Verdad que a las malas las echan de la casa... Antes las quemaban, hoy las matan a cuchilladas los femicidas.
A las malas también les pagan menos.
Pero también es cierto que las malas se salvan solas. Las malas no tienen papá, marido, ni hermano, menos tío que las salve.
A las malas las apuntan con el dedo, y las mandan a la cárcel por abortar. A las malas las hacen callar y las tratan de “rotas”, estigma recurrente cuando el oyente no aguanta tanta verdad.
De tanto castigo a las malas se les pone el cuero de chancho; pero debajo… mmm… hay que ver que llevan debajo.
Las malas renunciamos a las falsas seguridades con las que nos obnubila, cautiva y engaña el patriarcado.
A las malas se nos ha caído la venda de los ojos porque nos hemos dejado tocar por los vientos de la libertad.
Las malas corremos, gritamos, saltamos y miramos para atrás cuando caminamos por calles oscuras o desoladas.
Las malas alimentamos el fuego de la vida.
Las malas ya no regalamos nuestros conocimientos en nombre del “amor”, para que otros/as inscriban sus nombres en nosotras.
Por último las malas decidimos dejar de ser ingenuas para avanzar sin transar lo que nos ha costado
Azul Igaiman Quilaleo