lunes, 11 de marzo de 2013

Experiencia de muerte


La eternidad fue un concepto que empecé a pensar, e intentar imaginar cuando la oí en los Espacios de Conexión del Colectivo Con-spirando.  Me interesó mucho su contenido, y el sentido en que la hablaban allí; y así fue como me quedó dando vueltas en la cabeza desde el año 2010.  Quería saber de qué hablaban las personas cuando se referían a la eternidad, algo creía intuir, sus palabras me decían cosas de la eternidad, pero no me alcanzaba a dar cuenta de su significado total, eso sentía, así, de esta manera la idea de eternidad me quedó grabada en la memoria, y poco a poco me fui familiarizando con ella, hasta creía saber un poco más de ella cuando yo misma la utilizaba o escuchaba por ahí.

Un día dentro de estas mañanas, antes de levantarme y despertar del todo, continúe descansando y antes de volver a dormir caí en un espacio de suspensión, ahora pienso en la mente en blanco de la que hablaba mi abuelita Amelia muchas veces.  En ese espacio mi consciencia si bien estaba en otro estado no estaba dormida, y tuve la convicción de que estaba a un paso de morir, en realidad, en mi propia consciencia apareció una especie de advertencia de que estaba a un paso de experimentar la muerte, y que todo estaba bien, tranquilo, en calma, porque luego de experimentar la muerte, pasaría a experimentar la eternidad.  Pero de todas maneras, algo en mi consciencia me retuvo un poco, saber que se está apunto de experimentar la muerte hace que una se detenga a pensar, aunque sea un segundo; pero el sentimiento de paz era tan envolvente y profundo que me inducía a dejar todo en las manos del momento y la situación.  Y así fue que me dejé morir y pasé a sentir la eternidad, esa fue la comprensión de mi ser.  La eternidad se veía y sentía tan atractiva que decidir morir era el paso natural al goce; así fue como experimenté la eternidad como un profundo gozo de estar sumergida y suspendida en nubes.  Cuando desperté me acordé nítidamente de esta experiencia y me sentí muy feliz y agradecida. Fue la mañana del sábado 9 de marzo. 

Una experiencia con la muerte distinta a la que tuve una vez, o dos veces, hace algunos años, en que mi salud genética sobrevivió al horror de saberme muerta o fuera de este mundo.