jueves, 17 de marzo de 2022

La cultura debiera…

...servirnos para saber qué hacer en determinados momentos.  Por ejemplo, saber cómo actuar en ciertos casos, o saber qué pensar o decir y, hasta qué sentir.  El problema está cuando hacemos uso de la cultura de manera repetitiva y automática, casi sin pensar. 

Creo que debemos usar la cultura con grados de libertad para poder conducir nuestros actos hacia donde queramos y hacia donde queramos sentirnos bien.  La cultura nos sorprende con sus intervenciones mágicas, pueden ser dichos o palabras que encajan perfectamente con alguna situación de la realidad.  Nos da ángulos y ribetes nuevos de cómo podemos tomar las cosas. 

Octubre del 2008

Querido Juan Carlos[1]

Espero me perdones por la confesión que te voy hacer, esto ya hace exactamente 10 años, corría 1998 cuando un día en la lucha del Pueblo de Mehuín escribimos con Boris Hualme en uno de los comunicados de prensa de la Coordinadora Mapuche Lafkenche convocando a una movilización en Alepué en contra del Ducto que la empresa estaba “cometiendo un acto criminal” por su parte al imponer un megaproyecto en una comunidad que es un organismo vivo, en otras palabras.  El detalle textual está en aquel comunicado.  Tenía ganas de decírtelo, porque fue una idea tomada sin citar, en ese tiempo no sabía muy bien cómo hacerlo, fue una idea que me apropie por su genialidad y potencial de develar una perspectiva nueva y develadora de una visión nueva para entender que es lo que estaba pasando.  La idea la rescaté de la participación tuya en un foro que organizó Codepu sobre Megaproyectos en 1997 en el Teatro Lord Cohrane de Valdivia.

 



[1] Carta escrita para los efectos de la Bitácora.

Mi lugar en el mundo

Con cada persona que hablo y con cada pensamiento unido a cada uno de mis actos he ido creando puentes y, ligándome a otros pequeños mundos desperdigados en múltiples direcciones. 

He ido haciendo mi lugar en este Santiago diverso, abriendo puertas y clausurando otras.  He vuelto a decir garabatos, no muchos, pero los necesarios para volver a sentirme parte o, habitar nuevamente en este Chile vulgar y mundano con mis interjecciones de dolor, rabia, alegría y alivio o, algunas otras manifestaciones del alma unidas a mi cuerpo. 

Entro y salgo de estos espacios comunes para volver a entrar llena, segura y aventurera.  Armo intersticios desde las barreras del género y la clase.  Soy una intersección de ambos para volver a armar otras vías posibles de humanidad y compañía.  También el pasado está conmigo, al amor me trae cartas con tintas renovadas y frescas de otro amor que fue y sigue siendo en constante movimiento ondular. 

Ya estoy mejor.  Estoy más integrada al todo gracias a estos actos de expresión  espiritual, política y social.  Mi habla y escucha logra concentrarse en el otro/a, aunque no dejo el ejercicio de estar “en” la relación con el otro y la otra y, al mismo tiempo salirme de ella cuando intento resocializarme.  Es este juego de entrada y salida en la relación con los otros/as el que ha hecho que esté construyendo mundos posibles, soñados y sostenibles. 

Una amiga gay, Verónica, chilena colombiana, y yo que soy un poco de todo y mucho de poco, hemos hecho buenas migas.  Estamos las dos en un cruce o como plantea Rodrigo Brown en espacios rizomáticos desterritorializados.  O cómo podría llamarlos, territorios nuevos, soñados o imaginados.  Espacios de libertad en compañía con los y las otros/as.  Espacios de creación colectiva en los lindes de economías transnacioales y mentirosas.   Entre la arrogancia y chovinismo chileno y la ciudadanía española reclamante de derechos al servicio al cliente.  Esta primera noche fue clave para el futuro laboral nocturno.  

22 de septiembre de 2008

Un corto y profundo abismo entre el sueño y la vigilia

Desde que tuve las crisis, he experimentado la sensación de un corte entre que me despierto y la incorporación a la vida cotidiana. Claro que en el último tiempo ha sido menos duradero, he logrado olvidar su efecto en el transcurso del día.  Sin embargo, no dejan de preocuparme porque cuando las sufro pareciera que he estado toda la vida en ese sin sentido silencioso que perturba el comienzo de un nuevo día. 

