Profundamente molesta con mi
género, con muchas de las mujeres que me rodean; con las mujeres de Santa Cruz,
que me estafaron y vieron la cara, con las que actuaron amistad y quisieron
“ayudarme” diciéndome “verdades” o aconsejándome como vestirme porque “yo soy
bonita”, y con las fiscales, juezas y abogadas que me castigaron, negaron,
revictimizaron y relegaron a lugares abyectos de esta cultura, muchas gracias a
ellas.
Y muchas gracias, principalmente
a mi mamá, una asesina silenciosa y voluntaria del patriarcado. Gracias a Gladys Belmar, mi tía mayor, a Rosa
Inostroza, la tercera es mi mamá, a Margoth Parra (que todavía no la saco del
paréntesis), pero de que fue perversa fue perversa. Gracias a mi abuela y bisabuela por callar y
aceptar la subordinación y hacer de la manipulación desde su género una forma
de vivir y trasmisible a las mujeres que descendimos de ellas. Pues se acabó la tiranía femenina de mi
familia, al menos en mí. Se acabó la
pena, la angustia y el caminar sin mirar el camino hacia atrás, hacia adelante
y donde pisamos en el instante. Hoy
desoigo como nunca lo había hecho antes, y desobedezco los mandatos culturales
que me han internalizado principalmente las mujeres cercanas. Adiós tía Norma y abuelita Lucy, su
subordinación se impone y se ha impuesto como la peor de las Dictaduras que se
han erigido de forma directa sobre mí, y también, indirecta a través del hijo
hombre que ha potenciado e impotenciado mi abuela en mi papá.
Estoy cansada de llorar de
impotencia por la impunidad que me circunda, en realidad, estoy asqueada del
modelo femenino en que es “mejor hacerse la tonta que andar en moto”. Estoy hasta el tuétano de los chantajes emocionales
y las voces autorizadas por el discurso patriarcal que autoriza a mujeres
supuestamente que están en el “deber ser”
a recriminar a otras mujeres como nosotras u otras: hijas, vecinas,
sobrinas, nietas, amigas, etc.
Por amor a mí, por amor a mi
hermana más chica y también por la de al medio (que se ampara en el modelo un
poco más que nosotras las rebeldes), pero por sobre todo por mi sobrinita
Antonia, hoy continúo mi senda de pasión, amor y libertad por sobre todas las
cosas, si no hay tía libre, no hay sobrina libre, ni sobrino.
Se acabaron las culpas, los
yugos, las amenazas y las zancadillas de correligionarias en mi vida.