miércoles, 6 de abril de 2022

Sueño con César Moyla

Por estas noches soñé con César Moyla.  Lo veía robusto, gozando de buena salud, sonriente y amistoso.  Nos saludábamos.  Estaba de pie, de medio lado, sobre un suelo que parecía tener melgas.  La blancura de su piel resplandecía inundando sus pecas.  La Fabi andaba por ahí revoloteando, en el fondo, en primer plano, luego se alejaba.  

Con el César nos conocimos en el liceo en 1988.  Él iba en segundo y yo en primero; después él en tercero y yo en segundo, después en cuarto y yo en tercero.  Fue en la Fiesta Comercial que organizó el primer Centro de Alumnos elegido democráticamente después de la dictadura, de cuya directiva yo era la tesorera representando a la Jota, cuando me hizo sentir muy mal con su descarga de enojo por unos dichos que inferí a una niña.  No recuerdo con nitidez las palabras situacionales, ni las condiciones del acontecimiento mismo, pero sí el sentido de las naturalezas y direccionalidades del poder que se desplegó anudando significaciones diferenciadas de ambos en una dinámica en que yo no me pude explicar.  La furia de César había clausurado la escena.  

Este sueño me llevó a recordar el lugar abyecto en que quedé.  Todavía resulta engorroso y doloroso volver a este hecho que me costó un sentimiento de inferioridad causado por la autoridad del César.  Después de un tiempo, entró a militar en el Frente "autónomo".  Apoyado en la reja del liceo detrás del paradero, y con su chaqueta de mezclilla característica, me contó de su decisión, y lo que significaba: dejar de ser parte de esferas impropias de pertenencia política, como se suponía, era la mía.  

Todo lo maravilloso no lo cambió algunos nudos en el amor, ni las confusiones y tensiones del contexto político.  César pasó una noche conmigo en mi pieza después de haber estado trabajando juntos con pinturas y lienzo en mi casa.  Fue una mañana que rompía la uniformidad de todos los días, estar cerca y conversar en la misma cama,  transgrediendo el orden de mis padres, un orden implícito, fue parte del prodigio de la lucha contra Pinochet.  César vivía en el paradero 21 de Gran Avenida, una de las primeras veces lo pasé a buscar para ir a una concentración de un 1° de Mayo en el Parque O’Higgins, todavía recuerdo la luz del día dentro de la micro.  Dos años después fuimos a una huelga de hambre a solidarizar con nuestros estómagos vacíos a un liceo del paradero 25 hacia adentro.   Fueron muchos los momentos y vivencias compartidos con César, y con todos quienes éramos de la izquierda revolucionaria en el liceo.

Ahora puedo ver con claridad la gran admiración que sentía por él, por su manera de hablar, por sus modales, su inteligencia analítica, su calma y ternura. César vivía con su mamá, nunca  quise preguntarle por su padre.

21 de agosto de 2014

martes, 5 de abril de 2022

El pichi tornado de Peralillo

Hoy realmente fue el inicio de una historia y la continuación de otra, serán las profecías de las cuales una vez escuche hablar a María Quiñelén con alguien que estaba por ahí en la sala de espera, o ella me contó de las profecías de las que había hablado con un amigo y compañero de la media, esto es lo que retengo desde que escuché algo así de parte de ella.  Esta idea de la profecía me ha dado vuelta precisamente porque María me dijo que yo iba a tener dos hombres que me cuidarían, uno sería mi hijo.  Y la verdad es que después de dos años aproximadamente me doy cuenta que quizás esos dos hombres sean Eduardo y su hijo Antúa, ambos son muy jóvenes ahora.  Esto es algo que no he dejado de pensar, y parece que no se lo he dicho a nadie.   

También hoy es un día especial no sólo por el término del año 2013, y comienzos del 2014. Llegando a Peralillo pensé que había un incendio por la presencia de una nube café que movía papeles a una altura considerable por el aire, pero resultó ser un remolino muy definido que atorbellinaba muy rápido hacia arriba, su base era muy sólida como si estuviera recibiendo propulsión desde abajo, una energía invisible que mantenía el pichi tornado enervado hasta el cielo como el árbol del gigante egoísta.   Lo más significativo fue que no fui la única que lo presenció, mucha gente se detuvo a mirarlo, estuvo mucho rato sin desaparecer batiendo el aire con fuerza y mucha intención.  

Ahora que estoy aquí en Santa Cruz, después de mi paseo apoteósico, y encontrarme con Eduardo y Antúa en mi hogar aquí, y todavía más, después de encontrarme con Eduardo en el negocio de Silva, e interactuar bajo la sorpresa de verlo en un espacio de mi frecuencia donde jamás lo había visto, fue un shock que me remeció toda, primero sentí que era más grato y sorpresivo para mí que para él, me deprimí por un momento, me dije “bueno”, había una alta probabilidad de que toda mi historia con él fuese una fantasía alimentada por mi imaginación y mis ensoñaciones amorosas que me fueron naciendo poco a poco, sin darme cuenta desde que llegué aquí a arrendar el 17 de julio de 2013.  Así que mantuve la calma para no desarmarme y mostrar algún signo de debilidad.  Seguimos en el negocio, en un momento no lo vi hacia mi costado, me doy un poco vuelta levemente hacia atrás, y estaba ahí, cerca de mí, detrás de mi espalda, lo miré hacia arriba a sus ojos, y muy, pero muy sutilmente sonreí por lo grato de sentirlo ahí.  Después hubo desplazamientos entre todos/as, los compradores y la señora y el hijo de Silva, entonces nos encontramos nuevamente próximos pero no tanto lo que permitió un espacio libre y vacío lo que me llevó a preguntarle después de pensar bien la pregunta:  “¿cómo estás?”, “bien”, me dijo, “y tú”, me demoré un segundo en contestarle, entonces y cómo no pude darles mis detalles de por qué estaba bien, porque estaba en Santa Cruz, donde quería estar, con él, cerca por lo menos, entonces le dije “bien”, resumía en esa interjección toda la inmensa y tranquila felicidad de estar ahí con él hablando en un espacio que no es la casa que nos une.  Mi interjección “bien” iba con todas esas imágenes, entonces sentí que le transmití que estaba bien, y “bien” también por estar viviendo ese momento juntos ahí, libres. Entonces su cabeza hizo un movimiento como el mío cuando fui por mis imágenes antes de responderle con palabra, y me miró con su rostro iluminado por mi palabra “bien”, como si hubiera captado el significado de mi bienestar por estar con él. 

Bueno, después de este paréntesis hermoso, quiero decir que ahora hace un rato mientras escucho música me acordé del remolino que soñé estando con mi abuela Amelia en el tiempo de mi niñez, ahora este newen se súper materializó. Realmente fue muy heavy, algo que no había visto antes, y tampoco lo habían visto las personas ahí. 

1 de enero de 2014

lunes, 4 de abril de 2022

La misoginia de Hassan

¿En qué se expresa y manifiesta la violencia psicológica, emocional y física que Hassan ejerció en contra de mí? 

En el sexo, en la solicitud de la depilación de mi vulva, en la abstinencia de Hassan de tener  relaciones sexuales en mis periodos menstruales, por ejemplo. 

En Santa Cruz me amenazó verbalmente con golpes el día en que decido denunciar estos hechos y el continuo de violencia acontecida hasta la fecha. “Te pego, Te pego, juro que te pego”, me dijo repetidas veces en presencia de Javiera, persona que recién empezaba a trabajar en el local, quién tuvo que sujetar a Hassan un par de veces y ponerse por delante de él para que no cumpliera su amenaza.  Botó los colgadores dobles de fierro pesado, se rompió un dedo, cerró el local violentamente conmigo adentro y Javiera, en presencia de Freddy y Rosita que venían entrando a la tienda como clientes, con todo el escándalo, después de discutir y resistir en el lugar de mi derecho a mi libertad personal. En vista que Javiera tomó una posición de falsa neutralidad, posición que me perjudicaba absolutamente, decidí salir afuera del local, en ese momento Hassan cierra las cortinas y queda adentro con Javiera, encerrados, me pareció una escena de terror, sentí temor por Javiera, pero sentí el riesgo y peligro en que me encontraba yo también si intentaba entrar.  Llamé al 149, pero me contestaba una grabadora. Finalmente, después de estar sentada unos momentos en la banca de madera de afuera de mi local con Freddy y Rosita, y conversando de la gravedad de la situación, decido abrir la cortina y ver que está sucediendo al interior de mi local.  Hassan y Javiera estaban arreglando la ropa en el colgador de fierro doble que habían parado.  Dejé los candados encima del mueble de la caja que había sacado conmigo para salir de la escena de violencia.  En un momento después llega Marisol, mamá de Javiera, la veo que está conversando con Hassan y Javiera. Me voy con Freddy y Rosita caminando, me dejo influir por Freddy en su visión de lo que tengo que hacer, salir de ahí y no volver, ni siquiera a despedirme de Marisol.  Me fui caminando con ellos/as hasta su hogar donde fui acogida esa noche del martes 16 de junio.  Más tarde llamé a Marisol por mi celular, me acordé que se lo había pasado a Javiera para que llamara a su mamá. 

La misoginia también se expresaba en un constante acoso con interrogaciones: “¿Dónde estás? ¿Con quién estás? ¿Dónde andabas? ¿A dónde vas? Te vieron en la Avenida con alguien, un hombre”.  En una de las últimas interrogaciones me preguntó si estaba teniendo relaciones sexuales con otra persona, que le dijera para él saber. 

Me dijo Felicia, nombre de su ex esposa, varias veces en extrema explosión de violencia, la última vez delante de Marisol y Javiera quienes se interponen atajándolo para que no se abalance contra mí. 

