lunes, 4 de abril de 2022

La misoginia de Hassan

¿En qué se expresa y manifiesta la violencia psicológica, emocional y física que Hassan ejerció en contra de mí? 

En el sexo, en la solicitud de la depilación de mi vulva, en la abstinencia de Hassan de tener  relaciones sexuales en mis periodos menstruales, por ejemplo. 

En Santa Cruz me amenazó verbalmente con golpes el día en que decido denunciar estos hechos y el continuo de violencia acontecida hasta la fecha. “Te pego, Te pego, juro que te pego”, me dijo repetidas veces en presencia de Javiera, persona que recién empezaba a trabajar en el local, quién tuvo que sujetar a Hassan un par de veces y ponerse por delante de él para que no cumpliera su amenaza.  Botó los colgadores dobles de fierro pesado, se rompió un dedo, cerró el local violentamente conmigo adentro y Javiera, en presencia de Freddy y Rosita que venían entrando a la tienda como clientes, con todo el escándalo, después de discutir y resistir en el lugar de mi derecho a mi libertad personal. En vista que Javiera tomó una posición de falsa neutralidad, posición que me perjudicaba absolutamente, decidí salir afuera del local, en ese momento Hassan cierra las cortinas y queda adentro con Javiera, encerrados, me pareció una escena de terror, sentí temor por Javiera, pero sentí el riesgo y peligro en que me encontraba yo también si intentaba entrar.  Llamé al 149, pero me contestaba una grabadora. Finalmente, después de estar sentada unos momentos en la banca de madera de afuera de mi local con Freddy y Rosita, y conversando de la gravedad de la situación, decido abrir la cortina y ver que está sucediendo al interior de mi local.  Hassan y Javiera estaban arreglando la ropa en el colgador de fierro doble que habían parado.  Dejé los candados encima del mueble de la caja que había sacado conmigo para salir de la escena de violencia.  En un momento después llega Marisol, mamá de Javiera, la veo que está conversando con Hassan y Javiera. Me voy con Freddy y Rosita caminando, me dejo influir por Freddy en su visión de lo que tengo que hacer, salir de ahí y no volver, ni siquiera a despedirme de Marisol.  Me fui caminando con ellos/as hasta su hogar donde fui acogida esa noche del martes 16 de junio.  Más tarde llamé a Marisol por mi celular, me acordé que se lo había pasado a Javiera para que llamara a su mamá. 

La misoginia también se expresaba en un constante acoso con interrogaciones: “¿Dónde estás? ¿Con quién estás? ¿Dónde andabas? ¿A dónde vas? Te vieron en la Avenida con alguien, un hombre”.  En una de las últimas interrogaciones me preguntó si estaba teniendo relaciones sexuales con otra persona, que le dijera para él saber. 

Me dijo Felicia, nombre de su ex esposa, varias veces en extrema explosión de violencia, la última vez delante de Marisol y Javiera quienes se interponen atajándolo para que no se abalance contra mí. 

“Tú no sabes lo que quieres”, me decía en frases repetitivas, no sé en qué se basaba para decir esto, si desde el primer momento le conté cuales eran mis planes de vida, terminar mi magíster, continuar con mi doctorado, hacer investigación y vincular todo con la recuperación del campo de mi abuela y realizar distintos proyectos, el principal plantar bosque nativo.  Y el mismo hecho de estar en Santa Cruz con el local de venta de ropa reciclada era parte de nuestro proyecto de pareja para juntar dinero para comprar nuestra casa y estudiar ambos.  Y en mi vida emocional y espiritual hace mucho tiempo que sé lo que quiero, no es muy difícil saberlo porque son las cosas más simples de la vida, amor sano, amor por la vida, vivir enfocada en la vida, la alegría, vivir sin culpas y con temas resueltos. 

