jueves, 31 de marzo de 2022

Oscar mi vecino

Curiosamente ayer tuvimos una interacción bien buena con el Oscar mientras lavaba su auto con la Coni, su hija, con la radio a todo full escuchando a Elvis Presley.  Me preguntó que estaba leyendo, le conté que un libro del Ziley Mora, a quien conocía de nombre hace mucho tiempo y de quién además tenía prejuicios por saber que era nacionalista y medio neo nazi y entendía la lucha mapuche como una cuestión de lucha de una raza pura y superior.  –Está bueno el libro- me dijo después, cuando me vio concentrada.  Le comenté que justo estaba en la parte de los afrodisíacos, ya antes le había dicho que el título era Magia y Secretos de la Mujer Mapuche, Sexualidad y Sabiduría Ancestral.  Y que había cosas chistosas.  Entre paréntesis, había varios actos de magia donde se usaba hilo rojo. 

20 de febrero del 2011

miércoles, 30 de marzo de 2022

Violencia contra mi pequeña Antonia

El primero es el cumpleaños de mi papá, así que me fui donde la Carola, mi hermana que vive en Los Dominicos, ahí iba a estar mi papá, se había invitado solo porque no tenía panorama, y había tenido sus diferencias con la Mary, su pareja.  Tomé la micro 401 en los Héroes y me fui por la Alameda y sus continuaciones, era el comienzo de las cosas nuevas que empezaba a hacer en este 2011. 

En la casa de la Carola estaba la familia del Rodrigo, menos su cuñado, me abrieron la puerta mi sobrinita y mi hermana, nos dimos el abrazo de año nuevo, con la Antonia nos abrazamos y nos dimos vueltas y vueltas abrazadas.  Le comenté a la Carola que estábamos entrando al segundo decenio del tercer milenio.  Llegamos donde estaban todos, dije hola a todos, empecé a dar el abrazo por el lado de la Edith, di la vuelta y llegué a una silla que estaba ahí, donde había empezado a saludar.  Me acomodé, al frente y al lado mío estaba el Borjita siendo alimentado por mi hermana con un colado, y ahí me acordé de la noticia de los tóxicos que tenían algunos colados Nestlé, la Carola ya la había escuchado y había comprado la marca Gerber.  

No sé por qué me acordé de la canción La Lancha de Nicolás, se la tarareé un poco al Borjita.  La Carola se acordó también de la letra, y del rasgueo en guitarra “sí es así, taco punta, un dos tres”, le dije, “y las posturas son súper fáciles LA-RE-MI”.  Entre medio me dijo que se acordaba cuando tocaba la guitarra, mi guitarra Tizona, que ahora estaba en Buenos Aires en la casa de mi tía Rosy, que la había visto allá.  “Sí”, le dije, “es una de las cosas que he pensado, retomar una de las tantas cosas inconclusas que tengo en mi vida”. 

Pasó el rato, la Edith dijo que se iban como a las cinco y media.  En eso llegó mi papá.  También los saludó a todos, y ellos aprovecharon de irse.  Fui a buscar cositas para picar y nos quedamos los tres, más el Borjita.  Hablamos de los rollos de mi papi y la Mary, y de su pensión.  Después se instaló el Rodrigo con su blackberry, lo llamó su amigo invitado a la casa, lo fue a buscar.  Yo a esas alturas disfrutaba del pasto tendida en el patio.  La Antonia lo acompañó.  Al rato llegaron, se abrió el portón, y en eso me dice la Carola, “ya párate”  me paré en contra de mi voluntad, con toda la calma del mundo, ya la cosa había partido mal. Por qué tenía que pararme, estábamos en año nuevo, en ambiente familiar, aló.  Y por qué me lo decía en ese tono, qué delito estaba cometiendo, o planteado de otra manera, qué había que mostrar y ante quién, y por qué, qué había detrás de ese “ya párate”.  Algo sabía, porque ya los conocía, pero no quería tener que someterme a esas rigideces y clima frívolo de juegos de poder y apariencias. 

Nos sentamos todos alrededor de la mesa en el patio, la Carola puso unos quesos para picar, mi papá estaba en la otra esquina, al lado del Borjita, el Rodrigo y su amigo Nicolás, de quien me enteré sobre la marcha era director de la Escuela de Antropología de Concepción, seguramente por esto debía de tenerle o rendirle una atención especial, no sé, en todo caso esas cosas no van conmigo, por algún lado se manifiesta mi desacuerdo y malestar en situaciones como ésta.  Estaban sentados al otro costado de la mesa. 

La conversación en la mesa fue un diálogo entre el Rodrigo y su amigo, sobre temas académicos, donde intervenía, porque se esforzaba por integrarse, la Carola.  Y en tercer lugar, yo también me esforzaba por participar, aunque sea preguntando.  Pues en esta actitud le pregunté a Rodrigo de qué era su Fondecyt, ya que estaba hablando de eso, y además me interesaba saber qué iba a investigar.  Me contestó todo el rato mirando a su amigo, y en otras direcciones.  Entre algunos de los temas que me acuerdo, y que me pareció de mal gusto, fue el tema de platas, le preguntó a su amigo cuánto ganaba delante de todos, no era la primera vez que escuchaba al Rodrigo preguntando estas cosas.  Su amigo le contestó que un millón doscientos, yo creo que no alcanzó a reaccionar, porque yo en su lugar no contesto esa pregunta tan impertinente.  Rodrigo le manifestó que quería traerlo a hacer algunas clases al magíster de trabajo social que él coordina, Nicolás le dijo que no puede hacer clases en otras universidades porque su contrato no se lo permite. 

Ellos dos tomaban cerveza en lata Quilmes, mi papá tenía una también porque cuando llegó fue al refrigerador y se atendió solo; yo hice lo mismo cuando vi que no tenía cerveza, fui al refri, saqué la última lata que había y la repartí con mi papá, fue un ir y venir de copas en medio de la repartija, como era mucho para mi papá, me echó el conchito que quedó al vaso. 

Y así siguió la conversación, el precio de las clases que estaba ofreciendo el Rodrigo, era conversable.  Entre medio contó sus aspiraciones en la Escuela de Trabajo Social de la Católica y cuáles eran sus alineaciones internas de su conveniencia, que si salía tal podía ser subdirector.  También aproveché de preguntarle a Nicolás en qué había hecho su magíster, me contó que sobre los mistecos en Oaxaca, y cuando se pusieron hablar de un tal Chino y Luis Campos, dije, “yo lo conozco”, y ahí conté que había estudiado un año antropología en La Academia de Humanismo Cristiano, y que el Luis había sido mi profesor en Antropología General.  Entonces, cuando habló de Oaxaca me acordé que el Luis Campos anduvo por allá.  “Ah, le dicen Chino al Luis, yo conozco otro chino, el Chino Herrera que hacía clases de cultura mapuche en la Austral”, conté.   También lo conocía el Nicolás. 