“Tú no sabes lo que quieres”, me decía en frases repetitivas, no sé en qué se basaba para decir esto, si desde el primer momento le conté cuales eran mis planes de vida, terminar mi magíster, continuar con mi doctorado, hacer investigación y vincular todo con la recuperación del campo de mi abuela y realizar distintos proyectos, el principal plantar bosque nativo.  Y el mismo hecho de estar en Santa Cruz con el local de venta de ropa reciclada era parte de nuestro proyecto de pareja para juntar dinero para comprar nuestra casa y estudiar ambos.  Y en mi vida emocional y espiritual hace mucho tiempo que sé lo que quiero, no es muy difícil saberlo porque son las cosas más simples de la vida, amor sano, amor por la vida, vivir enfocada en la vida, la alegría, vivir sin culpas y con temas resueltos. 

Muchas veces me amenazó con llamar a mi papá porque según él yo no quería trabajar, no servía para trabajar: “tu no sirves para trabajar, tu no sirves para vivir, tú eres una mala persona”, me increpaba.  “Tú no eres normal”, me dijo muchas veces cuando le expresaba mis puntos de vistas sobre la vida, la sociedad, la cultura, los estudios, incluso, sin razón alguna. 

Me amenazó con llamar a la PDI, “tú no sabes de lo que yo soy capaz”, que va a echar a mis amigos si llegaban a mi casa, que no los va a dejar entrar que va hacer un escándalo.  Y en el local que iba a quemar el local, en las últimas situaciones de violencia me amenazó con sacar la mercadería, que él se va a arrendar y hacer sociedad con otras personas. Amenazas y más amenazas. 

“Anda a divertirte, en tu computador, a internet, déjame tranquilo”, me dijo una vez.  

Incurría, en un discurso sobre mi persona descalificador, de intimidación y de anulación de mi ser y hacer.  Realizaba cambios repentinos unilaterales respecto a los acuerdos, por ejemplo del manejo del local. Existía un clima de no diálogo, de constante tensión y violación de mi espacio habitación, humo de cigarro, colillas acumuladas, inexistencia de cooperación en las tareas del hogar.  Naturalizó y negó los ataques de burla y vigilancia de las personas de los negocios del frente que me violentaron en la tienda y confirmando su profunda falta de solidaridad hacia su pareja que era yo.  

Una vez me maltrató porque su familia en el Líbano lo había llamado por causa de unas fotos que estaban en mi Facebook, donde salíamos él y yo en la despedida de una amiga que volvía a su país.  Me ordenó eliminar esas fotos o eliminar a Sezar su hijo de mi Facebook canal por el que vieron las fotos después de cuatro meses de publicadas.  Por suerte reflexioné y decidí no realizar las eliminaciones porque consideré que yo no tenía nada que ocultar, y que si lo hacía iba a estar subordinándome a una premisa extraña y a una lectura completamente errónea del significado de las fotos, por lo tanto, reaccioné a tiempo y no intervine mi Facebook a causa de terceras personas que no me conocían, como la familia de Hassan.    

Recibía de Hassan un trato de superior jerárquico, un padre todopoderoso y castigador que me colocaba en un lugar que no era el mío, el de una persona menor de edad incapacitada, infante, intentó hacerme creer que yo estaba imposibilitada de cuidar de mí misma, supuestamente por incapacidad mental. Su constante violencia verbal buscaba disciplinarme dentro de los lineamientos de su pensamiento misógino y sexista del deber ser de una mujer “normal”: esposa y reducida al espacio privado donde el principal rol es estar y ser para el “esposo”, según las condiciones y disposiciones del esposo. 

Recuerdo que consiguió el número de teléfono de mi papá fraudulentamente, y, luego me dice que yo se lo di, intentando como siempre de convencerme de algo que no pasó, que no es real, como ha ocurrido en muchas situaciones y hechos. 

En un momento, después de llegar a Santa Cruz, me manifiesta que en la casa en la que vivimos los dos no permite que se aloje nadie que no sea de la familia.  Sorpresa, tras sorpresa, disposiciones no conversadas toma del control de la convivencia y relación amorosa, imposición de reglas y silenciamiento, que no diga nada a nadie de él, eran la tónica de su comportamiento hacia mí. 

Me aislaba socialmente, un día me interrogó por qué yo entraba a la boutique de al lado y qué iba a hacer donde mi vecina. 

Antes de mi llegada a Santa Cruz realizó habladurías victimizándose con clientes insinuando que estaba abandonado, que no sabe qué pasa con su relación, que su pareja no está.   

Recuerdo una vez no haber tomado en cuenta un comentario amenazante que realizó respecto a “que si huele algo extraño aquí en mi cama”, estableciendo límites de mala manera al principio del romance, en mi departamento.  No lo consideré, porque nadie que no sea yo decide sobre mi vida, por eso me pareció menor su intervención.  Pero ahora veo que en la práctica el extremismo y los prejuicios de Hassan terminaron por afectar mi vida. 

Además, ¿por qué el silenciamiento?  Si hay confianza, la protección y el autocuidado de la pareja se da espontáneamente, no hace falta que uno ponga las reglas unilateralmente. 

“Dios autoriza a matar”, me dijo un par de veces ante temas profundos de conversación, pero como yo lo veía desde su cultura en sus propios términos, no me afectaba su pensamiento porque yo también tengo mi propia cultura en mis propios términos, escucharlo era sólo un puente de comunicación. 

Me daba argumentos paranoicos o sin sentido como que a la gente que yo le doy confianza, o con la que estoy empezando a compartir “es gente que te roba después”. 

En el pago del arriendo del mes de julio del local, Hassan pasó a preguntarle a don Manuel, dueño del local, si le habían pagado en tono, interpreto, como de fiscalización de mis responsabilidades y dejándolo públicamente expuesto en signo de dominio en los asuntos del manejo del negocio en términos de supervisión, porque en términos concretos el pago del arriendo me correspondió siempre a mí y siempre me hice cargo cabalmente, por lo tanto  no había necesidad de fiscalizar algo que era un hecho, era redundante la supervisión, esto lo viví como un acto de descrédito hacia mi persona. 

En una oportunidad omitió que tenía $300.000 con él para el pago del arriendo, asumiendo yo que teníamos que juntar de cero.   Ante mi sorpresa e interpelación me respondió: “Tú no me preguntaste”.  En consecuencia de que mi conducta fue siempre la de comunicar el dinero que yo realizaba vendiendo y el que tenía conmigo. 

En una de las explosiones de violencia frente a personas con las que empezamos a relacionarnos como Javiera y su madre Marisol, dijo desde el lugar del mueble de la caja: “Yo manejo el local y Vanessa a mi lado”.  Esto fue el sábado 20 de julio, después que se enojó con Javiera a quien retó.  Javiera lloró por esta causa.  Entonces Hassan se acercó a ella a abrazarla y besarla en son de disculpas.  También saltó en lágrimas Marisol.  El móvil de esta situación de llantos provocada por la alteración de su persona a causa de la actuación impertinente e invasiva de Javiera supuestamente hacia el rol de Hassan en el local en ese momento, consistente en que Javiera insistía neuróticamente en llevar el registro de las prendas vendidas, el móvil Hassan lo transfiere a mi persona, diciendo públicamente ante las otras dos personas que también se encontraban ahí, a parte de Javiera y Marisol, estaban el polo de Javiera, Eduardo, y otro joven, Fernando, que:  “Vanessa es la culpable de todo esto que pasó ahora”.  Entonces, una vez más la conducta de Hassan, queda fuera de cuestionamiento ante él mismo y los demás, endosándome a mí la responsabilidad de los hechos recién acontecidos junto con vociferar señalando con su mano izquierda gesticulando hacia mí que: “yo ya no tengo confianza en ella”.  Recién aquí me doy por enterada de su nueva disposición hacia mí, su declaración de desconfianza y hecha pública. 

Durante uno de los primeros días de venta escuché que le decía a un caballero al que le habíamos vendido una chaqueta de cuero que “ella no sabe”, porque no acepté la venta sin boleta dada la rebaja que se le había hecho.  

Ya mencioné el acoso de terceros, como las amistades de Hassan de los negocios del frente del local quienes un día extrajeron mercadería de la tienda sin mi permiso, y su manifestación exagerada del apoyo a Hassan como los gritos de saludo hacia él, y los agravios con gritos e improperios hacia mí, en el día de la audiencia por amenaza de muerte como “lo que pasa es que su hija es volá”, grita Berta a mi papá. 

Siguiendo con las amistades del frente, un día el hijo de la contadora cruzó a preguntarme si la cartera que estaba colgada afuera con manchas dálmata era para perro o si teníamos un bolso para perro. “Te están molestando, lo mandaron del frente”, me dice Marisol. 

Todo el tiempo Hassan me decía que él nunca había recibido dinero de una mujer, que nunca una mujer le había comprado cigarros, o dado dinero para pasajes, que él siempre manejaba no menos de mil dólares en el bolsillo.  Yo todo eso lo aceptaba porque creía entender su condición de persona árabe y hombre, sin llegar a pensar que en algún momento me podía afectar, porque finalmente cada persona tiene sus creencias, su historia y sus prácticas, y eso es individual. 

El 25 de julio, me insulta y amenaza con matarme, me grita perra, puta, prostituta, que muestro el culo; tu eres una mala persona. Tú no eres normal.  Hasta que me echó del local: ¡fuera! ¡perra! ¡puta!  Después me obligaba a conversar, insistía en llevarme a la notaría para que yo firmara un papel para que él saque la mercadería.  Me siguió al local de polla del frente para obligarme a ir a la notaría. 