Muchas veces me amenazó con llamar a mi papá porque según él yo no quería trabajar, no servía para trabajar: “tu no sirves para trabajar, tu no sirves para vivir, tú eres una mala persona”, me increpaba.  “Tú no eres normal”, me dijo muchas veces cuando le expresaba mis puntos de vistas sobre la vida, la sociedad, la cultura, los estudios, incluso, sin razón alguna. 

Me amenazó con llamar a la PDI, “tú no sabes de lo que yo soy capaz”, que va a echar a mis amigos si llegaban a mi casa, que no los va a dejar entrar que va hacer un escándalo.  Y en el local que iba a quemar el local, en las últimas situaciones de violencia me amenazó con sacar la mercadería, que él se va a arrendar y hacer sociedad con otras personas. Amenazas y más amenazas. 

“Anda a divertirte, en tu computador, a internet, déjame tranquilo”, me dijo una vez.  

Incurría, en un discurso sobre mi persona descalificador, de intimidación y de anulación de mi ser y hacer.  Realizaba cambios repentinos unilaterales respecto a los acuerdos, por ejemplo del manejo del local. Existía un clima de no diálogo, de constante tensión y violación de mi espacio habitación, humo de cigarro, colillas acumuladas, inexistencia de cooperación en las tareas del hogar.  Naturalizó y negó los ataques de burla y vigilancia de las personas de los negocios del frente que me violentaron en la tienda y confirmando su profunda falta de solidaridad hacia su pareja que era yo.  

Una vez me maltrató porque su familia en el Líbano lo había llamado por causa de unas fotos que estaban en mi Facebook, donde salíamos él y yo en la despedida de una amiga que volvía a su país.  Me ordenó eliminar esas fotos o eliminar a Sezar su hijo de mi Facebook canal por el que vieron las fotos después de cuatro meses de publicadas.  Por suerte reflexioné y decidí no realizar las eliminaciones porque consideré que yo no tenía nada que ocultar, y que si lo hacía iba a estar subordinándome a una premisa extraña y a una lectura completamente errónea del significado de las fotos, por lo tanto, reaccioné a tiempo y no intervine mi Facebook a causa de terceras personas que no me conocían, como la familia de Hassan.    

Recibía de Hassan un trato de superior jerárquico, un padre todopoderoso y castigador que me colocaba en un lugar que no era el mío, el de una persona menor de edad incapacitada, infante, intentó hacerme creer que yo estaba imposibilitada de cuidar de mí misma, supuestamente por incapacidad mental. Su constante violencia verbal buscaba disciplinarme dentro de los lineamientos de su pensamiento misógino y sexista del deber ser de una mujer “normal”: esposa y reducida al espacio privado donde el principal rol es estar y ser para el “esposo”, según las condiciones y disposiciones del esposo. 

Recuerdo que consiguió el número de teléfono de mi papá fraudulentamente, y, luego me dice que yo se lo di, intentando como siempre de convencerme de algo que no pasó, que no es real, como ha ocurrido en muchas situaciones y hechos. 

En un momento, después de llegar a Santa Cruz, me manifiesta que en la casa en la que vivimos los dos no permite que se aloje nadie que no sea de la familia.  Sorpresa, tras sorpresa, disposiciones no conversadas toma del control de la convivencia y relación amorosa, imposición de reglas y silenciamiento, que no diga nada a nadie de él, eran la tónica de su comportamiento hacia mí. 

Me aislaba socialmente, un día me interrogó por qué yo entraba a la boutique de al lado y qué iba a hacer donde mi vecina. 

Antes de mi llegada a Santa Cruz realizó habladurías victimizándose con clientes insinuando que estaba abandonado, que no sabe qué pasa con su relación, que su pareja no está.   

Recuerdo una vez no haber tomado en cuenta un comentario amenazante que realizó respecto a “que si huele algo extraño aquí en mi cama”, estableciendo límites de mala manera al principio del romance, en mi departamento.  No lo consideré, porque nadie que no sea yo decide sobre mi vida, por eso me pareció menor su intervención.  Pero ahora veo que en la práctica el extremismo y los prejuicios de Hassan terminaron por afectar mi vida. 

