol; el dios sol de mi niñez, que se esconde detrás del Cerro Chena, entra por mis pupilas y viaja por mis células irradiando su luz inspiradora.

Antupillan, el pillan del sol regresa a despertarme y acompañarme en las mañanas a tomar desayuno. Ayer lo hizo con los jóvenes adultos de mi genealogía que hoy evidencian las marcas del tiempo en sus rostros y en sus pelos blancos que resisten a la tintura.

Calor, ah, qué rico es el calor. Tanto tiempo pasé bajo la lluvia, que casi me inundo.


Azul Igaiman Quilaleo