Cuando volví de los días en Santiago después de la denuncia por violencia, me culpó apuntándome con el dedo y con gritos descontrolados que tenía cáncer por mi culpa.  Muchas veces intentó inmovilizarme con órdenes para que me quedara parada frente a él escuchando sus puntos por puntos en el manejo del local.  Qué impotencia, pero en realidad qué tristeza.  ¿Pareja?  La verdad, no tuve; no estuvo presente en muchas cosas que me pasaron, ni siquiera se enteró, no hubo tiempo, ni espacio para la conversación, es más, su discurso de alabo por mi habla fluida, cambió radicalmente por uno que boicoteaba mi habla.

Nuevamente amenaza con matarme. Me acorraló en el lugar de la caja del local, impidió mi salida con su cuerpo usando su fuerza física para retenerme y me quitó el teléfono de la mano para obligarme a conversar con él bajo este clima de amenazas e imposiciones. 

Esto ocurrió después del viernes 26, día en que me llama para decirme que lo perdone porque él se dio cuenta de que la gente de los locales del frente me molestaban.  También me pidió que volviera a la casa, y específicamente que vaya esa noche porque él estaba muy caliente y no podía esperar, me dijo que tomara un taxi, y que también él me podía ir a buscar, pero que vuelva por favor, porque no puede esperar.  Le dije que no, que iba al otro día en la mañana.  

Entonces el lunes 29 sucede que se repiten las escenas de comunicación amistosa de Hassan con estas personas del frente de la tienda, me doy cuenta de que no ha habido comprensión del significado del daño producido por estas personas en complicidad con su conducta a mi salud mental y emocional, por el hecho de no solidarizar nunca conmigo, su pareja de entonces.  Mi pregunta inmediata fue ¿Por qué me pidió perdón? Si todo sigue igual en torno a sus relaciones mutuas con estas personas que no solamente me molestan y molestaron con su vigilancia, sino que también realizaron acciones concretas en contra de mí.  Una vez más sentí vulnerada mi persona en esta relación íntima de afectividad, así se lo manifesté.  Entró en cólera, y me dijo: “¡¿qué  quieres?, te doy plata mes a mes para que tú no estés aquí!”, en el local.  Dentro del mismo arrebato dijo: “yo vendo fuera, hago lo que quiero.  Yo voy a traer otros fardos y eso es mío, lo que sale del local para el local.     

Hoy 3 de agosto realicé una nueva denuncia por amenaza de muerte con el carabinero Joel González. 

No reconoce que me amenazó, lo siguió negando, incluso cuando fue a buscar su ropa con carabineros.  Me dijo: “yo nunca te he amenazado de muerte”, públicamente delante de mis padres y del carabinero.  Entonces le digo mirándolo a sus ojos que me miraban imponentes intentando convencerme irracionalmente de aquello: “Claro que sí ¿o tienes doble personalidad?” 

Entonces, ahora yo no sé si realmente tiene problemas psicológicos, lapsus de memoria o es perverso y ultra pillo y manipulador, por lo tanto, un delincuente. 

Yo creo que en ambos casos necesita un tratamiento o ayuda reparadora a esa conducta.  O es sin vergüenza y miente deliberadamente para protegerse. O tiene transtornos de personalidad por traumas propios de su historia de vida, o es perverso y su odio hacia mí es el móvil. 

Hassan se acerca al local de Sanfurgo 28 B.  Mi mamá me llama para avisarme que Hassan está en Fanny Studio, justo cuando salgo a pagar la cuenta del agua de la casa que dejamos.  Me lo encuentro en la esquina de Casanova con Sanfurgo, lo veo, cruza la calle desde la esquina del frente, creo que me ve, no le doy la cara, pasa por detrás de mí, Berta y Clara, le gritan, ¡chao Hassan! lo despiden con movimientos en sus manos, sigo caminando por la vereda hasta mi local.  

Una vez en mi local, se acerca Mercedes, una mujer con capacidades diferentes y me dice que me acerque a ella que quiere conversar, dime no más, convérsame,  mientras estoy cerrando las cortinas del local,  “es verdad que tú vendes pitos”, me da risa por lo ridículo de su intimidación, y a la vez siento el impacto de la violencia lateral de Hassan, esta persona, fue enviada por él, lamentablemente su actuación fue fallida porque me dio risa, y le dije, que yo no vendo, si tengo doy, “¿tú tienes?, cuando tengas convídame.  ¿Y tú fumas?”, “No” me responde.  “¿Entonces?” La miré sin hablar.  

“Todo esto es tuyo”, me dijo por la mercadería del local, ¿qué cambió?  “Yo hago trato con Javiera, con Isabel, Alejandra y tú también, y tú aquí en local”, me dijo en uno de los últimos encuentros en búsqueda de acrecentar el negocio de la ropa reciclada. 

Su odio contra mí lo llevó a buscar por medios verbales las formas de quebrantarme  psicológica y emocionalmente en reiteradas veces.  Asimismo, utilizó a terceras personas para menoscabar y humillar mi condición de ser humana íntegra y autónoma. A medida que los niveles de violencia fueron incrementando de su parte, varias veces intentó inmovilizarme físicamente siendo la primera vez la causante de la denuncia por VIF.  En oportunidades posteriores la inmovilización física consistió en el acorralamiento al interior del mueble de la caja donde me arrebató el celular de las manos, bloqueó la salida con su cuerpo durante un largo tiempo. En el forcejeo, levantó uno de sus brazos amenazando con golpearme si salía de ahí.  Finalmente logré escapar gracias a que habían entrado clientes a la tienda.  Me amenazó de muerte al menos 3 veces. 

Recuerdo la vez cuando los maestros estaban habilitando la iluminación del local y Hassan me preguntó en actitud de control y fiscalización: “¿qué estabas haciendo tanto rato en el baño?”. 

Con frecuencia no respetó acuerdos cambiándolos según motivos antojadizos y sin comunicarlos.  Ya después de la notificación de la audiencia por VIF me amenazó con terminar “todo” que lo único que quiere es pagar sus deudas, y como en tantas ocasiones siempre quiso imponer la última palabra poniéndome entre la espada y la pared, que qué es lo que quiero yo.  En lo cotidiano, recuerdo un domingo en que me llamó a comer, a almorzar, en realidad varias veces me llamó por la misma razón y todas las veces lo hizo con tiranía y violencia.  La última vez le dije, “ni a un perro se trata así”. 

¿Desde qué lugar de poder me habla, juzga y violenta el ofensor?  Desde su supuesta superioridad moral fundamentalista y absoluta de los discursos hegemónicos patriarcales, que lo ubica en el lugar de un tutor que juzga, tiraniza y castiga, por el hecho de ser hombre y estar en el lugar de la dominación. 

Lo que quiero es disolver la Sociedad de Responsabilidad Limitada que tenemos en común, salir de esta situación de violencia y recuperarme de sus efectos.

 

domingo, 3 de abril de 2022

Ay caramba

Otro shock en Santa Cruz, esta vez con la señora Olfa, casi me hace lesa.  “¿Por qué razón?  Si fueron problemas económicos”, le dije, no había necesidad de engañar. Y tan deliberada e impunemente, pienso yo ahora.  “Engañar como mienten los hombres para volvernos locas y hacernos dudar de nuestras vivencias y experiencias”, le dije, “quédese no más con la cama”. 

Ay caramba, que está pasando en este micro cosmos. 

21 de agosto del 2013

 

sábado, 2 de abril de 2022

Las cosas con Hassan

Las cosas con Hassan ya no son las mismas.  Nos conocimos el 31 de diciembre del 2012 en la piscina del Condominio Catedral 3033.  Antes ya lo había visto unas tres veces y me había llamado la atención, lo encontré atractivo.   Esa tarde en la piscina llegó a mi lado con tres amigos árabes hablando en su idioma muy fuerte los cuatro, yo leía el “Escucha winka”; entonces Hassan me habló en castellano y me dijo “no te dejamos concentrar”, “me concentro igual, con un poco más de esfuerzo” y seguí leyendo, pero estaban ahí con su presencia masculina árabe, entonces le pregunté si el idioma que hablaban era árabe.  Y ahí empezó la conversación, entre las cosas que recuerdo me dijo que su pueblo, o su cultura tenía más de 26 mil años de existencia, a lo que le dije que aquí, en estas tierras la presencia de gente databa de los 30 mil años, justo había leído sobre el sitio en Monteverde en el mismo libro que tenía en mis manos y del cual ya sabía por mis estudios en la Universidad Austral de Chile. 

Conversamos, y nos mirábamos fijamente a los ojos.  Me contó que estaba leyendo un libro y que en poco tiempo más ya podría leer perfectamente, era un libro de Paulo Cohelo, le dijo a su compañero de departamento que fuera a buscar el libro, era Madhi, que después conocí.  El libro se lo había regalado Dani la polola de Madhi, me mostró tres párrafos, y me indicó con sus dedos, que en ese momento vi pequeñitos, delgaditos, los dos párrafos que a él le gustaron, eran los dos de los extremos menos el del centro.  Los leí y sonaron interesantes, era sobre el pasado, y dejar atrás, por supuesto en un nivel de complejidad mayor al mencionado aquí.  Los amigos guardaban silencio, escuchaban toda la conversación observando también la interacción, ahí conocí a un iraquí, que ahora sé que se llama Heider. 