Además, ¿por qué el silenciamiento?  Si hay confianza, la protección y el autocuidado de la pareja se da espontáneamente, no hace falta que uno ponga las reglas unilateralmente. 

“Dios autoriza a matar”, me dijo un par de veces ante temas profundos de conversación, pero como yo lo veía desde su cultura en sus propios términos, no me afectaba su pensamiento porque yo también tengo mi propia cultura en mis propios términos, escucharlo era sólo un puente de comunicación. 

Me daba argumentos paranoicos o sin sentido como que a la gente que yo le doy confianza, o con la que estoy empezando a compartir “es gente que te roba después”. 

En el pago del arriendo del mes de julio del local, Hassan pasó a preguntarle a don Manuel, dueño del local, si le habían pagado en tono, interpreto, como de fiscalización de mis responsabilidades y dejándolo públicamente expuesto en signo de dominio en los asuntos del manejo del negocio en términos de supervisión, porque en términos concretos el pago del arriendo me correspondió siempre a mí y siempre me hice cargo cabalmente, por lo tanto  no había necesidad de fiscalizar algo que era un hecho, era redundante la supervisión, esto lo viví como un acto de descrédito hacia mi persona. 

En una oportunidad omitió que tenía $300.000 con él para el pago del arriendo, asumiendo yo que teníamos que juntar de cero.   Ante mi sorpresa e interpelación me respondió: “Tú no me preguntaste”.  En consecuencia de que mi conducta fue siempre la de comunicar el dinero que yo realizaba vendiendo y el que tenía conmigo. 

En una de las explosiones de violencia frente a personas con las que empezamos a relacionarnos como Javiera y su madre Marisol, dijo desde el lugar del mueble de la caja: “Yo manejo el local y Vanessa a mi lado”.  Esto fue el sábado 20 de julio, después que se enojó con Javiera a quien retó.  Javiera lloró por esta causa.  Entonces Hassan se acercó a ella a abrazarla y besarla en son de disculpas.  También saltó en lágrimas Marisol.  El móvil de esta situación de llantos provocada por la alteración de su persona a causa de la actuación impertinente e invasiva de Javiera supuestamente hacia el rol de Hassan en el local en ese momento, consistente en que Javiera insistía neuróticamente en llevar el registro de las prendas vendidas, el móvil Hassan lo transfiere a mi persona, diciendo públicamente ante las otras dos personas que también se encontraban ahí, a parte de Javiera y Marisol, estaban el polo de Javiera, Eduardo, y otro joven, Fernando, que:  “Vanessa es la culpable de todo esto que pasó ahora”.  Entonces, una vez más la conducta de Hassan, queda fuera de cuestionamiento ante él mismo y los demás, endosándome a mí la responsabilidad de los hechos recién acontecidos junto con vociferar señalando con su mano izquierda gesticulando hacia mí que: “yo ya no tengo confianza en ella”.  Recién aquí me doy por enterada de su nueva disposición hacia mí, su declaración de desconfianza y hecha pública. 

Durante uno de los primeros días de venta escuché que le decía a un caballero al que le habíamos vendido una chaqueta de cuero que “ella no sabe”, porque no acepté la venta sin boleta dada la rebaja que se le había hecho.  

Ya mencioné el acoso de terceros, como las amistades de Hassan de los negocios del frente del local quienes un día extrajeron mercadería de la tienda sin mi permiso, y su manifestación exagerada del apoyo a Hassan como los gritos de saludo hacia él, y los agravios con gritos e improperios hacia mí, en el día de la audiencia por amenaza de muerte como “lo que pasa es que su hija es volá”, grita Berta a mi papá. 

Siguiendo con las amistades del frente, un día el hijo de la contadora cruzó a preguntarme si la cartera que estaba colgada afuera con manchas dálmata era para perro o si teníamos un bolso para perro. “Te están molestando, lo mandaron del frente”, me dice Marisol. 