Bueno después me fui de la tertulia alrededor de la mesa del patio, mi papá ya se había retirado, no había ningún tema que lo incluyera a él, así que se había ido a la pieza con su nieto/a.  Así que me fui para allá, me tendí un rato en la cama, y después me puse a explorar el celular nuevo que me regaló la Carola para la pascua.                          

La Antonita andaba merodeando por ahí y mi papi igual con el Borjita, mientras exploraba el celular en la terracita del patio de atrás.  “¿Tía?” me dice la Antonita, “¿Qué mi amor?”, le respondo.  No me acuerdo que más me dijo, mi papá también algo me dice, justo cuando estoy escuchando qué plan tenía en el chip nuevo del celular.  “Tengo el plan Pablo, mientras más hablo más barato”, le cuento. 

De repente ya muy cerca de las nueve de la noche se empiezan a mover los palillos para la once, le digo a la Carola que nosotros nos vamos a las nueve para alcanzar el metro tren de las diez.  Yo todavía no me sentaba en la mesa, la verdad porque no tenía hambre ni ganas de comer la torta que había porque lo dulce no me mata, y además ya no tenía tiempo para sentarme a tomar té caliente, entonces iba acompañar nada más en ese momento.  Le cantamos cumpleaños feliz a mi papá después que apagó las velas con la Antonia.  Yo tenía en brazo al Borjita, en un momento salí de ahí y fui para adentro.  La Carola se había ido a mudar al Borjita en ese mismo rato.  Volví y estaba la Antonia llorando, “¿qué te pasó Antonia?”, le pregunto.  En la mesa estaba sentado mi papá, el Rodrigo y su amigo.  Nos vamos para adentro las dos, no sé si la tomé en brazo ahí, o nos fuimos de la mano hasta llegar a la Pieza donde estaba la Carola.  Y ahí me dice con sollozos que le salían de su pechito, sollozos que le hacían doler el alma, “¡boté la torta!”, claro, cuando me había acercado a la mesa, había visto una porción de torta en el suelo, pero esperé a escuchar de su vocecita lo que había pasado.  

La Antonita, sentía un inmenso dolor por la culpa de haber botado la torta, un dolor injusto, por qué una niña de tres años tenía que sentirse así, me dolió su pena.  Por todos los medios intenté calmarla, obvio, no podía hacer otra cosa, nadie más estaba con ella en ese momento, estaba sola con su dolor.  Así que le dije, que eso no importaba, que a cualquiera se le podía caer la torta, que si se caía se podía recoger, que daba lo mismo.  En ese momento, la tenía en brazo y habíamos salido afuera de la pieza, a la terracita, conversando, cuando la Carola nos dice “ya córranse de aquí”.  Así que nos fuimos detrás de la casa por el pasillo a orillas de la cocina hasta llegar donde se estacionan los autos.  Y ahí seguimos conversando, ella parada en el suelo, yo acholloncada a su altura y como sosteniéndola.  Me desequilibré un poco yéndome contra la muralla granulada, me afirmé con el brazo, entonces la Antonita me preguntó si me había dolido el brazo, por los gránulos ásperos contra los que me apoyé.  Volví a tocar la pandereta con mis manos y le dije “no, mira”,  di varios toques mostrándole que no me dolía, porque realmente no me había dolido, el apoyo había sido amortiguado, y en un movimiento que no significó rasguñarme contra los gránulos ásperos.  Había sido un mecerse, un movimiento de equilibrio con las piernas, un vaivén. 

“Yo quería partir la torta”, me dice la Antonia, entremedio de sus suspiros.  Rápidamente se me ocurrió decirle que cuando sea un poco más grande, entonces ahí va poder partirla.  Con mucha humildad y resignación, me dice “cuando yo sea más grande voy a partir la torta, ya”. Entonces, decido compartir nuestra resolución con la concurrencia masculina adulta que empezaba la once.  Le digo a la Antonia, que vamos a ir para allá y vamos a decir que, no importa que se haya caído la torta, y que cuando esté más grande va a poder partirla.  “Ya”, me dijo moviendo su cabecita, la tomo de la mano, y nos acercamos lentamente donde estaban ellos: 

-“Con la Antonia estuvimos conversando y pensamos que no es importante que se haya caído la torta, porque eso tiene solución, se recoge.  Y después añadí que “la Antonia dice que cuando sea más grande va a poder partir la torta”.  Esas fueron las dos ideas centrales que manifesté en voz alta, a penas termino de hablar, viene la reacción del Rodrigo “me estás desautorizando”.  Tomo en brazo a la Antonia, me desplazo hasta verlo de frente mientras me doy el tiempo de escucharlo, dejo que diga todo lo que tenía que decir, respiro, y cuando argumenta que “¡yo soy el padre!” contesto en consecuencia y digo “¡y yo soy la tía!”  con toda la fuerza de mi pecho, sin sacarle la vista de encima.  Me dice otras cosas más, entre las que recuerdo “¡eres una rota!”, “¡y tú un arrogante!”, le digo, sin pestañar y tragándomelo con los ojos.  “¡Carajo!”- me dice, “ah, se te cayó la educación”, le respondo.  Se para de la mesa, y recuerdo que me senté nuevamente en mi esquina, antes de entrar por el ventanal del living, se detiene a mi lado, y me dice “quiero que sepas que te dejo entrar a mi casa porque eres familia de mi mujer” entre otras cosas que hoy no recuerdo.  Lo dejé hablar hasta el final, y cuando ya estaba adentro de la casa, le grito: “¡como antropólogo deberías saber lo que es la violencia simbólica!” queriendo decirle todo en esta sola frase, todo sobre la violencia que él había ejercido en mi presencia y lo que tenía registrado hasta el momento. 

Aquí la Carola entra en escena “tanto grito, hasta allá adentro se escucha”, dijo.  Y me pidió a la Antonia, se la pasé en sus brazos.  “Ya cállate” me dice cuando intento decir algo, “no me voy a callar” le contradigo.   Se va a sentar a la mesa con la Antonia en brazos, yo sigo sentada en mi esquina, al frente estaba el Nicolás, y a mi lado mi papá. Y aquí se me viene la confusión de qué fue primero o después.  Mi papá me dice “no hay que meterse Vanessa, yo no me meto”, algo así me comenta mi papá con su tradicional punto de vista.  Lo miro y lo escucho, y medio reflexionando, le digo “yo elijo participar, porque en la educación de los niños y niñas, interviene toda la familia, la abuelita y el abuelito, los tíos y tías”. 