Antes, en el comienzo de la conversación, Hassan, se presentó, y presentó a sus amigos, eran tres libaneses, junto con él, el otro, aparte de Madhi, ahora también ya sé que era Ali Salman. Hassan se veía de una personalidad increíble, así lo puedo describir ahora, muy líder en sus cosas, muy viril también, muy atractivo, vuelvo a repetir, sus ojos, su mirada, fueron para mí como mirar, o entrar en contacto con otro mundo, uno completamente desconocido para mí, exótico, hipnotizante, extasiante, realmente fue una comunicación power, ¿mística?, no sé, no encuentro la palabra para describir la escena externa e interna que me embarcó, ese día, en ese lugar, en el césped sentada sobre mi manta tejida por hombres y mujeres aymaras, que compré a Vicenta Mamani, teóloga aymara.  En un momento Hassan se pasó a esta mi mantita, lo vi acholloncado, feliz, pero con una felicidad extraña para mí porque su cara sonreía como de otro lugar, sus ojos tomaron otra forma, se pusieron como tajitos, iluminados, su boca, su nariz y todo él se parecían a un personaje salido de una película entre futurista y extraterrestre.  Me dio mucho gusto verlo, lo vi, creo sin que me viera, interpreté que le gusté, o le gustó estar conmigo, o lo que pasó en toda esa comunicación.  Después ya de tanta interacción, me dije, listo, me voy, y me despedí de ellos, había estado muy intensa la interacción para mí, por sostenerme a mí misma entre aquellos hombres árabes desconocidos, creo que nunca había estado en esa situación comunicativa.  

No si fue realmente extraordinario la primera vez que hablamos con Hassan, me quedé muy especial, en un estado de enamoramiento intercultural.  Cuando me paré, le dije, bueno otro día seguimos conversando, y me dijo aquí, con su mano me mostró el pasto a su lado, entonces yo no supe como interpretar ese gesto, o más bien, como era alguien exótico, no quise interpretar el contenido literal en su sentido literal que vendría siendo “aquí, a mi lado, bien cerquita de mí”.  Me di la chance de intentar ver otra cosa en ese gesto, me gustó debo reconocerlo, aunque se haya visto posesivo.  Mientras avanzaba en mi caminito dejando mi rincón, me fui despidiendo de cada uno de ellos y le dije fue un gusto.  Andaba con mis blue jeans viejos pescadores, mis hawaianas y mi polera blanca musculosa.  En orden, primero me despedí de Haider mientras acomodaba mis pantalones en mis caderas en un movimiento de piernas como de paso de baile del que hacíamos cuando bailábamos “Boys boys”, en las fiestas ochenteras, un movimiento de tijeras.  Al final de la hilera estaba Ali, a quien lo vi en otra expresión, más amable que como lo estaba experimentando durante la conversación, con un rostro serio y medio enojado, lo miré a los ojos y nos sonreímos, entonces, me dije, chuta cuál de los dos me gusta más, me dieron ganas de conocer a Ali también porque lo vi bastante guapo también y más joven.  A Hassan lo vi de 46 años, después supe que tenía 43.  Salí de ahí, pasé por conserjería con la mente fija en la puerta de la mampara de la Torre B para no titubear en mis movimientos con mi cuerpo que estaba bastante emocionado por este encuentro paradigmático. 

Algo que debí haber hecho en el texto anterior fue haber dicho que cuando conversaba con Hassan, la primera vez, le observé algo oscuro, negro, en sus dientes del costado izquierdo.  Pensé que era como un adorno o tapadura.  Después supe que eran caries, y que le faltaban varias muelas.  

Hace dos horas más o menos fue solsticio de invierno o Wetripantu.  Desperté justo a las cinco, lo supe porque mi alarma sonó justo después de ir al baño. No me duché justo a las cinco, lo hice cerca de las seis, tampoco fue un gran rito, con toda la carga emocional que quería ponerle.  Pero bien, ya estamos en Wetripantu, no se demoró nada en llegar.  Parece que Hassan tiene razón, el tiempo está pasando muy rápido.  Pensaba hace poquito rato, y si está pasando tan rápido cuál es el sentido de estar triste, y muy triste por este amor que está medio moribundo, realmente me cuesta hacer el diagnóstico de nuestra relación con Hassan, en realidad no me cuesta, sé lo que siento, lo que no sé es cómo salir de este círculo vicioso del desamor que siento nos está pasando.  Siempre habíamos dormido abrazados, ahora ya casi no nos tocamos cuando dormimos.  No quiero tener que pagar por mis miedos del comienzo, mi rebeldía y mi puesta en escena de mi ideología y posturas sobre las distintas cosas de la vida, sobre todo en los temas del conservadurismo.  

Bueno, ese día, el 31 de diciembre en la tarde me pasaron a buscar mi mamá y la Fabi  para ir a pasar el año nuevo a la casa de la Carola.  En el camino me iba alucinada, principalmente pensando en Hassan, sin saber que era Hassan, o, en realidad, dejándome sentir atraída y extasiada por aquella conversación tan intensa y llena de lindas emociones.  Les conté a mi mamá y a mi hermana que había estado conversando con unos personajes árabes. Dejando la Alameda y entrando por Providencia a Apoquindo, miraba el atardecer que se manifestaba ambientando mi escena interior, alborotada por este encuentro tan particular, en el que me sentía atraída por el interlocutor principal.  Después de la noche de año nuevo que pasé sin ducharme y con mi buzo rojo, estuve atenta a posibles encuentros con él.  Tengo que decir que en los primeros días de enero sufrí una de mis crisis que me recortan de la realidad, pero ahora también recuerdo las micro crisis que me dieron a partir de las clases de Carlos Ossa y su particular modo de ser y estar en clases, más su ideología del horror y el sinsentido, y la violencia que vi en él a través de sus dichos y prácticas, una vaca sagrada.  

En medio de la crisis de principios de enero me junté con Alejandra una amiga que hice en el curso de inglés del 2008 y que no nos veíamos de aquel año recuerdo, y que volvimos a juntarnos después que nos encontramos en el metro.  Fuimos a mi departamento, algo le conté de mí, de lo que me estaba pasando, de cómo me sentía, entre dispersa con paranoia y recortada de este mundo, intenté hilvanar palabras e ideas para explicar mi situación, pero más me movía el ánimo de estar acompañada con ella, con una persona que conocía un poco más.  No sé que hice esa tarde, lo que sí sé es que a la salida del Condominio, me encontré con Ali, me di cuenta al tiro que era él, lo vi muy guapo nuevamente, andaba con un celular monitoreando algo y unas bermudas y polera que le quedaban muy bien, lo vi, pero no nos saludamos, no quise detenerme en él, obviamente por dignidad, fue como si saliera de una caja de sorpresas, ese día toda yo estaba enrarecida con mi entorno.  Parece que me fui a San Bernardo y mi mamá me colocó un diazepan para dormir, antes creo intenté hacer algo con mis textos que escribí en el magíster y que se me iban en collera, las palabras, las ideas, todo era una ensalada, hasta pensé y he pensado como me ha pasado con las cintas de las grabaciones en caset que hay espíritus que juegan con mis escritos y grabaciones, que los espíritus de los muertos como en el caso de don Pacian Castro y la señora Teresa Garcés, que sentí que estaban dentro de mis cintas hablando e interviniendo sus dichos.  Bueno después de esta crisis que me llevó a no realizar mi parte de un trabajo que estaba haciendo con mi compañero Javier Silva Salas para el profesor Rafael del Villar, encontré nuevamente el equilibrio en mi vida, y por supuesto recordaba que había alguien que me había gustado, y algo más que gustado, interesado.  Así que me mantuve atenta a alguna aparición de esta persona que iba a ser Hassan.  Apareció.  

Un día estaba en conserjería, creo que escribiendo sobre un evento que había ocurrido en el departamento de arriba, sobre dos personas que hablaban de una cuchilla, cuando a mis espaldas siento un acento que podía ser de él, en realidad sabía que era él, me di vuelta un poquito para mirar, estaba hablando con la señora Nolbia.  Termino de escribir, y lo sigo media corriendo hasta el ascensor, llego, él aún está en el ascensor, alcanzo a subir, lo saludo, hablamos. 

No recuerdo exactamente de qué hablamos, pero de que cruzamos palabras y se me hizo muy corto el tiempo en el ascensor fue cierto, lo que recuerdo es que me dijo que vivía en el número 1002 ó 1004 andaba con unas bermudas, supongo que eran sus bermudas blancas con negro, se veía muy iluminado su rostro, delgado, con la barba creciéndole, estaba muy lindo y atractivo.  Me tuve que bajar del ascensor, me hice la valiente, como si no me importara que el tiempo se había terminado para los dos.  

En estos días de enero anduve bien prendida, alegre, con ganas de vivenciar un romance, en realidad eso lo puedo decir ahora, lo de vivenciar un romance, porque por esos días andaba media volcada al amor, con ganas de amor, de amar y que me amen, y esta persona me producía la atracción suficiente para tener un encuentro amoroso.  Por supuesto nunca se miden las consecuencias, solo quería amor en este entrecruzamiento de mundos, uno exótico para mí. 

Hasta que un día de estos por fin tuvimos otro encuentro más largo y a solas.   Estaba en el ciber, y de repente veo a Hassan y a Madhi, creo que vi primero a Hassan.  Creo que ahora me acuerdo, estaba sentada mirando hacia la caja, y Hassan, este personaje que me resultaba muy magnético pide un computador, y se sienta cerca de mí, pero de frente a la pared, no sé, creo que ambos dos estábamos dispuesto el uno para el otro.  No sé qué nos hablamos, pero creo que nos saludamos, por algo habrá partido la interacción.  Entre todo el alboroto de las feromonas pienso ahora, y los sentimientos del corazón, Hassan me ofreció un helado de maquina, un barquillo, era verano y de noche en el ciber del Cristian y su esposa.  Acepté el helado con mucho gusto, fue el gesto más encantador que había recibido en mucho tiempo.  En un momento sale Hassan para afuera, ahora me acuerdo que parece que para fumarse un cigarro, y justo entra Madhi y le pregunto qué cómo se llama su amigo, me dice Hassan, le pregunté de nuevo, Hassan, y repito, Hassan.  