Todo el tiempo Hassan me decía que él nunca había recibido dinero de una mujer, que nunca una mujer le había comprado cigarros, o dado dinero para pasajes, que él siempre manejaba no menos de mil dólares en el bolsillo.  Yo todo eso lo aceptaba porque creía entender su condición de persona árabe y hombre, sin llegar a pensar que en algún momento me podía afectar, porque finalmente cada persona tiene sus creencias, su historia y sus prácticas, y eso es individual. 

El 25 de julio, me insulta y amenaza con matarme, me grita perra, puta, prostituta, que muestro el culo; tu eres una mala persona. Tú no eres normal.  Hasta que me echó del local: ¡fuera! ¡perra! ¡puta!  Después me obligaba a conversar, insistía en llevarme a la notaría para que yo firmara un papel para que él saque la mercadería.  Me siguió al local de polla del frente para obligarme a ir a la notaría. 

Cuando volví de los días en Santiago después de la denuncia por violencia, me culpó apuntándome con el dedo y con gritos descontrolados que tenía cáncer por mi culpa.  Muchas veces intentó inmovilizarme con órdenes para que me quedara parada frente a él escuchando sus puntos por puntos en el manejo del local.  Qué impotencia, pero en realidad qué tristeza.  ¿Pareja?  La verdad, no tuve; no estuvo presente en muchas cosas que me pasaron, ni siquiera se enteró, no hubo tiempo, ni espacio para la conversación, es más, su discurso de alabo por mi habla fluida, cambió radicalmente por uno que boicoteaba mi habla.

Nuevamente amenaza con matarme. Me acorraló en el lugar de la caja del local, impidió mi salida con su cuerpo usando su fuerza física para retenerme y me quitó el teléfono de la mano para obligarme a conversar con él bajo este clima de amenazas e imposiciones. 

Esto ocurrió después del viernes 26, día en que me llama para decirme que lo perdone porque él se dio cuenta de que la gente de los locales del frente me molestaban.  También me pidió que volviera a la casa, y específicamente que vaya esa noche porque él estaba muy caliente y no podía esperar, me dijo que tomara un taxi, y que también él me podía ir a buscar, pero que vuelva por favor, porque no puede esperar.  Le dije que no, que iba al otro día en la mañana.  

Entonces el lunes 29 sucede que se repiten las escenas de comunicación amistosa de Hassan con estas personas del frente de la tienda, me doy cuenta de que no ha habido comprensión del significado del daño producido por estas personas en complicidad con su conducta a mi salud mental y emocional, por el hecho de no solidarizar nunca conmigo, su pareja de entonces.  Mi pregunta inmediata fue ¿Por qué me pidió perdón? Si todo sigue igual en torno a sus relaciones mutuas con estas personas que no solamente me molestan y molestaron con su vigilancia, sino que también realizaron acciones concretas en contra de mí.  Una vez más sentí vulnerada mi persona en esta relación íntima de afectividad, así se lo manifesté.  Entró en cólera, y me dijo: “¡¿qué  quieres?, te doy plata mes a mes para que tú no estés aquí!”, en el local.  Dentro del mismo arrebato dijo: “yo vendo fuera, hago lo que quiero.  Yo voy a traer otros fardos y eso es mío, lo que sale del local para el local.     

Hoy 3 de agosto realicé una nueva denuncia por amenaza de muerte con el carabinero Joel González. 

No reconoce que me amenazó, lo siguió negando, incluso cuando fue a buscar su ropa con carabineros.  Me dijo: “yo nunca te he amenazado de muerte”, públicamente delante de mis padres y del carabinero.  Entonces le digo mirándolo a sus ojos que me miraban imponentes intentando convencerme irracionalmente de aquello: “Claro que sí ¿o tienes doble personalidad?” 

Entonces, ahora yo no sé si realmente tiene problemas psicológicos, lapsus de memoria o es perverso y ultra pillo y manipulador, por lo tanto, un delincuente. 

