21 de marzo de 2014
Hoy siento y veo bien distinto a
otros días aquí en el Valle de Colchagua,
Santa Cruz Palmilla. Realmente si
nos ponemos atención, no claudicamos, reflexionamos con nuestro cuerpo y el
paisaje humano y no humano podemos notar, ver y sentir las diferencias; y los
cambios de estación como hoy. El viento
tocó mi puerta y entró suavemente por mi ventana; los verdes amarillando de
sauces y álamos vaporosos fluyen como cursos de agua movidos por la corriente
aérea que sopla sus cabelleras largas y melenudas reubicándose en el espacio
donde habitan sus cuerpos enraizados.
Feliz Otoño; esperaba decirle a mi amor platónico, todavía puedo
decírselo, tengo todo el otoño para hacerlo.
Estaba media triste por el fin
del verano, más ahora estoy feliz porque
ha llegado el otoño, este tibio y suave comienzo de otoño. También río por mis formas verbales de
escribir, jugando con elementos que van apareciendo en esta “computadora”, y
que tengo hoy la capacidad de crear con ellos.
Ahora creo saber de lo que habla mi abuela Amelia cuando dice que todo
está “aquí, en la computadora”; en la cabeza, que hoy traduzco como la memoria. Creo saberlo por la inmensa cantidad de
imágenes, escenas, situaciones y palabras, dichos; que se me vienen a la
cabeza; cuestiones ya olvidadas que vienen al presente llenas de sentido,
palabras calcadas de realidades; como las que salieron de mi boca cuando
escuché al personero x defender la reforma tributaria ante el presidente de la
Sofofa… “la misma caca…”, deriva de la “misma mierda…”.