Después que mi papá se para, ya para arreglarse para irnos, miro al Nicolás y le digo “disculpa”, movió la cabeza en signo de aceptación.  La conversación siguió con la Carola, le manifiesto que el Rodrigo de que la Antonia era chiquitita le decía “¡No!” con violencia.  La Carola me critica que yo también actúe con violencia, quizás no me lo dice tan explícitamente, pero ese es el mensaje que entiendo. Entonces le digo “mi relación con el Rodrigo no fluye, y nunca ha fluido”.  También me dice “ahora yo no te dejo que te metas” y me hace un gesto con la Antonia en brazos.  Por supuesto no le respondo, porque el tema no era con ella, y entendía perfectamente su reacción y postura.  Había que alinearse con el pater y esposo, otra comprensión de su parte era imposible de esperar, los modelos son fuertes y operan en consecuencia.  Y para confirmar la regla, la Carola protegió al Rodrigo diciendo que ella era la más dura con la Antonia. 

La hora ya se nos estaba pasando, le pregunto a mi hermana donde estaban mis zapatillas que se me habían quedado el otro día, subo a buscarlas, y bajo a despedirme. “Chao preciosa” le digo a la Antonia, y le doy dos besos, con una pausa entremedio, en su cabecita cerca de la frente.  Le doy otro beso a mi hermana, y antes ya le había dado otro a Nicolás, mandando saludos a Concepción y deseándole suerte a la Antropología por allá.  Mi papá unos segundos antes me había dicho “ya, vamos Vanessa”, “sí”, le respondí “voy a despedirme”.  Él se despidió después de mí.  Caminé hasta la puerta, después me siguió mi papá.  Caminamos a tomar la micro 401 hasta el metro.  Nos fuimos conversando de lo que había pasado.  Y vuelvo sobre el punto: esas no son formas de tratar a una niña, con tanto autoritarismo. 

Ya habían ocurridos varios acontecimientos, de esos que siempre pasan desapercibidos, normales o que simplemente nadie ve, o no quieren darse el trabajo de verlos y reconocer su existencia. 

Una vez cuando más chiquitita la Antonita golpeó con sus manos su cabeza, con sus dos puñitos se dio contra su frente, en un momento en que estaba sintiendo mucha impotencia porque algo estaba pasando con sus padres, yo estuve al lado de ella cuando nadie puso atención a este autocastigo de una niña de dos añitos.  Fue muy, pero muy triste verla en este acto de autoflagelación, más triste y frustrante fue no poder ayudarla a sacar ese sentimiento y evitar que se golpeara.  Se pegaba muy fuerte contra ella misma.  Me duele el corazón recordarlo ahora, e indignación con los/las adultos/as que se supone saben lo que hacen. 

Otra vez también teniendo dos añitos, quizás recién cumplidos, porque recién se estaba afirmando para caminar; el bruto de su padre la maltrató con un “¡No!” Muy violento.  Yo estaba sentada en un sillón y ellos dos estaban muy cerca de la puerta de la entrada principal.  Parece que la Antonita quería salir.  No pude decir nada ante su puchero de infinita pena, me tragué la mía por no poder hacer nada, ni si quiera abrazarla o consolarla, me dejé atrapar por ese manto invisible de poder masculino paterno omnipotente.   Mucho tiempo me demoré en reaccionar.  

Y algo que encontré raro y me hizo sentido después, fue una vez que la Antonia se puso delante de mí, como tapándome y distrayendo mis movimientos, yo estaba sentada con el Borjita en brazo y haciéndolo caminar, estaban los dos frente a mí, y como estaban parados comparábamos la estura del Borjita en relación a la Antonia.  La Antonia estaba media tiesa, la encontré rara, se abalanzaba contra mí, como distrayéndome, al frente de nosotros/as estaba su padre, por los costados el resto de la familia, mi mamá, la Fabi y la Carola.  Sólo después que nos fuimos, a los días me vino el flash, de que ella no estaba ahí, en ese presente mío, estaba ausente, su atención estaba en otro lado, su presente era la de distraerme, o hasta protegerme de algún castigo, reprobación de su pater. 

Con mi papá seguimos conversando de lo recién acontecido, nunca esperé recibir aprobación de su parte, me esforcé por mantener mi racionalidad y mi convicción sobre lo acontecido.  Lo más curioso o que me causó risa fue qué él se quejara también del Rodrigo, tenía sus descargos, había llegado sólo a la casa de mi hermana, y se fijó que el Rodrigo había ido a buscar en auto a su amigo al metro, y a él que estaba de cumpleaños, no lo pescó ni en bajada, tampoco le ofreció una cerveza.  Sobre el punto del maltrato a la Antonia, no se refirió mucho, nada de raro considerando que mi papá es parte sostenedora de sistemas de dominación y control, violencia al fin y al cabo.  Cuando bajábamos la escalera mecánica del metro Los Dominicos, le dije a mi papá: “se me olvidó decirle al Rodrigo que era un ¡arribista!”, “qué es eso”, me preguntó, “una persona que muestra algo que no es”, le dije.

domingo, 27 de marzo de 2022

Año nuevo

Invité a la Maya a pasar este año nuevo a la casa, claro que no lo pasamos aquí porque el Manuel el papá del Jano, el pololo de la Fabi, invitó a mi mamá a pasarlo con ellos, mi mamá le dijo que yo tenía una amiga invitada. 

En el camino a la parcela, dentro del auto de mi mamá, yo manifesté que tenía ganas de pelear, y la verdad era una energía que sentía yo creo de rabia hacia mi hermana por sus comportamientos del último tiempo, esa cosa de ser media hueca, el reggaeton, su vicio del cigarro, su flojera y no atinar con las cosas domésticas de la casa, su inconsciencia, sus falsas seguridades, que supuestamente veo que tiene.  Estaba enojada con mi hermana, y también había establecido distancia con el Manuel en el último tiempo, porque no quería tener que cultivar una relación en quienes veía un peligro para mi hermana, tanto porque el Manuel y el Jano fuman como carretoneros, y eso para mí es indicador de algo, porque yo también en algún momento fumé así, por lo tanto podía identificar el síntoma de un malestar y vacío en sus vidas, manifiesto en el vicio del cigarro.  Sospecho del origen de sus ingresos, no me explico de dónde el Manuel saca la plata, para parcela, autos caros, si no tiene una profesión, y tampoco es empresario.  Mis sospechas se vieron confirmadas cuando el año pasado, toda la familia, con Fabi incluida, fueron detenidos por policía de investigaciones por vender ropa falsificada.  Tremenda evidencia.  Y mi mamá para variar, haciéndose la tonta, bajándole el perfil, y creyéndole al Manuel que ellos no sabían y que los responsables eran otros.  Así que tenía rabia acumulada por toda la situación de hipocresía y apariencia muy propia de esta asquerosa cultura chilena, de la cual también soy parte porque vivo en estos espacios sociales, y me toca y juego el papel de la mala de la película, que en todo caso lo prefiero antes de consentir tanta estupidez.  

