Podré amar a otra mujer, a un/a transgénero/a, a un animal, al cielo y las estrellas, incluso a un hombre, y seguiré siendo una mujer.
No cambia mi condición, por más lejos que me vaya, estoy feliz de haber nacido hembra humana; me gustan mis senos y mi vulva, y mi intelecto de mujer. De mujer sujeto de cultura, que se piensa a sí misma con las herramientas del amo y sin ellas, con herramientas autoconstruidas y otras aprendidas en la intimidad de ritos y conversaciones familiares.
En la intimidad de pensamientos salvajes y veloces.
“Tanto pensaimy la Vane”, me dijo una vez la señora Elvira Llauquen a la orilla del fogón.
Azul Igaiman Quilaleo