Salí del computador media irracional para afuera a ver a Hassan sin proponérmelo conscientemente, seguí mi pasión.  Estaba apoyado en la pared del ciber, fumándose un cigarro, vi sus ojos llenos de luz, muy bello y su perfil puntudo mover de derecha a izquierda.  Tampoco me acuerdo qué conversamos en esa breve interacción, lo que sí pasó es que alguien de nosotros se invitó a caminar, o a la plaza.  Llegamos a la plaza y nos sentamos a conversar al lado de un matorral, una planta o arbusto.  En el camino ya me había contado que tenía hijos que había vivido en Paraguay.  Conversamos lo suficiente para darnos por presentados y ya casi conocidos.  De vuelta al condominio le conversé de mi onda espiritual, y de la revista del Colectivo Con-spirando, y lo invité a mi departamento para mostrarle la revista. Parece que no me entendió lo que le comentaba, me quedó la duda y ahora también la tengo, si entendió o no me quiso entender, o hizo como que no me entendió.  

Entramos a mi departamento, seguimos conversando, y a la entrada, mientras él o yo, no recuerdo, ponía una bolsa en la barra de la cocina, me dice “mi amor”, así de repente en la conversación que estábamos teniendo.  Lo miré con un poco de sorpresa, no le dije nada, casi le digo, pero automáticamente mi piloto se frenó con el pensamiento, “acepta, puede ser parte de su cultura”.  Así que no le dije nada.  Recuerdo que caminó un poco por el departamento, y también buscó donde sentarse.  Tomó un libro de Kahil Jibrhan, y algo me habló de la cultura árabe.  Cuando lo vi tomar el libro, me sentí muy bien de ver lo que estaba viendo.  Tuve ganas de que me leyera, de hecho le dije que me leyera mientras yo descansaba en la cama, y le pedí permiso para hacerlo, acostarme, en realidad recostarme.  Él se sentó en un piso al lado afuera de la puerta de mi pieza, estaba con el libro en la mano, mirándome con su brillo precioso, y contorneándose un poco en el piso y el libro en la mano que parecía a punto de leer, me seguía mirando y moviéndose sin leerme.  Le volví a insistir y a explicar, pero no me leyó.  Parece que me paré, fui hacía él, estábamos en el living comedor de mi departamento intentando pasar el momento con las emociones que nos abordaban.  En un momento él se sentó en mi silla pequeña de playa, no sé cómo fue que de repente él me abraza y me aprieta mucho, y no me suelta, entonces me desesperé unos segundos, intenté no perder el control, pero con mi susto Hassan también se asustó, eso me dijo después.  Reaccionamos los dos, yo no perdí el control, porque me dije otra vez, es de otra cultura, pero igual fue raro, sorpresivo.   Después estábamos parados, y conversamos, y creo que le dije por qué me apretó así, y parece que no atino a decirme muchas cosas, al menos no me quedó claro lo que había pasado.  Nos despedimos, no sé cómo llegamos a este momento, y le dije “nos llamamos”.  Y lo despedí en la puerta de mi departamento. 

Al otro día lo llamé después de la Biblioteca Nacional, afuera donde tenía estacionada mi bicicleta cerca de la locomotora.  Me contestó, nos saludamos muy bien, le dije que iba a ir a la piscina y que después podíamos vernos, no sé muy bien si así fue esa vez.  Lo que sí recuerdo es que de vuelta de la piscina nos encontramos, él venía caminando con Madhi, pasado Maipú, nos vimos, nos miramos de lejos, antes había visto un mural, justo unos momentos antes, donde estaba dibujado y pintado un zorro blanco, en ese zorro vi a Hassan.  Detuve mi bicicleta, Hassan se acercó, nos saludamos con un beso en la cara, y me preguntó si quería algo, una cerveza me ofreció él.  Después tengo una laguna, no sé cómo y dónde nos vimos, parece que subió al departamento. 

No sé si en esta ocasión o en otra hicimos el amor.  Lo que recuerdo es una escena donde salimos de mi departamento a buscar una farmacia para comprarle paracetamoles u otro remedio a Madhi que estaba resfriado, caminamos por entre medio hasta que llegamos a Matucana, las farmacias estaban cerradas, mis pies se reflejaban a la luz de un poste iluminado, en realidad brillaban mis hawaianas plateadas, mis pies iban frescos, libres y desnudos en aquella noche donde me hacía acompañar de un varón especial, que llevaba puestos sus zapatos negros puntudos estilo gitano, al lado de la fragilidad de mi caminar.  Nos devolvimos por San Pablo, parece que era sábado en la noche, transitaban jóvenes, el miedo a la noche por un lugar oscuro se disipaba a medida que sentía a Hassan caminando a mi lado.  En este caminar le respondía a Hassan su pregunta por lo que hacía mi padre.  Le conté brevemente que mi padre está jubilado y que recibe una pensión por haber sido exonerado de la Fuerza Área, y puede haber sido que también le dijera algo del golpe de estado y la política chilena.  Estaba en eso, cuando sorpresivamente, Hassan se mueve de mi lado haciendo un gesto que me asustó, se detuvo un taxi a mi lado, nos subimos, yo media aturdida por la sorpresa del taxi y el proceder repentino de Hassan sin consultarme o al menos avisarme que íbamos a tomar un taxi.  Le pregunté por qué no me avisó.  Habíamos caminado de la mano, ahora recuerdo casi todo el trecho del condominio hasta el taxi.  

Dentro del taxi seguimos comunicándonos, creo también le tenía tomada la mano.  El taxista tenía música romántica antigua, íbamos bajando por Cumming a la Alameda, observando el paisaje nocturno, muy bello con luces adentro y afuera del taxi.  Me sentía feliz, pero algo extraño pienso ahora que pasaba ahí, con nosotros, o con él, sería realmente que lo que pasaba dependía del hecho que él fuera de otra cultura, o es que algo de universalismo presentía.  Como hubiera sido, estos mensajes eran desoídos por mi felicidad de este encuentro de comunión.  Llegamos a la Alameda, Hassan le dijo al chofer que fuera a la posta central, yo encontré que era muy lejos para ir en busca de una farmacia y conseguir remedios, si podíamos conseguir una por ahí cerca de la Estación Central.  Bueno no encontramos, así que nos fuimos de vuelta a la posta central, y en el camino le hablé de Santiago, íbamos pasando por Los Héroes, aproveché de mostrarle donde trabaja mi mamá.  Cuando pasamos por la Moneda, seguramente le dije algo de la historia política de Chile.  Llegamos a la farmacia de la Posta Central, Hassan compró los remedios, aproveché de pasar al baño.  Cuando salimos, me sentía de otra realidad, como de estar dentro de mi propia película de cine.  Nos paramos en una esquina para hacer parar un taxi, teníamos un desorden de dónde pararnos, si en este lado o al frente, cruzamos una vez la calle, después parece que nos devolvimos, y parece que también caminamos por Portugal.  El punto extraño también rozó en la cantidad de dinero que se gastó en taxi, en realidad él, eso como que me hizo ruido, me detuve unos segundo a reflexionar, y nuevamente me dije, bueno es su cultura, pensando en la mezcla masculina y el dinero.  

Algo no me sonó bien, nuevamente hice una concesión, y pasé por alto, como siempre el amor me nubla la cabeza, no hay caso, pero cada vez me la nubla menos, con esta nueva experiencia amorosa que está siendo ahora, aunque ha tenido de componentes que nunca pensé iba a tener.  Estoy trabajando las culpas, no soy culpable de nada, he sido súper honesta, derecha y exijo lo que creo que me corresponde, y en realidad, por lo que estoy aquí con él, no olvido que todo este negocio de la ropa americana se sustenta en la relación de amor que nació entre los dos, y que se proyectó al futuro con planes de tener nuestra casa. 

Junio del 2013

viernes, 1 de abril de 2022

Peces azules en aguas verdes

Soñé que caminaba por un camino de tierra con muchos hombres maduros y viejos, también había mujeres.  El sueño era más largo para atrás, no me acuerdo de dónde veníamos.  Llegábamos a la orilla de un río profundo y caudaloso donde había un puente muy grande para cruzar el río, el puente tenía agua, había que sacarse los zapatos para cruzarlo y cruzar hasta el otro lado del río.  De repente me doy cuenta que abajo del mismo puente hay otro puente transitable por donde van pasando personas por sobre una superficie embaldosada, seca y llena de sol.  Pero uno de los hombres más jóvenes nos dice, porque íbamos con otra mujer a cruzar el puente, que crucemos por el río de atrás, que es más bajo y angosto, también teníamos que mojarnos, él estaba en el medio de esta especie de canal, brazo de los ríos que nos circundaban, nos ofrecía su mano para saltar al otro lado, yo me decidí, antes imaginé el salto que daría y lo hice, me impulsé, recibí el apoyo de su mano, y salté hasta la otra orilla, sin mojarme.  Fue como saltar el elástico. 

Antes de saltar veía peces azules hermosos, con aletas y colas largas estilizadas a la orilla del brazo de este flujo de agua, estaban a la orilla de aguas profundas e intensamente verdes, verde esmeralda y transparente. 

El río principal con el puente arriba era muy parecido al Río Valdivia.  De hecho ya me había aparecido un río parecido en un sueño anterior.  Y los ríos aledaños me recordaban Chol Chol, por la vegetación de sus orillas y la forma de sus brazos. 

Fue un hermoso regalo haber visto esos peces azules cuando me acordé del sueño de mi despertar.  Y ahora hago el click y me percato que había tres ríos en mi sueño, como el significado de mi apellido Quilaleo, y también el de mi bisabuela Rosa Maso.  