No digo que el Manuel sea una mala persona, y menos su familia, sólo que sospecho de prácticas ilícitas para conseguir estatus y bienestar económico que pasa los límites de una familia de clase media.  A veces me da hasta pena, porque veo al Manuel hacerse el simpático con nosotras, como que algo quiere conseguir, no sé, aceptación, cariño.  Quizás sea eso que inconscientemente sienta mi mamá y actúa en consecuencia de su rol tradicional de acoger y aceptar, y entre medio le pasan gato por liebre, y ni siquiera se da cuenta, que es lo peor.  También tengo mis sospechas por el sistema familiar de ellos, hay dos mujeres adultas en la familia, una de ellas es más silente que la otra, la hija de la esposa de Manuel.  De alguna manera las veo en función de los deseos de Manuel, ellas no tienen ingresos al parecer.  El Jano es el brazo derecho de su padre, y por los mismos comentarios de mi hermana he sabido que hay dominación del padre al hijo, algo que parece ha enojado a la Fabi.  Entonces con todos estos antecedentes que sostienen mis sospechas no puedo moverme sino con cautela, y a sabiendas del terreno que piso con mis emociones a flor de piel.  

En el auto me censuraron mis ganas de pelear, la Maya me dijo que ella se devolvería si había mala onda, algo así, mi mamá por su lado igual me censuró, y la Fabi parece que también.  

Llegamos, entré y me comporté como una señorita, me senté en el sillón a descansar, porque en los últimos días, incluso ese mismo 31 había trabajado limpiando y ordenando la casa, y mis cosas.  La casa del Manuel es una casona colonial, grande y bonita, en el living arriba en el techo hay unos palos grandes gruesos muy bonitos de mirar, así que me quedé mirándolos y sintiéndome que estaba en algún rincón del mundo. 

Lentamente me fui incorporando al rito del asado, la Maya ahí ya estaba incorporada, llegó el Manuel y el Jano, y le empezaron a poner color con el asado, salieron los traguitos.  Después nos sentamos a la mesa de “Té Club”, estaba muy bonito, la Daniela, había puesto unos pocillitos para las velas que llevó la Maya.  Estábamos todos en paz, sentados en la mesa, se generó un silencio espontáneo, y me tomé la palabra para agradecer la cena, después habló el Manuel también en la misma línea. Y nos servimos tranquilos/as, con una grata conversación.  Recuerdo que la Fabi mencionó la palabra momio, en un sentido distinto al que se conoce en el ámbito político del ayer, le expliqué que significaba en este sentido. 

Después se puso música, bailamos y cantamos con el karaoke, después de un rato de haberme pegado unas pestañadas, miro a mi alrededor, y estaban cantando la Daniela, su mamá y la Maya, pero en esta mirada, no ví a mi mamá ni a la Fabi.  Pregunté media somnolienta donde estaban, y alguien me dijo que por allá adentro en una pieza.  Pues claro, estaban ahí, algo raro pasaba, la Fabi se había curado y mi mamá estaba tratando de calmarla, porque hay que decirlo, las curaderas de mi hermana son con cuática.  

No recuerdo como salieron de la pieza, la cosa es que la población que estaba en el living con la funcia del karaoke vio interrumpido su canto.  Decidimos irnos con mi mamá, no sé bien de dónde salió la iniciativa, la cosa es que ahí empezó el show.  La Fabi se puso a pelear con el Jano, se tiró a pegarle, y entre medio se puso la Chavela su mamá, y le dijo “eh, cuidado que es mi hijo, por aquí no pasas”.  Yo estaba furia con mi hermana por su comportamiento, porque era incapaz de ver que estaba saliendo desfavorecida, porque estaba en la casa del Jano con la familia del Jano, o sea, los locales eran ellos. 

“Te voy a dejar Mirtha, le dijo el Manuel a mi mamá”, y ahí intervine yo, mi mamá ya se estaba subiendo al auto, y le dije que no, que nos fuéramos en el auto de ella, en el que llegamos.  No vi ninguna razón de porque tenían que ir a dejarnos si el problema no era ese, y me molestó mucho que mi mamá de alguna manera estuviera dejando la situación en manos de ellos, algo que venía observando de su comportamiento respecto a la Fabi en otras ocasiones, específicamente cuando estuvo en uno de sus varios episodios de rebeldía, y le contaba al Manuel la situación cómo pidiéndole una ayudadita.  

Logramos subirnos al auto de mi mamá con dificultad por el escándalo de la Fabi, cuando estábamos a punto de salir de la parcela, la Fabiana se acordó de su celular, y se bajó, siguió con el escándalo, no me contuve, me bajé, forcejeamos, y en eso me agarra de las mechas, no me suelta, se mete la Daniela, se baja mi mamá dice no, también se mete, cuando de repente la Fabiana la empuja, y mi mamá rebota en el suelo detrás del auto. Por fin me suelta la Fabiana, me agarra la ira, y le doy sus buenos coscachos en la cabeza en respuesta a mi dolor.  La Daniela ayuda a recoger a mi mamá, llega el Manuel, también la ayuda, yo no la ayudo ni un poco porque me quedé viendo la situación, además sentí que mi mamá estaba usando un poco su caída para distraer.  

No sé a causa de que el Manuel me increpa y me dice que no se le pega a los curaos, le contesto y le digo que no puede compararme, me indignó su comentario, porque sentí que el Manuel estaba aprovechando la situación para agredirme.  No sé por qué después me dice que en su casa nunca había pasado eso “lo dudo”, le dije, y se indignó él, “aquí nunca toman trago los chiquillos”, no me refería a eso, le dije, “me refería a las peleas del Jano y la Fabi”. También, en un momento le dije que no era la primera vez que pasaba esto, que otras veces también había habido golpes de la Fabiana hacia mi mamá, y mi mamá, ya en pie dijo que nunca que es la primera vez “no mamá, no es la primera vez”, le respondo.  Bueno en fin.  La cosa es que la Fabiana se quedó y mi mamá nos vino a dejar a la Maya y a mí.   Después mi mamá quiso volver, llamó al Manuel media lloriqueando, me volví a indignar, le dije que dejara de llorar, la Maya pregunto si se baja del auto, le dije, cómo quieras Maya. 

Mi mamá había quedado bien amoratada y golpeada en las nalgas y en la cabeza, todavía hoy tiene las marcas en el cuerpo, fue bien fuerte el porrazo.  Nos quedamos solas con la Maya, conversamos un poco lo sucedido.  En la mañana siguiente seguimos conversando, me manifestó por lo menos dos cosas, una, que mi mamá tiene el síndrome de la mujer golpeada, y dos, que mi intervención fue desde la violencia.  Me quedé reflexionando las dos cosas, la segunda más que la primera, porque me afectaba directamente.  Finalmente, me quedé tranquila con mi actuación, y tranquila con mi consciencia, porque mi intención nunca fue dañar a mi hermana, sino que había sido como que mi hermana estaba buscando una especie de oposición, y yo caí redondita, y fue lo que hice.  En el fondo creo que asumí el rol masculino que hubiera asumido mi papá en esta situación, eso pienso ahora, en ese momento sólo actúe en consecuencia de que había que hacer algo y nadie hacía nada, pues entonces me involucré en este lío, sin mayores precauciones ni estimaciones de consecuencias, sólo me metí porque ya no podía hacerme la tonta y esperar que la divina providencia hiciera algo.  

Pues bien, cómo siempre o cómo muchas veces me ha pasado, parece que volví a ser la mala de la película, o como le conviene a los otros, a la que se le apunta con el dedo, porque se exculpan de sus participaciones cualquiera que estás hayan sido, porque es muy fácil culpar a quién esté más expuesto al escrutinio.  Pero en mi fuero interno, estaba muy tranquila conmigo misma, después de un análisis crítico por supuesto y considerando la opinión de la Maya, que claro, desde afuera es muy razonable, y si fuera de fierro, también.  Pero resulta que corre sangre caliente por mis venas, y reaccioné, y cada cosa que hice y dije, tiene una razón de ser.  

Hay hilos invisibles en los que estaba sostenida, sólo yo sabía que estaban, todo lo puedo explicar, y sí creo que mi mamá en algo tiene el síndrome de la mujer golpeada.  Y en este sentido, también actúe considerando que mi mama debía haber ejercido un rol más activo, y que como en casi todas las cosas familiares, nunca lo hizo.  Así que mi fuerza se reveló en distintas direcciones.  Me hizo muy bien, aunque haya metido la pata, fui yo misma, y no la voz de lo supuestamente correcto que viene señalado de afuera.  

Aprendizaje, sí por supuesto, como todo lo que estoy aprendiendo y reaprendiendo en este tiempo de regreso a la vida social y de vuelta a la cultura. 

9 de enero del 2011

Con Silvia Visentin

Soñé que visitaba a Silvia en un lugar de la costa como Mehuín, también pudo haber sido Niebla, ella vivía ahí arrendaba una pieza como estudiante.  De pronto, tendidas en su cama me veía tomándola con un infinito cuidado.  Mi mano izquierda sosteniendo su cabeza, la derecha, por alrededor de su espalda; lentamente comenzaba a besar su rostro, con mucha timidez por miedo a acosarla o molestarla, y por supuesto con mucho amor.  Recorría sus mejillas, y de repente sutilmente su cuello.  Después de unos momentos, tocaba su boca que era como una fresa fresca, la besaba muy suavemente y unos toquecitos nerviosos y desesperados de pasión, me encendían de amor por ella. Mi lengua también entraba en el juego, un poco desacostumbrada y temerosa de su irrupción era recepcionada por la de ella, quien respondía con un beso profundo. 

Fue un sueño muy real. 

9 de noviembre del 2010

 

Con Gustavo Quilaqueo

Apareció Gustavo Quilaqueo, el compañero de Alexis, mi primo mayor del lado materno, en la enseñanza media, en mi sueño de esta mañana. A Gustavo lo había visto hace un tiempo en el diario Azquintuwe en una foto donde aparecía defendiendo la causa mapuche en un encuentro con el país vasco. 

En el sueño, lo veía en Temuco, en una gran reunión mapuche, nos encontrábamos, él no se acordaba de mí obviamente, aunque cuando nos quedamos frente a frente, me dijo algo así cómo dónde fuiste mi polola.  En el sueño cruzábamos palabras, de pronto vino el baile y me invitaba a bailar en una hilera donde estaban hombres y mujeres mapuche, no podía resistirme, había que bailar.  Nos abrazábamos como si nos hubiéramos conocido toda la vida, y lo que es más, como si nos hubiéramos estado deseando hace mucho tiempo.  Era un abrazo cálido, tibio, el me olía, yo le besaba el cuello sin temores, nuestros cuerpos hablaban en masculino y femenino. 

Entremedio del baile, miraba a mi alrededor, veía a dos mujeres que bailaban abrazadas besarse, dos mujeres mapuche vestidas a la usanza.  El lugar era como una feria, se veían las casas típicamente sureñas de madera, pintadas de azules y celestes, bajas. 

Recuerdo que entre las cosas que conversábamos, Gustavo me contó que demoró tres años en aprender Mapudungun. 

Es muy loco que justo haya soñado con mi lado mapuche, después de haber ido a hablar con Judith para decirle que me iba a tomar unas vacaciones porque las posturas me habían producido cosas profundas, y que quería tomármelo con calma. Al despedirme, Judith, me pregunta si me había comunicado con la mujer mapuche que estuvo en el rito de solsticio en Con-spirando. 

8 de noviembre del 2010

 

Con mis amuletos de protección

De regreso a Santiago me vine con la Moira, no dormí nada, antes me había tomado un par de mates en pomelo con la Nina, la Paula y una niña pensionista de la Nina, en la casa de la Nina donde me alojé. Tuve mucha suerte, y fue providencial haberme encontrado con ella en el terminal cuando me bajé del bus. Su cabeza blanca inconfundible apareció en escena.  Fuimos juntas a la central de llamados, después me acompañó a esperar al Coke quien me tenía unos datos de hospedajes, pero ya la Nina, me había ofrecido su casa; yo estaba feliz, porque iba a estar segura y protegida, qué mejor.  Llamé al Belcha para retrasar mi cita con él, el bus había llegado tarde y tenía que instalarme en Valdivia. 

Salí de Valdivia con lluvia el miércoles 27, la Nina me fue a dejar al terminal, allá nos encontramos con la Moira.  Arriba del bus tuvimos la oportunidad de compartir un poco más, la escuché hasta donde pude, y en algo creo satisfice su curiosidad hacia mí, y en algo espero haberla ayudado con mi actitud y comentarios. Yo estaba íntegra, así me sentía, pero igual era un tipo de integridad que había costado trabajo y energía, insumos necesarios para actuar en ese espacio-tiempo que ya estaba atrás y bien atrás, pero que había decidido intervenir para recuperar mi textito que había escrito en 1992.  Curiosamente, el texto que estaba en el boletín Punta de Lanza, no era el que esperaba encontrar, así que fue un descubrimiento casi arqueológico encontrarme con mis palabras de aquella época, que además estaban cargadas de sentido, y de un sentido que estaba siendo en el presente con mi propio proceso.  El textito que esperaba recuperar era sobre la Mujer Mapuche, ahí me enteré que debía estar en el primer boletín que se llamó Acción de Apoyo.  El Belcha me dijo que sólo hicimos un ejemplar de cada uno, del Acción de Apoyo  y del Punta de Lanza.  

