jueves, 17 de marzo de 2022

Un corto y profundo abismo entre el sueño y la vigilia

Desde que tuve las crisis, he experimentado la sensación de un corte entre que me despierto y la incorporación a la vida cotidiana. Claro que en el último tiempo ha sido menos duradero, he logrado olvidar su efecto en el transcurso del día.  Sin embargo, no dejan de preocuparme porque cuando las sufro pareciera que he estado toda la vida en ese sin sentido silencioso que perturba el comienzo de un nuevo día. 

En un principio me paralizaba, al extremo de querer volver a dormir para no despertar a ese sentimiento de angustia existencial.  Poblaban mi mente ideas de indefensión ante la vida, se me hacía patente un sentimiento de incompletud que me insegurizaba e inseguriza ante el mundo social.  Me daba mucho miedo, ahora me da un poco menos mi futuro y mi presente.  Amanezco con la sensación de estar en el mismo lugar de ayer, de hoy y de mañana. Mis deseos son avanzar en la vida, pasar etapas y realizar mis sueños, pero hay algo que me lleva a los tropiezos, y el primer tropiezo es éste, al despertar.  

Después de tomar desayuno y hacer mis ejercicios, se me pasa, pero al otro día vuelve este corte abismal e inverbalizable.  Ahora estoy recordando algunos grandes momentos de mi niñez, tal vez se me vuelvan a repetir esos momentos de soledad en la que me encontré muchas veces cuando despertaba y mi mamá o papá no estaban, porque habían ido a trabajar.  No había hecho esta asociación hasta ahora que escribo este texto para mostrárselo a Ud. Karla Verdejo[1].  Pero sí, son muy parecidas las situaciones. Ambas ocurren al despertar, y es el mismo sentimiento paralizante de estar en una nada, o sea, sin la comunicación con los otros/as. 

Recuerdo una vez que desperté y vomité, tendría tres o cuatro años, y los vecinos, con quienes me dejaban encargada mis padres, no me iban a buscar todavía en la mañana, y no pude pedir ayuda o gritar para que me fueran a ver, entonces se me endureció el vómito alrededor de mi boca.  Fue mi primera experiencia, que recuerde, donde me sentí paralizada y no atiné ni a hablar, ni a moverme de mi posición tiesa y horizontal en la que me encontraba en mi cuna. 

Qué horrible sensación aquélla.  Un mundo de emociones y necesidades internas sin poder externalizarlas en y a través de mi cuerpo.  Creo que en ese ahí, en ese espacio tiempo y lugar se fraguaron varias predisposiciones mías hacia mi apertura al mundo.  Si bien he sido muy sociable y entregada con muchas causas políticas, sociales, culturales y emocionales, hay un temor en mí que quizás tenga sus orígenes en los primeros bríos de mi existencia.  Bueno, creo que para todo el mundo debe ser así, sólo que mi causa es única y particular, en este momento, porque no estoy conectada más que conmigo misma, mis diálogos y conversaciones principales, ocurren en mi fuero interno. Creo que usted tiene razón cuando me dice que necesito confrontar mis ideas y pensamientos con otros/as, cuando se refiere a la elaboración de mi tesis. 

Finalmente me queda la sensación de que estoy trabajando para mi mejoría de estas enfermedades del alma, o mentales, según quien las defina.  Estoy desmontando mis traumas, viéndolos, analizándolos, y ahora con un poco menos de confusión que antes, menos desesperación y más calma.  Aunque tengo la prisa de cerrar un capítulo que no he podido cerrar, y que se hace patente como un verdugo cada mañana al despertar, se llama tesis, y me pesa no haberla realizado en su tiempo, quizás ahora estoy en un nuevo tiempo, una nueva oportunidad para pasar a otro estadio de este flujo que es la vida humana, y que significa crecer.  

4 de agosto del 2008



[1] Sicóloga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario