viernes, 2 de marzo de 2012

Frutos


Silvia me preguntó por los frutos de este verano en una de las primeras oportunidades en que nos volvimos a ver, la verdad es que cuando lo escribí sólo intuía lo que podía pasar este verano, intuía imaginariamente los frutos de una continuidad empezada, transitada, cultivada y regada, hecha a pulso, sobresaltos, certezas con y sin fundamentos, con trabajo productivo, esclavo y también con ocio, con languideces y pasiones obstinadas, intuía sorpresas. Las tuve. 

Entre el relajamiento en casa de Delphine, en enero, toda una experiencia de limpieza, catarsis, vagar entrecomillas, descansar, y los jugos de guanábanas, mi crisis amorosa se abrió paso por entre los hilos y agujas de mis costureos hasta febrero, unos pocos momentos después que se fuera Silvia. 

Los germinados que me enseñó Ingrid y el inicio del yoga kundalini marcaban la entrada de un nuevo sentimiento, más sólido y aquilatado, en realidad no era nuevo, era más maduro, como una fruta que comienza a ponerse pintona. Si hubo un fruto, querida Silvia, es este sentimiento que se abrió paso entre las malezas espinosas de mi corazón que crecieron de un de repente, y que así como crecieron, se fueron también de un de repente porque ya no cuentan con raíces donde sostenerse. 

Los frutos de este verano son los hermosos recuerdos de cada momento compartido en esta trayectoria mía de un amor fuerte y platónico a otro momento de la evolución de este hilo que me une a ti. No olvido tu rostro, menos tus ojos y tu piel, cada día que veo tu foto, tus ojos y sonrisa me cuentan algo nuevo, un chisme, un chiste, un secreto, una historia nueva entre tú y yo.     

Azul y Vanessa