Arriba del bus estaba procesando íntimamente mi experiencia en Valdivia, cada acto, cada gesto, cada palabra y cada sensación que me producía todo ello.  Había entrado a un tejido del cual fui parte, pero esta vez con colores nuevos, con nuevos aprendizajes y lo mejor con nuevas fuerzas, me refiero específicamente al tejido de los hermanos Gaínza. 

En el presente quiero que sea sólo historia, aunque de repente se puedan confundir las cosas, por parte de ellos, incluida la Jimena.  Hay harto espacio tiempo no compartido y no conversado, ellos/as no saben muy bien mi proceso, podrán sospechar, intuir, pero ya no son personas de mi entera confianza, de hecho en este viaje lo confirmé.  Hay cosas que no han cambiado.  Incluso algo de ello se los manifesté, también siento que a lo mejor ellos esconden su estado actual, y representan una versión anterior, pero sólo es performance mentirosa, algo de eso olí, también están en juego mis prejuicios y temores.  He aprendido a hacerme caso. 

Los mates y la impresión de haber estado allá, me mantuvieron en vigilia, no sé si la Moira durmió, creo que no, pero al menos lo intentó.  En el terminal de Temuco abrí la cortina del bus, y sentí que no habíamos demorado nada, miré el cielo y estaban tres nubecitas blancas medias iluminadas moviéndose de un lado a otro e interactuando entre ellas, las miré bien para saber si se trataba de focos iluminados en el cielo, pero no.  Me dije, no tengas miedo, y observa, las miré hasta que el bus se fue.  Me acordé que había estado hablando de Cherrufe con el Belcha.  Obviamente sentí que estaba teniendo una experiencia con la otra realidad, mantuve la calma, y me dejé fluir, enfrentando mis miedos y mis malestares que estaban apareciendo por la experiencia que estaba reinterpretando.  

No me acuerdo en qué momento, después de salir de Valdivia, sentí que el Belcha era el wecufe.  También lo vi como la reencarnación del huitranalhüe por su manera de caminar y mover su cuerpo.  Y por pasajes breves que recordé de nuestro paseo a la playa, hubo momentos en que no vi su rostro mientras conversábamos.  Después sentí cómo que me estaba robando algo de mi conciencia, mi espíritu, mi inocencia que a veces aparece.  No sé, todos esos rollos me pasé mientras la Moira dormía.  Además, me cuestioné haberle contado que estaba haciendo los ritos paleolíticos con la Judith, porque empecé a relacionar al Piru que trabaja en La Academia de Humanismo Cristiano, y Con-spirando, que también está relacionado con La Academia.  No sé, asociaciones que hice después, considerando que el Belcha, es una suerte de, aunque suene fuerte, plageador de ideas, que utiliza a las mujeres, pensando en la Jimena, y en mi caso en el pasado.  Tuve la imagen del Piru con la Silvana, donde también intuyo hubo algo similar. 

La noche no fue tan larga, estaba invadida por imágenes, y según yo por revelaciones post visita.  Llegando a Santiago, sentí más calma, la Moira se despertó y retomamos la conversación, me contó que la Jimena tenía un libro sobre mitos que lo tenía escondido de un grupo de mujeres donde estaba la Maite.  Me empezó a contar sobre esos mitos, y me preguntó si conocía a esas mujeres antropólogas, le dije que no.  También me preguntó si quería que me enviara los textos, le dije que no me interesaba, y que ya era suficiente, que no quería seguir escuchando esas historias; una de las cuales a las mujeres le cortaban la cabeza.  Así que hasta ahí llegó la conversación en ese tema.  Después me propuso hacer un fondo del libro con cuentos de mitos, le dije que yo no escribo ficción, que yo soy referencial, porque era periodista, además estaba en mis proyectos, que quizás en un futuro.  Nos despedimos en el metro. 

Arriba del metro tren, me empecé a sentir extraña, obvio no había dormido.  Seguí con mi proceso de asimilación y revelaciones post encuentro.  Sentí miedo cuando una de mis supuestas revelaciones fue visualizar al Piru como el responsable de la muerte de la Silvana, sentí que había sido un femicidio.  Tuve esa sensación, porque después de escuchar las explicaciones del Belcha, me entró la sospecha por su aclaración y énfasis, sobre la muerte de la Silvana.  Estaba aterrorizada, y se confirmaba más aún mis representaciones de lo maléfico encarnadas en estos dos seres masculinos que eran hermanos.  Por supuesto vi sus afanes de poder. 

Ir a Valdivia significó un costo, que pagué con una nueva desestabilización de mi psiquis y espíritu, la segunda noche después del viaje tampoco dormí, no sé si todas esas cosas que me pasaron fue una conexión con las fuerzas del mal y del bien. 

Esa mañana que llegué a La Maestranza, estaba bien turuleca, me daba vueltas como trompo, dormir era imposible, empecé a ordenar algunas cosas, la casa estaba patas para arriba.  Estaba en eso cuando, de repente veo pasar por la pandereta de atrás de mi casa, una silueta, en realidad, fue cómo un rectángulo ondulante y transparente de piel de tigre, pude distinguir sus rayas y el fondo anaranjado amarillento.  Me quedé mirando, no sentí miedo, sí asombro.  Sí sentí que en mi casa había fuerzas benéficas que estaban luchando contra las malas energías que quizás me siguieron desde Valdivia.  Las fuerzas benéficas venían por el lado de mis antepasados.  Que sensible estaba, el viaje, me había remecido mucho, volver, fue otro proceso de resituarme en este espacio y tiempo.  

4 de noviembre del 2010

 

 

Pasando el Puente Cau Cau

Lo más valioso que tengo es mi propia vida, tengo mucho que escribir sobre ella, mis viajes y vida en Niebla.  El verde de Valdivia es maravilloso, estoy nuevamente aquí, en estas tierras, con el sol encima y el verde reflectándome, y el rojo de los notros también. Tengo un hambre en el estómago, un ardor nervioso y un grito por salir de mi garganta que espera su momento. 

En la micro a Niebla iba con el Belcha, nos habíamos encontrado en el Café Moro.  Hablamos después de casi 11 años.  Nos pusimos a medias al día, especulo con información nuestra que se puede contar así a grandes rasgos y que supuestamente no hace daño. Me tomé un té del bosque, y él, el segundo café.  Teníamos la posibilidad de quedarnos almorzar ahí, pero no quise, le dije que no me gusta estar mucho rato en un mismo lugar. 

