domingo, 2 de enero de 2011

Mi consecuencia es mi inconsecuencia


Mi consecuencia es la inconsecuencia con el sistema político cultural que invisibiliza a las niñas y a las mujeres, que captura y mutila sus subjetividades, que las silencia inculcándoles la culpa, a veces pienso, incluso antes de nacer, porque sus madres la llevan consigo, y la voz omnipresente de la cultura misógina, respira de su aire, arrancándoles sus voces e instintos más primarios.

Desde antes de nacer, hay una muda esperando para nosotras. Sólo está legitimada nuestra habla cuando estamos en lo “correcto”, cuando somos complacientes con el poder que está afuera de nosotras, porque así se nos asegura nuestra sobrevivencia. Y terminamos convirtiéndonos en esclavas y vigilantes de este orden que no es el nuestro.

Cuando nos liberamos de esta captura, empezamos a vivir una nueva vida. La vida que realmente queremos y necesitamos. Una vida hecha a cada segundo de nuestros pálpitos, una vida que respira por nuestros pulmones y no por los de otros/as.

Por las niñas y mujeres del mundo tenemos el deber ético de defender nuestras vidas hechas con nuestras manos, intelecto, fuerza y amor. El defender lo ganado en nosotras y para nosotras, lo considero un acto de sororidad, no sólo hacia nuestras vidas, sino que hacia la vida de otras niñas y mujeres del presente y las que vendrán.

Agradezco a mis ancestras feministas de todos los tiempos y sociedades por haber dejado sus huellas que hoy me permiten avanzar y hacer mi camino propio en este mundo.




Azul Igaiman Quilaleo