12 de enero del 2012

jueves, 31 de marzo de 2022

Oscar mi vecino

Curiosamente ayer tuvimos una interacción bien buena con el Oscar mientras lavaba su auto con la Coni, su hija, con la radio a todo full escuchando a Elvis Presley.  Me preguntó que estaba leyendo, le conté que un libro del Ziley Mora, a quien conocía de nombre hace mucho tiempo y de quién además tenía prejuicios por saber que era nacionalista y medio neo nazi y entendía la lucha mapuche como una cuestión de lucha de una raza pura y superior.  –Está bueno el libro- me dijo después, cuando me vio concentrada.  Le comenté que justo estaba en la parte de los afrodisíacos, ya antes le había dicho que el título era Magia y Secretos de la Mujer Mapuche, Sexualidad y Sabiduría Ancestral.  Y que había cosas chistosas.  Entre paréntesis, había varios actos de magia donde se usaba hilo rojo. 

20 de febrero del 2011

miércoles, 30 de marzo de 2022

Violencia contra mi pequeña Antonia

El primero es el cumpleaños de mi papá, así que me fui donde la Carola, mi hermana que vive en Los Dominicos, ahí iba a estar mi papá, se había invitado solo porque no tenía panorama, y había tenido sus diferencias con la Mary, su pareja.  Tomé la micro 401 en los Héroes y me fui por la Alameda y sus continuaciones, era el comienzo de las cosas nuevas que empezaba a hacer en este 2011. 

En la casa de la Carola estaba la familia del Rodrigo, menos su cuñado, me abrieron la puerta mi sobrinita y mi hermana, nos dimos el abrazo de año nuevo, con la Antonia nos abrazamos y nos dimos vueltas y vueltas abrazadas.  Le comenté a la Carola que estábamos entrando al segundo decenio del tercer milenio.  Llegamos donde estaban todos, dije hola a todos, empecé a dar el abrazo por el lado de la Edith, di la vuelta y llegué a una silla que estaba ahí, donde había empezado a saludar.  Me acomodé, al frente y al lado mío estaba el Borjita siendo alimentado por mi hermana con un colado, y ahí me acordé de la noticia de los tóxicos que tenían algunos colados Nestlé, la Carola ya la había escuchado y había comprado la marca Gerber.  

No sé por qué me acordé de la canción La Lancha de Nicolás, se la tarareé un poco al Borjita.  La Carola se acordó también de la letra, y del rasgueo en guitarra “sí es así, taco punta, un dos tres”, le dije, “y las posturas son súper fáciles LA-RE-MI”.  Entre medio me dijo que se acordaba cuando tocaba la guitarra, mi guitarra Tizona, que ahora estaba en Buenos Aires en la casa de mi tía Rosy, que la había visto allá.  “Sí”, le dije, “es una de las cosas que he pensado, retomar una de las tantas cosas inconclusas que tengo en mi vida”. 

Pasó el rato, la Edith dijo que se iban como a las cinco y media.  En eso llegó mi papá.  También los saludó a todos, y ellos aprovecharon de irse.  Fui a buscar cositas para picar y nos quedamos los tres, más el Borjita.  Hablamos de los rollos de mi papi y la Mary, y de su pensión.  Después se instaló el Rodrigo con su blackberry, lo llamó su amigo invitado a la casa, lo fue a buscar.  Yo a esas alturas disfrutaba del pasto tendida en el patio.  La Antonia lo acompañó.  Al rato llegaron, se abrió el portón, y en eso me dice la Carola, “ya párate”  me paré en contra de mi voluntad, con toda la calma del mundo, ya la cosa había partido mal. Por qué tenía que pararme, estábamos en año nuevo, en ambiente familiar, aló.  Y por qué me lo decía en ese tono, qué delito estaba cometiendo, o planteado de otra manera, qué había que mostrar y ante quién, y por qué, qué había detrás de ese “ya párate”.  Algo sabía, porque ya los conocía, pero no quería tener que someterme a esas rigideces y clima frívolo de juegos de poder y apariencias. 

Nos sentamos todos alrededor de la mesa en el patio, la Carola puso unos quesos para picar, mi papá estaba en la otra esquina, al lado del Borjita, el Rodrigo y su amigo Nicolás, de quien me enteré sobre la marcha era director de la Escuela de Antropología de Concepción, seguramente por esto debía de tenerle o rendirle una atención especial, no sé, en todo caso esas cosas no van conmigo, por algún lado se manifiesta mi desacuerdo y malestar en situaciones como ésta.  Estaban sentados al otro costado de la mesa. 

La conversación en la mesa fue un diálogo entre el Rodrigo y su amigo, sobre temas académicos, donde intervenía, porque se esforzaba por integrarse, la Carola.  Y en tercer lugar, yo también me esforzaba por participar, aunque sea preguntando.  Pues en esta actitud le pregunté a Rodrigo de qué era su Fondecyt, ya que estaba hablando de eso, y además me interesaba saber qué iba a investigar.  Me contestó todo el rato mirando a su amigo, y en otras direcciones.  Entre algunos de los temas que me acuerdo, y que me pareció de mal gusto, fue el tema de platas, le preguntó a su amigo cuánto ganaba delante de todos, no era la primera vez que escuchaba al Rodrigo preguntando estas cosas.  Su amigo le contestó que un millón doscientos, yo creo que no alcanzó a reaccionar, porque yo en su lugar no contesto esa pregunta tan impertinente.  Rodrigo le manifestó que quería traerlo a hacer algunas clases al magíster de trabajo social que él coordina, Nicolás le dijo que no puede hacer clases en otras universidades porque su contrato no se lo permite. 

Ellos dos tomaban cerveza en lata Quilmes, mi papá tenía una también porque cuando llegó fue al refrigerador y se atendió solo; yo hice lo mismo cuando vi que no tenía cerveza, fui al refri, saqué la última lata que había y la repartí con mi papá, fue un ir y venir de copas en medio de la repartija, como era mucho para mi papá, me echó el conchito que quedó al vaso. 

Y así siguió la conversación, el precio de las clases que estaba ofreciendo el Rodrigo, era conversable.  Entre medio contó sus aspiraciones en la Escuela de Trabajo Social de la Católica y cuáles eran sus alineaciones internas de su conveniencia, que si salía tal podía ser subdirector.  También aproveché de preguntarle a Nicolás en qué había hecho su magíster, me contó que sobre los mistecos en Oaxaca, y cuando se pusieron hablar de un tal Chino y Luis Campos, dije, “yo lo conozco”, y ahí conté que había estudiado un año antropología en La Academia de Humanismo Cristiano, y que el Luis había sido mi profesor en Antropología General.  Entonces, cuando habló de Oaxaca me acordé que el Luis Campos anduvo por allá.  “Ah, le dicen Chino al Luis, yo conozco otro chino, el Chino Herrera que hacía clases de cultura mapuche en la Austral”, conté.   También lo conocía el Nicolás. 

Bueno después me fui de la tertulia alrededor de la mesa del patio, mi papá ya se había retirado, no había ningún tema que lo incluyera a él, así que se había ido a la pieza con su nieto/a.  Así que me fui para allá, me tendí un rato en la cama, y después me puse a explorar el celular nuevo que me regaló la Carola para la pascua.                          

La Antonita andaba merodeando por ahí y mi papi igual con el Borjita, mientras exploraba el celular en la terracita del patio de atrás.  “¿Tía?” me dice la Antonita, “¿Qué mi amor?”, le respondo.  No me acuerdo que más me dijo, mi papá también algo me dice, justo cuando estoy escuchando qué plan tenía en el chip nuevo del celular.  “Tengo el plan Pablo, mientras más hablo más barato”, le cuento. 

De repente ya muy cerca de las nueve de la noche se empiezan a mover los palillos para la once, le digo a la Carola que nosotros nos vamos a las nueve para alcanzar el metro tren de las diez.  Yo todavía no me sentaba en la mesa, la verdad porque no tenía hambre ni ganas de comer la torta que había porque lo dulce no me mata, y además ya no tenía tiempo para sentarme a tomar té caliente, entonces iba acompañar nada más en ese momento.  Le cantamos cumpleaños feliz a mi papá después que apagó las velas con la Antonia.  Yo tenía en brazo al Borjita, en un momento salí de ahí y fui para adentro.  La Carola se había ido a mudar al Borjita en ese mismo rato.  Volví y estaba la Antonia llorando, “¿qué te pasó Antonia?”, le pregunto.  En la mesa estaba sentado mi papá, el Rodrigo y su amigo.  Nos vamos para adentro las dos, no sé si la tomé en brazo ahí, o nos fuimos de la mano hasta llegar a la Pieza donde estaba la Carola.  Y ahí me dice con sollozos que le salían de su pechito, sollozos que le hacían doler el alma, “¡boté la torta!”, claro, cuando me había acercado a la mesa, había visto una porción de torta en el suelo, pero esperé a escuchar de su vocecita lo que había pasado.  

La Antonita, sentía un inmenso dolor por la culpa de haber botado la torta, un dolor injusto, por qué una niña de tres años tenía que sentirse así, me dolió su pena.  Por todos los medios intenté calmarla, obvio, no podía hacer otra cosa, nadie más estaba con ella en ese momento, estaba sola con su dolor.  Así que le dije, que eso no importaba, que a cualquiera se le podía caer la torta, que si se caía se podía recoger, que daba lo mismo.  En ese momento, la tenía en brazo y habíamos salido afuera de la pieza, a la terracita, conversando, cuando la Carola nos dice “ya córranse de aquí”.  Así que nos fuimos detrás de la casa por el pasillo a orillas de la cocina hasta llegar donde se estacionan los autos.  Y ahí seguimos conversando, ella parada en el suelo, yo acholloncada a su altura y como sosteniéndola.  Me desequilibré un poco yéndome contra la muralla granulada, me afirmé con el brazo, entonces la Antonita me preguntó si me había dolido el brazo, por los gránulos ásperos contra los que me apoyé.  Volví a tocar la pandereta con mis manos y le dije “no, mira”,  di varios toques mostrándole que no me dolía, porque realmente no me había dolido, el apoyo había sido amortiguado, y en un movimiento que no significó rasguñarme contra los gránulos ásperos.  Había sido un mecerse, un movimiento de equilibrio con las piernas, un vaivén. 