Cuando había entrado al Café, vi que estaba sentado al fondo con un notebook abierto.  Me acerqué, se paró para saludarme, intentó por un lado de la mesa, estaba obstaculizado por la silla, y después se fue por el otro lado de la mesa, donde también había una silla obstaculizando, estaba arrinconado, lo ayudé a correr la silla.  Finalmente nos saludamos con un abrazo. 

Me senté y usé su computador, por supuesto con cautela y un poco de desconfianza.  Revisé mi correo con un poco de dificultad para ver el google groups.  En ese momento justo me habló la Paula Aliaga por el chat del gmail, así que aproveché de decirle que estaba en Valdivia y que nos juntáramos.  También llegó en ese momento la Yasna al Café, una niña que había conocido en la casa de la Iris Figueroa cuando le arrendaba una pieza, fue muy bueno, porque así no me sentía tan sola ahí. 

Conversamos sobre sus ideas escritas en un libro sobre los mapuche y el apoyo de los no mapuche, se supone que es un libro secreto donde lo que dice es muy fuerte para los no mapuche.  Y sobre los mapuche creo que dice que si ellos/as no cambian sus prácticas o no practican su cultura, van a desaparecer en 20 años, esto fue algo que me había manifestado por mensajes en facebook.  También me dijo algo con lo que estoy en absoluto desacuerdo, y que esto si se supone que es top secret, que los mapuche deberían aliarse con quienes de alguna manera habían aprendido de ellos, y habían tomado mucho de su cultura, los militares.  En este punto, le dije, nada que venga de la violencia como propuesta para la problemática mapuche. 

Entre medio le dije, “oye, murió Guido Mutis”, entonces me dijo, “murió mi mamá”, “¡No!”, le dije y me tomé la cara con mis dos manos.  Me contó que estuvo con ella hasta los últimos momentos y que había muerto de dolor porque se le reventaron las venas en el estómago.  También me contó de sus hermanos, que la Maite se veía a escondida con su pareja o ex pareja, y que el Piru pronunció un discurso para el velorio o funeral de la señora Eliana.  También me preguntó si sabía que se había muerto la Silvana, le dije que sí.  Entonces me aclaró con especial esmero que no se había muerto por sobre dosis, sino que fue porque simplemente no quiso seguir viviendo, entonces fue algo así como que automáticamente dejó de existir. 

Pagué la cuenta porque el Belcha no tenía plata, había pedido fiado, incluso el posible almuerzo.  Decidí que sería bueno ir a Niebla.  Quise pasar a la Feria Fluvial, compré una lechuga, un paquete de habas, rabanitos y paltas.  En el Bigger Express compré un paquete de aceitunas, el Belcha compró pan y chuletas.  Cuando estuve adentro de este supermercado, recordé la última vez que había estado ahí, y que creo fue cuando tuve la gran crisis y me vi perdida en el tiempo y en el espacio dentro de este lugar.  Caminé reconociendo este nuevo tiempo, en este mismo lugar para caminar y dejar atrás el trauma de la sin razón, o de las otras razones que me colocaron fuera del mundo convencional. 

Tomamos la micro 20, justo estaba en el paradero esperando la micro un historiador que vive en Niebla, el Belcha me preguntó si lo conocía, le dije que lo había visto por ahí, se sentó junto a él al fondo de la micro, yo un poco más adelante.  Cuando se desocupó el primer asiento al lado derecho, me paré y me fui a sentar allí, al lado de la ventana para ver la exuberancia del paisaje. 

26 de octubre del 2010

 

 

sábado, 26 de marzo de 2022

Una de las cosas buenas

El feminismo es una de las cosas buenas y trascendentales que me ha pasado, no sé qué habría sido de mi vida sin la libertad y posibilidades de creación que me otorga. El feminismo ha sido un camino de retorno a las raíces, de reconexión con mis antepasados/as y de valorar mis orígenes ancestrales desde un lugar político definido, con forma y contenido.   

El feminismo es cosa viva, materia viviente como las profundidades del océano y su cara visible, las olas. 

El pensamiento es cosa viva para mí, no soy sólo yo quien lo dice, o lo ha experimentado; también las culturas olvidadas y aplastadas por el progreso lo saben.  Es así que como pensamiento feminista, el feminismo es materia viviente, corpórea, fuente de vida y aliento; respiro, pasión, amor y una línea ancestral de mujeres subordinadas en rebeldía inconsciente de sus cuerpos y deseos. 

24 de octubre del 2010

Las Baldosas de mi casa

Soñé que estaba en una casa nueva con mi papá, al ir a barrer las baldosas las veo y digo: “son parecidas a las de las baldosas de mi ex casa en la Población Cacique Antupillán”, eran con figuritas cafés de forma de espiral chiquititas, parecidas a las figuritas de más colores que tenían las baldosas de mi casa, la diferencia es que éstas eran sólo cafés. 

Las sigo mirando y las figuritas de las baldosas de la casa nueva se empiezan a desvanecer tomando la forma y colores de las figuritas de las baldosas de la casa 0619 en el pasaje 10 de mi Población Antupillán.  

De repente le digo a mi papá “oye estamos en la casa” y mi papá me dice que mire para el frente si está ahí la casa que obviamente era la de la Pamela, “sí”, le digo. Efectivamente podía ver la casa de la Pamela, con sus ladrillos adelante y la reja. 

Me devuelvo a la pieza matrimonial donde estaba recostado mi papá, lo miro, y en su rostro veo como sus ojos se le empiezan a agrandar, uno más que el otro. 

28 de septiembre del 2010

 

Sueño con Antonita

Estábamos las dos solas con mi sobrinita, al parecer me la habían dejado encargada.  Por alguna razón teníamos que ir a buscar a la Carola que estaba en un lugar más al sur, parece que cerca de Valdivia, o en Valdivia mismo.  

Había un auto blanco como el de mi mamá, posiblemente era el de mi mamá.  Nos subíamos con la Antonia para intentar hacerlo funcionar.  Por supuesto que yo sabía que mis niveles de manejo eran menos que básicos.  Igual seguimos en la travesía, la Antonia se subía en el asiento del chofer, y yo en el del copiloto.  Le decía, Antonia, los niños no van ahí, van atrás.  La cuestión es que en alguna secuencia del sueño buscamos las llaves del auto para echarlo andar, no la encontrábamos, de repente apareció el trozo metálico entre los cachureos del ambiente. 

Finalmente, el auto partió, obviamente a mi sobrina de casi tres años el auto se le iba fuera de control, así que tomé el volante y manejé desde mi lugar de copiloto por un camino de tierra y de noche sin luna y sin estrellas, tenía prácticamente que imaginarme el camino, no veía nada, apenas algo semi oscuro entre la oscuridad.  Fue intenso, pero logré conducir,  llegamos a destino, a un lugar con sol y playa, estacionábamos el auto para ir a buscar a la Carola. 

