jueves, 1 de noviembre de 2012

Esta mañana dulce de sueños antiguos


Una y otra vez vienen a mí imágenes, paisajes urbanos de mi vida primera primera, muchos no sé si fueron soñados o estuve ahí alguna vez, como el recuerdo de una esquina despoblada, en su mayoría cubierta de polvo casi blanco y seco, el borde de un potrero desierto que al fondo a su derecha y luego a la izquierda del fondo se podían ver  las casas de una población de la que salíamos o llegábamos, parece con mi papá.  Y ahí en ese cruce parece estaba el paradero de alguna micro que pasaba por ahí, o comenzaba ahí su recorrido o era el fin del camino.  Parece que fuimos a visitar a alguien, no me acuerdo si andaba mi mamá, a lo mejor; era yo y esa basta esquina con alguna presencia progenitora familiar.  Era en la tarde, la hora en que el sol se pone y no se ven sus rayos, la luz era clara pero grisácea.  Parece que bajamos de la micro en esa esquina y miramos el fondo o miré, empezamos a caminar de idea o de vuelta.

En otra esquina, que ahora puedo reconocer o relacionar como la esquina de Vicuña Mackenna con la Alameda, lado poniente, estaba cubierta por tablones y una baranda de palo por donde teníamos que pasar apegados a una pared también de tablas toda llena de publicidad, de afiches de papel blanco, seguramente con la topcicidad[1] de la época, no muy distinta de los diseños de ahora, rayas, letras, rostros femeninos con pelos parados o erizados.  Aquí como que siento más la presencia de mi mamá, parece que andaba con ella, se siente más mirthácea esta presencia.

Este sí estoy casi segura que era un sueño, era el edificio de una institución, parecida la bajada y color del Servicio de Salud de Valdivia, de color celeste opaco y oscuro en contornos y fondos, sólo que en mi sueño el edificio, de no más de tres pisos, recuerdo, tenía una entrada grande por el costado izquierdo y otra por el frente.  Se me ha venido varias veces este recuerdo, se posa sobre mi visión actual esta imagen muy antigua de mi vida, de mi vida que había olvidado, pero que como dice mi abuela Amelia, todo está aquí, en la computadora.   Vagamente veo una imagen de adentro, es oscuro, parece que estoy con otra persona.  Ahora se me ha venido otra imagen, la del terminal de Victoria, creo que era de Victoria, donde llegué una vez de vuelta de la celebración por la entrega de las tierras nuevas de la Comunidad de Bolleco de Galvarino, en la Novena Región; era una estructura muy parecida.

El otro sueño que se me ha posado, es mi ida a Nohualhue, sola, y en bicicleta parece, o a pie, o en mi triciclo de niña puede ser, no sé, este sueño no es tan antiguo como los demás, no es de mis primeros sueños, pero su contenido me remite a un tiempo extraño, no sé si paralelo u oblicuo, sí es claramente otro espacio, es el camino a Nohualhue, no sé si se han unido imágenes de otros sueños en éste, y recuerdo todo en uno como piezas de un rompecabezas interdimensional.   Una parte es mi avance hasta un punto donde no puedo seguir avanzando, recuerdo parece me metí por un bosque no muy tupido, de árboles nuevos como los hualles, claro y verde claro, no sé como salía de ahí, o si también de vuelta pasaba por ahí, creo que sí, y estaba en un camino de tierra rojiza terracota, estoy segura que era el camino a Nohualhue, veía las ondulaciones del camino atravesando las lomas, avanzaba, creo, estaba todo despejado, iluminado, no sé si había nubes, sí recuerdo el cielo celeste.  

En otro momento estoy en otra parte del camino, en una pampita, a un costado del camino, rodeada por espinos verdes o cipreses, más pueden ser cipreses que espino, no lo sé con claridad.  Estoy ahí, esperando o descansando, o tal vez sean estas plantas con espinas y flores amarillas que había a orillas del camino en algunos tramos en el camino real, que ahora siento un pedacito en un flash que se me vino pasando por ahí en camioneta con la ventana abierta y viendo la luz dura cortada por la ventana y las ramas que parecían saludar como militares vestidos de grises verdosos al paso de la camioneta a toda velocidad por el camino de tierra rojo terracota.  Estoy ahí, mirando, estando, hay una presencia de hombre con delantal o camisa blanca pelado y de lentes que anda por ahí, no sé que hace, la pampita esta rodeada de estos matorrales verdes que le dan una forma cuadriculada con una salida por la esquina inferior izquierda al camino.  No sé si en este sueño llego a Nohuelhue, parece que no.

Esta mañana olía dulce en mi balconcito.




[1] Parece que no existe esta palabra.