miércoles, 9 de febrero de 2011

Salvaje o civilizada


Si me preguntaran a dónde pertenezco, diría que a todas y a ninguna parte. Qué pasa que dudo, sospecho y desconfío de toda norma social que ronda por mis lares. Desconfío de esta seudo normalidad, que a ratos se enrarece, soy yo, es afuera; sospechan de mí porque no comulgo con ellos/ellas, porque en estos días no confío ni en mis dientes.


¿Juego de espejos? ¿se refleja la imagen que tengo de la estructura donde estoy inserta -que de vez en cuando se mueve como un gran cedazo que me separa de ella- en los imaginarios de ellos/as? o ¿mi olfato me advierte que tenga cuidado, que el peligro acecha por el hecho de ser una mujer que se ha salido de la reificación y lo absurdo que son a veces los signos despojados de sus sentidos? ¿Se reflejará mi desprecio por la cultura chilena misógina, arrivista, doble vincular y embrutecida por el brillo encandilador del dinero y la violencia que ello acarrea?

Definitivamente he cambiado, estoy en un ciclo especial, nuevo, me he salido hasta de la estructura de lo familiar, entro y salgo. ¿Quien encierra gatos, soy yo, o ya estaban encerrados?. Quién mueve los hilos como cantaba la Martita Sánchez. Quién manipula y se deja manipular, hacia donde fluye el poder, por dónde. Ultra suspicaz estoy, estuve.

¿Salvaje o civilizada?

¿Salvaje de qué jungla?, ¿civilizada de qué civilización?

Eso sí, salvaje, es distinto de violencia. Salvaje está más cercano a rebeldía, a resistencia ante la dominación de cualquier tipo. Para ser civilizada, primero tengo que pasar por el salvajismo, que es la pureza de mi alma, es la fuerza del trueno que limpia el ambiente de las vibraciones de cualquier muerte anunciada. No hay civilización posible si el trueno no tiene su lugar, si los zorzales no tienen garantizado su canto, no hay civilización posible si los hombres todavía conspiran para mantener su poder y así ocultar su miedo ante la verdad de las mujeres.

Me niego rotundamente a ser parte de la civilización de los casinos instalados en el Sur de Chile, me niego a ser parte de la civilización del dinero y la estupidez winka, me niego a ser parte de la civilización de la mentira y la corrupción.

Por el momento soy salvaje y rebelde, me gusta el olor a tierra mojada.

Soy salvaje como la lluvia que cae en este día de verano, como el último terremoto del 27 de febrero, y salvaje como mi pelo.

Mi consciencia me impide ser parte de la civilización que oprime a mis hermanas y hermanos que luchan por su libertad y territorio.




Azul Igaiman Quilaleo