“Yo quería partir la torta”, me dice la Antonia, entremedio de sus suspiros.  Rápidamente se me ocurrió decirle que cuando sea un poco más grande, entonces ahí va poder partirla.  Con mucha humildad y resignación, me dice “cuando yo sea más grande voy a partir la torta, ya”. Entonces, decido compartir nuestra resolución con la concurrencia masculina adulta que empezaba la once.  Le digo a la Antonia, que vamos a ir para allá y vamos a decir que, no importa que se haya caído la torta, y que cuando esté más grande va a poder partirla.  “Ya”, me dijo moviendo su cabecita, la tomo de la mano, y nos acercamos lentamente donde estaban ellos: 

-“Con la Antonia estuvimos conversando y pensamos que no es importante que se haya caído la torta, porque eso tiene solución, se recoge.  Y después añadí que “la Antonia dice que cuando sea más grande va a poder partir la torta”.  Esas fueron las dos ideas centrales que manifesté en voz alta, a penas termino de hablar, viene la reacción del Rodrigo “me estás desautorizando”.  Tomo en brazo a la Antonia, me desplazo hasta verlo de frente mientras me doy el tiempo de escucharlo, dejo que diga todo lo que tenía que decir, respiro, y cuando argumenta que “¡yo soy el padre!” contesto en consecuencia y digo “¡y yo soy la tía!”  con toda la fuerza de mi pecho, sin sacarle la vista de encima.  Me dice otras cosas más, entre las que recuerdo “¡eres una rota!”, “¡y tú un arrogante!”, le digo, sin pestañar y tragándomelo con los ojos.  “¡Carajo!”- me dice, “ah, se te cayó la educación”, le respondo.  Se para de la mesa, y recuerdo que me senté nuevamente en mi esquina, antes de entrar por el ventanal del living, se detiene a mi lado, y me dice “quiero que sepas que te dejo entrar a mi casa porque eres familia de mi mujer” entre otras cosas que hoy no recuerdo.  Lo dejé hablar hasta el final, y cuando ya estaba adentro de la casa, le grito: “¡como antropólogo deberías saber lo que es la violencia simbólica!” queriendo decirle todo en esta sola frase, todo sobre la violencia que él había ejercido en mi presencia y lo que tenía registrado hasta el momento. 

Aquí la Carola entra en escena “tanto grito, hasta allá adentro se escucha”, dijo.  Y me pidió a la Antonia, se la pasé en sus brazos.  “Ya cállate” me dice cuando intento decir algo, “no me voy a callar” le contradigo.   Se va a sentar a la mesa con la Antonia en brazos, yo sigo sentada en mi esquina, al frente estaba el Nicolás, y a mi lado mi papá. Y aquí se me viene la confusión de qué fue primero o después.  Mi papá me dice “no hay que meterse Vanessa, yo no me meto”, algo así me comenta mi papá con su tradicional punto de vista.  Lo miro y lo escucho, y medio reflexionando, le digo “yo elijo participar, porque en la educación de los niños y niñas, interviene toda la familia, la abuelita y el abuelito, los tíos y tías”. 

Después que mi papá se para, ya para arreglarse para irnos, miro al Nicolás y le digo “disculpa”, movió la cabeza en signo de aceptación.  La conversación siguió con la Carola, le manifiesto que el Rodrigo de que la Antonia era chiquitita le decía “¡No!” con violencia.  La Carola me critica que yo también actúe con violencia, quizás no me lo dice tan explícitamente, pero ese es el mensaje que entiendo. Entonces le digo “mi relación con el Rodrigo no fluye, y nunca ha fluido”.  También me dice “ahora yo no te dejo que te metas” y me hace un gesto con la Antonia en brazos.  Por supuesto no le respondo, porque el tema no era con ella, y entendía perfectamente su reacción y postura.  Había que alinearse con el pater y esposo, otra comprensión de su parte era imposible de esperar, los modelos son fuertes y operan en consecuencia.  Y para confirmar la regla, la Carola protegió al Rodrigo diciendo que ella era la más dura con la Antonia. 

La hora ya se nos estaba pasando, le pregunto a mi hermana donde estaban mis zapatillas que se me habían quedado el otro día, subo a buscarlas, y bajo a despedirme. “Chao preciosa” le digo a la Antonia, y le doy dos besos, con una pausa entremedio, en su cabecita cerca de la frente.  Le doy otro beso a mi hermana, y antes ya le había dado otro a Nicolás, mandando saludos a Concepción y deseándole suerte a la Antropología por allá.  Mi papá unos segundos antes me había dicho “ya, vamos Vanessa”, “sí”, le respondí “voy a despedirme”.  Él se despidió después de mí.  Caminé hasta la puerta, después me siguió mi papá.  Caminamos a tomar la micro 401 hasta el metro.  Nos fuimos conversando de lo que había pasado.  Y vuelvo sobre el punto: esas no son formas de tratar a una niña, con tanto autoritarismo. 

Ya habían ocurridos varios acontecimientos, de esos que siempre pasan desapercibidos, normales o que simplemente nadie ve, o no quieren darse el trabajo de verlos y reconocer su existencia. 

Una vez cuando más chiquitita la Antonita golpeó con sus manos su cabeza, con sus dos puñitos se dio contra su frente, en un momento en que estaba sintiendo mucha impotencia porque algo estaba pasando con sus padres, yo estuve al lado de ella cuando nadie puso atención a este autocastigo de una niña de dos añitos.  Fue muy, pero muy triste verla en este acto de autoflagelación, más triste y frustrante fue no poder ayudarla a sacar ese sentimiento y evitar que se golpeara.  Se pegaba muy fuerte contra ella misma.  Me duele el corazón recordarlo ahora, e indignación con los/las adultos/as que se supone saben lo que hacen. 

Otra vez también teniendo dos añitos, quizás recién cumplidos, porque recién se estaba afirmando para caminar; el bruto de su padre la maltrató con un “¡No!” Muy violento.  Yo estaba sentada en un sillón y ellos dos estaban muy cerca de la puerta de la entrada principal.  Parece que la Antonita quería salir.  No pude decir nada ante su puchero de infinita pena, me tragué la mía por no poder hacer nada, ni si quiera abrazarla o consolarla, me dejé atrapar por ese manto invisible de poder masculino paterno omnipotente.   Mucho tiempo me demoré en reaccionar.  

Y algo que encontré raro y me hizo sentido después, fue una vez que la Antonia se puso delante de mí, como tapándome y distrayendo mis movimientos, yo estaba sentada con el Borjita en brazo y haciéndolo caminar, estaban los dos frente a mí, y como estaban parados comparábamos la estura del Borjita en relación a la Antonia.  La Antonia estaba media tiesa, la encontré rara, se abalanzaba contra mí, como distrayéndome, al frente de nosotros/as estaba su padre, por los costados el resto de la familia, mi mamá, la Fabi y la Carola.  Sólo después que nos fuimos, a los días me vino el flash, de que ella no estaba ahí, en ese presente mío, estaba ausente, su atención estaba en otro lado, su presente era la de distraerme, o hasta protegerme de algún castigo, reprobación de su pater. 

Con mi papá seguimos conversando de lo recién acontecido, nunca esperé recibir aprobación de su parte, me esforcé por mantener mi racionalidad y mi convicción sobre lo acontecido.  Lo más curioso o que me causó risa fue qué él se quejara también del Rodrigo, tenía sus descargos, había llegado sólo a la casa de mi hermana, y se fijó que el Rodrigo había ido a buscar en auto a su amigo al metro, y a él que estaba de cumpleaños, no lo pescó ni en bajada, tampoco le ofreció una cerveza.  Sobre el punto del maltrato a la Antonia, no se refirió mucho, nada de raro considerando que mi papá es parte sostenedora de sistemas de dominación y control, violencia al fin y al cabo.  Cuando bajábamos la escalera mecánica del metro Los Dominicos, le dije a mi papá: “se me olvidó decirle al Rodrigo que era un ¡arribista!”, “qué es eso”, me preguntó, “una persona que muestra algo que no es”, le dije.

domingo, 27 de marzo de 2022

Año nuevo

Invité a la Maya a pasar este año nuevo a la casa, claro que no lo pasamos aquí porque el Manuel el papá del Jano, el pololo de la Fabi, invitó a mi mamá a pasarlo con ellos, mi mamá le dijo que yo tenía una amiga invitada. 