Yo creo que en ambos casos necesita un tratamiento o ayuda reparadora a esa conducta.  O es sin vergüenza y miente deliberadamente para protegerse. O tiene transtornos de personalidad por traumas propios de su historia de vida, o es perverso y su odio hacia mí es el móvil. 

Hassan se acerca al local de Sanfurgo 28 B.  Mi mamá me llama para avisarme que Hassan está en Fanny Studio, justo cuando salgo a pagar la cuenta del agua de la casa que dejamos.  Me lo encuentro en la esquina de Casanova con Sanfurgo, lo veo, cruza la calle desde la esquina del frente, creo que me ve, no le doy la cara, pasa por detrás de mí, Berta y Clara, le gritan, ¡chao Hassan! lo despiden con movimientos en sus manos, sigo caminando por la vereda hasta mi local.  

Una vez en mi local, se acerca Mercedes, una mujer con capacidades diferentes y me dice que me acerque a ella que quiere conversar, dime no más, convérsame,  mientras estoy cerrando las cortinas del local,  “es verdad que tú vendes pitos”, me da risa por lo ridículo de su intimidación, y a la vez siento el impacto de la violencia lateral de Hassan, esta persona, fue enviada por él, lamentablemente su actuación fue fallida porque me dio risa, y le dije, que yo no vendo, si tengo doy, “¿tú tienes?, cuando tengas convídame.  ¿Y tú fumas?”, “No” me responde.  “¿Entonces?” La miré sin hablar.  

“Todo esto es tuyo”, me dijo por la mercadería del local, ¿qué cambió?  “Yo hago trato con Javiera, con Isabel, Alejandra y tú también, y tú aquí en local”, me dijo en uno de los últimos encuentros en búsqueda de acrecentar el negocio de la ropa reciclada. 

Su odio contra mí lo llevó a buscar por medios verbales las formas de quebrantarme  psicológica y emocionalmente en reiteradas veces.  Asimismo, utilizó a terceras personas para menoscabar y humillar mi condición de ser humana íntegra y autónoma. A medida que los niveles de violencia fueron incrementando de su parte, varias veces intentó inmovilizarme físicamente siendo la primera vez la causante de la denuncia por VIF.  En oportunidades posteriores la inmovilización física consistió en el acorralamiento al interior del mueble de la caja donde me arrebató el celular de las manos, bloqueó la salida con su cuerpo durante un largo tiempo. En el forcejeo, levantó uno de sus brazos amenazando con golpearme si salía de ahí.  Finalmente logré escapar gracias a que habían entrado clientes a la tienda.  Me amenazó de muerte al menos 3 veces. 

Recuerdo la vez cuando los maestros estaban habilitando la iluminación del local y Hassan me preguntó en actitud de control y fiscalización: “¿qué estabas haciendo tanto rato en el baño?”. 

Con frecuencia no respetó acuerdos cambiándolos según motivos antojadizos y sin comunicarlos.  Ya después de la notificación de la audiencia por VIF me amenazó con terminar “todo” que lo único que quiere es pagar sus deudas, y como en tantas ocasiones siempre quiso imponer la última palabra poniéndome entre la espada y la pared, que qué es lo que quiero yo.  En lo cotidiano, recuerdo un domingo en que me llamó a comer, a almorzar, en realidad varias veces me llamó por la misma razón y todas las veces lo hizo con tiranía y violencia.  La última vez le dije, “ni a un perro se trata así”. 

¿Desde qué lugar de poder me habla, juzga y violenta el ofensor?  Desde su supuesta superioridad moral fundamentalista y absoluta de los discursos hegemónicos patriarcales, que lo ubica en el lugar de un tutor que juzga, tiraniza y castiga, por el hecho de ser hombre y estar en el lugar de la dominación. 

Lo que quiero es disolver la Sociedad de Responsabilidad Limitada que tenemos en común, salir de esta situación de violencia y recuperarme de sus efectos.