En un principio me paralizaba, al extremo de querer volver a dormir para no despertar a ese sentimiento de angustia existencial.  Poblaban mi mente ideas de indefensión ante la vida, se me hacía patente un sentimiento de incompletud que me insegurizaba e inseguriza ante el mundo social.  Me daba mucho miedo, ahora me da un poco menos mi futuro y mi presente.  Amanezco con la sensación de estar en el mismo lugar de ayer, de hoy y de mañana. Mis deseos son avanzar en la vida, pasar etapas y realizar mis sueños, pero hay algo que me lleva a los tropiezos, y el primer tropiezo es éste, al despertar.  

Después de tomar desayuno y hacer mis ejercicios, se me pasa, pero al otro día vuelve este corte abismal e inverbalizable.  Ahora estoy recordando algunos grandes momentos de mi niñez, tal vez se me vuelvan a repetir esos momentos de soledad en la que me encontré muchas veces cuando despertaba y mi mamá o papá no estaban, porque habían ido a trabajar.  No había hecho esta asociación hasta ahora que escribo este texto para mostrárselo a Ud. Karla Verdejo[1].  Pero sí, son muy parecidas las situaciones. Ambas ocurren al despertar, y es el mismo sentimiento paralizante de estar en una nada, o sea, sin la comunicación con los otros/as. 

Recuerdo una vez que desperté y vomité, tendría tres o cuatro años, y los vecinos, con quienes me dejaban encargada mis padres, no me iban a buscar todavía en la mañana, y no pude pedir ayuda o gritar para que me fueran a ver, entonces se me endureció el vómito alrededor de mi boca.  Fue mi primera experiencia, que recuerde, donde me sentí paralizada y no atiné ni a hablar, ni a moverme de mi posición tiesa y horizontal en la que me encontraba en mi cuna. 

Qué horrible sensación aquélla.  Un mundo de emociones y necesidades internas sin poder externalizarlas en y a través de mi cuerpo.  Creo que en ese ahí, en ese espacio tiempo y lugar se fraguaron varias predisposiciones mías hacia mi apertura al mundo.  Si bien he sido muy sociable y entregada con muchas causas políticas, sociales, culturales y emocionales, hay un temor en mí que quizás tenga sus orígenes en los primeros bríos de mi existencia.  Bueno, creo que para todo el mundo debe ser así, sólo que mi causa es única y particular, en este momento, porque no estoy conectada más que conmigo misma, mis diálogos y conversaciones principales, ocurren en mi fuero interno. Creo que usted tiene razón cuando me dice que necesito confrontar mis ideas y pensamientos con otros/as, cuando se refiere a la elaboración de mi tesis. 

Finalmente me queda la sensación de que estoy trabajando para mi mejoría de estas enfermedades del alma, o mentales, según quien las defina.  Estoy desmontando mis traumas, viéndolos, analizándolos, y ahora con un poco menos de confusión que antes, menos desesperación y más calma.  Aunque tengo la prisa de cerrar un capítulo que no he podido cerrar, y que se hace patente como un verdugo cada mañana al despertar, se llama tesis, y me pesa no haberla realizado en su tiempo, quizás ahora estoy en un nuevo tiempo, una nueva oportunidad para pasar a otro estadio de este flujo que es la vida humana, y que significa crecer.  

4 de agosto del 2008



[1] Sicóloga.

Quiero escribir para liberarme de mis cadenas

Quiero armar largas ideas como las ondulaciones de las olas que se unen unas con otras en un concierto de nunca acabar.  Agregarles ideas cortas para amenizar y puntualizar los movimientos que nazcan como flujos de consciencia y del espíritu a confrontar con el lápiz y papel. 

Así, una idea corta y otra larga.  La corta irruptiva y concisa y, la larga en cadena y abarcadora.  O larga sin respiro, como el flujo de la vida, o corta con mucho sentido contenido. 

Como quiera que sean, el objetivo es que salgan de las profundidades con fuerza para ir rompiendo las cadenas del silencio que me ataron por casi cuatro años.  Espero escribir mucho en respuesta a este tiempo de silencio oral, espiritual, escritural y visceral. 

Respiro hondo, llueve en Santiago, la Fiura me acompaña con su pelaje suave y denso mientras lo limpia. 

01 de agosto de 2008