En el camino a la parcela, dentro del auto de mi mamá, yo manifesté que tenía ganas de pelear, y la verdad era una energía que sentía yo creo de rabia hacia mi hermana por sus comportamientos del último tiempo, esa cosa de ser media hueca, el reggaeton, su vicio del cigarro, su flojera y no atinar con las cosas domésticas de la casa, su inconsciencia, sus falsas seguridades, que supuestamente veo que tiene.  Estaba enojada con mi hermana, y también había establecido distancia con el Manuel en el último tiempo, porque no quería tener que cultivar una relación en quienes veía un peligro para mi hermana, tanto porque el Manuel y el Jano fuman como carretoneros, y eso para mí es indicador de algo, porque yo también en algún momento fumé así, por lo tanto podía identificar el síntoma de un malestar y vacío en sus vidas, manifiesto en el vicio del cigarro.  Sospecho del origen de sus ingresos, no me explico de dónde el Manuel saca la plata, para parcela, autos caros, si no tiene una profesión, y tampoco es empresario.  Mis sospechas se vieron confirmadas cuando el año pasado, toda la familia, con Fabi incluida, fueron detenidos por policía de investigaciones por vender ropa falsificada.  Tremenda evidencia.  Y mi mamá para variar, haciéndose la tonta, bajándole el perfil, y creyéndole al Manuel que ellos no sabían y que los responsables eran otros.  Así que tenía rabia acumulada por toda la situación de hipocresía y apariencia muy propia de esta asquerosa cultura chilena, de la cual también soy parte porque vivo en estos espacios sociales, y me toca y juego el papel de la mala de la película, que en todo caso lo prefiero antes de consentir tanta estupidez.  

No digo que el Manuel sea una mala persona, y menos su familia, sólo que sospecho de prácticas ilícitas para conseguir estatus y bienestar económico que pasa los límites de una familia de clase media.  A veces me da hasta pena, porque veo al Manuel hacerse el simpático con nosotras, como que algo quiere conseguir, no sé, aceptación, cariño.  Quizás sea eso que inconscientemente sienta mi mamá y actúa en consecuencia de su rol tradicional de acoger y aceptar, y entre medio le pasan gato por liebre, y ni siquiera se da cuenta, que es lo peor.  También tengo mis sospechas por el sistema familiar de ellos, hay dos mujeres adultas en la familia, una de ellas es más silente que la otra, la hija de la esposa de Manuel.  De alguna manera las veo en función de los deseos de Manuel, ellas no tienen ingresos al parecer.  El Jano es el brazo derecho de su padre, y por los mismos comentarios de mi hermana he sabido que hay dominación del padre al hijo, algo que parece ha enojado a la Fabi.  Entonces con todos estos antecedentes que sostienen mis sospechas no puedo moverme sino con cautela, y a sabiendas del terreno que piso con mis emociones a flor de piel.  

En el auto me censuraron mis ganas de pelear, la Maya me dijo que ella se devolvería si había mala onda, algo así, mi mamá por su lado igual me censuró, y la Fabi parece que también.  

Llegamos, entré y me comporté como una señorita, me senté en el sillón a descansar, porque en los últimos días, incluso ese mismo 31 había trabajado limpiando y ordenando la casa, y mis cosas.  La casa del Manuel es una casona colonial, grande y bonita, en el living arriba en el techo hay unos palos grandes gruesos muy bonitos de mirar, así que me quedé mirándolos y sintiéndome que estaba en algún rincón del mundo. 

Lentamente me fui incorporando al rito del asado, la Maya ahí ya estaba incorporada, llegó el Manuel y el Jano, y le empezaron a poner color con el asado, salieron los traguitos.  Después nos sentamos a la mesa de “Té Club”, estaba muy bonito, la Daniela, había puesto unos pocillitos para las velas que llevó la Maya.  Estábamos todos en paz, sentados en la mesa, se generó un silencio espontáneo, y me tomé la palabra para agradecer la cena, después habló el Manuel también en la misma línea. Y nos servimos tranquilos/as, con una grata conversación.  Recuerdo que la Fabi mencionó la palabra momio, en un sentido distinto al que se conoce en el ámbito político del ayer, le expliqué que significaba en este sentido. 

Después se puso música, bailamos y cantamos con el karaoke, después de un rato de haberme pegado unas pestañadas, miro a mi alrededor, y estaban cantando la Daniela, su mamá y la Maya, pero en esta mirada, no ví a mi mamá ni a la Fabi.  Pregunté media somnolienta donde estaban, y alguien me dijo que por allá adentro en una pieza.  Pues claro, estaban ahí, algo raro pasaba, la Fabi se había curado y mi mamá estaba tratando de calmarla, porque hay que decirlo, las curaderas de mi hermana son con cuática.  

No recuerdo como salieron de la pieza, la cosa es que la población que estaba en el living con la funcia del karaoke vio interrumpido su canto.  Decidimos irnos con mi mamá, no sé bien de dónde salió la iniciativa, la cosa es que ahí empezó el show.  La Fabi se puso a pelear con el Jano, se tiró a pegarle, y entre medio se puso la Chavela su mamá, y le dijo “eh, cuidado que es mi hijo, por aquí no pasas”.  Yo estaba furia con mi hermana por su comportamiento, porque era incapaz de ver que estaba saliendo desfavorecida, porque estaba en la casa del Jano con la familia del Jano, o sea, los locales eran ellos. 

“Te voy a dejar Mirtha, le dijo el Manuel a mi mamá”, y ahí intervine yo, mi mamá ya se estaba subiendo al auto, y le dije que no, que nos fuéramos en el auto de ella, en el que llegamos.  No vi ninguna razón de porque tenían que ir a dejarnos si el problema no era ese, y me molestó mucho que mi mamá de alguna manera estuviera dejando la situación en manos de ellos, algo que venía observando de su comportamiento respecto a la Fabi en otras ocasiones, específicamente cuando estuvo en uno de sus varios episodios de rebeldía, y le contaba al Manuel la situación cómo pidiéndole una ayudadita.  

Logramos subirnos al auto de mi mamá con dificultad por el escándalo de la Fabi, cuando estábamos a punto de salir de la parcela, la Fabiana se acordó de su celular, y se bajó, siguió con el escándalo, no me contuve, me bajé, forcejeamos, y en eso me agarra de las mechas, no me suelta, se mete la Daniela, se baja mi mamá dice no, también se mete, cuando de repente la Fabiana la empuja, y mi mamá rebota en el suelo detrás del auto. Por fin me suelta la Fabiana, me agarra la ira, y le doy sus buenos coscachos en la cabeza en respuesta a mi dolor.  La Daniela ayuda a recoger a mi mamá, llega el Manuel, también la ayuda, yo no la ayudo ni un poco porque me quedé viendo la situación, además sentí que mi mamá estaba usando un poco su caída para distraer.  

No sé a causa de que el Manuel me increpa y me dice que no se le pega a los curaos, le contesto y le digo que no puede compararme, me indignó su comentario, porque sentí que el Manuel estaba aprovechando la situación para agredirme.  No sé por qué después me dice que en su casa nunca había pasado eso “lo dudo”, le dije, y se indignó él, “aquí nunca toman trago los chiquillos”, no me refería a eso, le dije, “me refería a las peleas del Jano y la Fabi”. También, en un momento le dije que no era la primera vez que pasaba esto, que otras veces también había habido golpes de la Fabiana hacia mi mamá, y mi mamá, ya en pie dijo que nunca que es la primera vez “no mamá, no es la primera vez”, le respondo.  Bueno en fin.  La cosa es que la Fabiana se quedó y mi mamá nos vino a dejar a la Maya y a mí.   Después mi mamá quiso volver, llamó al Manuel media lloriqueando, me volví a indignar, le dije que dejara de llorar, la Maya pregunto si se baja del auto, le dije, cómo quieras Maya. 

Mi mamá había quedado bien amoratada y golpeada en las nalgas y en la cabeza, todavía hoy tiene las marcas en el cuerpo, fue bien fuerte el porrazo.  Nos quedamos solas con la Maya, conversamos un poco lo sucedido.  En la mañana siguiente seguimos conversando, me manifestó por lo menos dos cosas, una, que mi mamá tiene el síndrome de la mujer golpeada, y dos, que mi intervención fue desde la violencia.  Me quedé reflexionando las dos cosas, la segunda más que la primera, porque me afectaba directamente.  Finalmente, me quedé tranquila con mi actuación, y tranquila con mi consciencia, porque mi intención nunca fue dañar a mi hermana, sino que había sido como que mi hermana estaba buscando una especie de oposición, y yo caí redondita, y fue lo que hice.  En el fondo creo que asumí el rol masculino que hubiera asumido mi papá en esta situación, eso pienso ahora, en ese momento sólo actúe en consecuencia de que había que hacer algo y nadie hacía nada, pues entonces me involucré en este lío, sin mayores precauciones ni estimaciones de consecuencias, sólo me metí porque ya no podía hacerme la tonta y esperar que la divina providencia hiciera algo.  

Pues bien, cómo siempre o cómo muchas veces me ha pasado, parece que volví a ser la mala de la película, o como le conviene a los otros, a la que se le apunta con el dedo, porque se exculpan de sus participaciones cualquiera que estás hayan sido, porque es muy fácil culpar a quién esté más expuesto al escrutinio.  Pero en mi fuero interno, estaba muy tranquila conmigo misma, después de un análisis crítico por supuesto y considerando la opinión de la Maya, que claro, desde afuera es muy razonable, y si fuera de fierro, también.  Pero resulta que corre sangre caliente por mis venas, y reaccioné, y cada cosa que hice y dije, tiene una razón de ser.  

Hay hilos invisibles en los que estaba sostenida, sólo yo sabía que estaban, todo lo puedo explicar, y sí creo que mi mamá en algo tiene el síndrome de la mujer golpeada.  Y en este sentido, también actúe considerando que mi mama debía haber ejercido un rol más activo, y que como en casi todas las cosas familiares, nunca lo hizo.  Así que mi fuerza se reveló en distintas direcciones.  Me hizo muy bien, aunque haya metido la pata, fui yo misma, y no la voz de lo supuestamente correcto que viene señalado de afuera.  

Aprendizaje, sí por supuesto, como todo lo que estoy aprendiendo y reaprendiendo en este tiempo de regreso a la vida social y de vuelta a la cultura. 

9 de enero del 2011