10 de septiembre del 2010

 

Con Juan Carlos

Fue un sueño más o menos largo, un medio metraje.  Aparecía Juan Carlos Skewes, antropólogo, en la Población Antupillán, de repente lo veía entrar a la casa de la señora Hortensia, la señora que vive al frente de mi ex casa y al lado de la de la Pamela, mi amiga.  Realmente me sorprendió ver a Juan Carlos ahí, ¿qué estaría haciendo?  En otro momento del sueño, lo veía caminar por el Pasaje 10, ahora Quintero, en dirección a la esquina del Pasaje 9, a la altura de la casa de los hermanos Cornejo se detenía a oler la tierra, parecía verano, así que la tierra estaba seca y polvorienta con un tono gris ocre. 

Paralelamente, o a continuación, me encontraba en las calles céntricas de Valdivia con un grupo de gente donde estaba la Vivian Sáez.  Buscábamos un lugar para preparar almuerzo. Lo divertido era que se pretendía cocinar unas cactáceas que teníamos en una fuente con agua, yo las miraba imaginándome el sabor, un sabor medio parecido a la parte blanca de cáscara de la sandía.  El tipo de cactáceas era de las que algunas vez trajo mi abuelita Amelia de Imperial y que ahora están repartidas en algunos maceteros, dan unas flores rojas preciosas.  No teníamos donde cocinarlas, así que la Vivían tomó la decisión de ir donde la Iris que vivía en Camilo Henríquez.  Yo me daba vueltas, no sé por qué, antes de llegar ahí.  Entre todo este ajetreo, me hacía bulto un taper grande con tallarines con salsa de tomate. 

Al terminar el sueño, estábamos un grupo de personas en una sala con Juan Carlos, la clase empezó en inglés, algo de great dijo Juan Carlos al terminar de hablar.  De todo lo que dijo entendí que había que repetir great y dije great en voz alta.  Pero parece que entendí mal, porque me sentí haciendo el ridículo y sintiendo la mirada y reproche del profesor y la sala.  Después explicaba en castellano que teníamos que fotocopiar el libro de inglés.  

28 de agosto del 2010

 

Trance

Estábamos en un rito en la sala de Con-spirando, un rito con mucha energía, lo encabezaba una mujer, de aspecto robusto, parece que era morena y con atuendos parecidos a los de una machi.  Hacía sonar muy fuerte las maracas, después de un rato caía media dormida, interpreto que era un trance, fue como quedarme dormida.  Cuando me pasó eso, la machi y quienes estaban ahí se dieron cuenta porque me entregué al trance, y me parece mucho que fue como una caída al suelo.  Algo iban a hacer conmigo, se acercaron a mi lugar, sentí un poco de desconfianza, creo que me tomaron, pero en ese momento algo de mi consciencia estaba todavía allí.  Antes de que se acercaran del todo mire por entre mis piernas con la cabeza hacia abajo, como estar en cuatro patas.  Sentí miedo de que me hicieran algo violento, o algo de lo que yo no podía enterarme, fue como esa la sensación.  Mi consciencia se negaba a renunciar a ella misma, en otras palabras no me quería dejar llevar.  Fue entonces cuando desperté, y lo hice abruptamente, volví a la vigilia. 

26 de junio del 2010

viernes, 25 de marzo de 2022

Sueño con el Tambo

Me encontraba con el Tambo dentro de un Transantiago en San Bernardo.  Iba acompañado de uno de los mechones de los que se hacía amigos en la Escuela de Antropología.  Nos encontrábamos frente a frente, estaba muy parecido a su aspecto de siempre, pelo largo como lo usó un tiempo, pero esta vez llevaba parte de él trenzado y apegado al casco, se podía ver los surcos dejados por las trenzas. 

El joven mechón que a estas alturas del tiempo, también transcurrido en el sueño, porque era una época actual, llevaba sus piernas muy cortas y delgadas.  Apenas caminaba, era inválido y recién estaba dejando la silla de ruedas. 

Le pregunté al Tambo cómo estaba, me contó que endeudado. Yo le dije que vivía aquí, en La Maestranza.  Le mostré el lugar con la mano, le dije que eran esas casas de techos blancos  que se veían en las faldas del cerro.  El cerro era muy grande, parecido a uno que está en Coñaripe, era muy verde.  Lo divertido es que en La Maestranza real no hay ningún cerro cerca. 

Lo que recuerdo después es que veía al Belcha vestido con unas calzas verde claro ajustadas. 

14 de julio del 2010

 

El Daniel regresaba

Estaba en Niebla en este sueño, andaba por ahí, en las casas de los amigos. De alguna manera se despedía al Daniel que se iba.  La Harley también estaba, la veía y conversaba con ella. 

Por alguna razón participaba y no sé si organizaba un evento, algo como una presentación, donde tenía que poner en escena, me parece mucho que contar una historia. Entremedio me enteraba que el Daniel había vuelto y que andaba en una de las casas de Niebla.  No sé sí sentía miedo de perderlo nuevamente o si intuía muy sutilmente la presencia de una segunda mujer en relación amorosa con él, que quizás pudo ser la Harley.  

12 de julio del 2010

Martes en la mañana

No sé si la postura de ayer en el Espacio de Conexión favoreció este sueño, yo creo que sí, fue un sueño muy bueno.  Soñé que iba a EE.UU., que estando allá postulaba a una beca y que por un pelo, un detalle que descuidé, no me la ganaba.  En mi lugar se la ganaba una mujer morena, parece que era negra. 

Estando en EE.UU. caminaba por una calle ancha, el lugar era bien familiar, nunca lo había visto pero no era tan ajeno.  No tenía miedo, el sentimiento de confianza fue lo mejor del sueño.  En una vista panorámica de este lugar con edificios bajos lograba ver gente morena, negros y negras también.  Fue muy lindo.  Entre medio me sacaban una foto polaroid. 

8 de junio del 2010

Alacafnatalata

Alacafnatalata fue una de las mentiras más grandes que he inventado. Ya estábamos medias aburridas de jugar a los mismos juegos con la Pamela, y me parece que también estaba la Rosa. Y les dije que jugáramos a un nuevo juego qué nunca habíamos jugado.  Se llamaba alacafnatalata, tendría unos seis años, tal vez, y después de este anuncio del juego me puse a inventar sobre la marcha.  

Muy cínicamente expliqué de qué se trataba el juego y cuáles eran las reglas.  Todo salió de mi cabezota y sin mucha lógica, o de una lógica sin mucho sentido lúdico que nos llevara a algún objetivo. Lo que recuerdo es que teníamos que subir y bajar de los peldaños de cemento que sostenían la reja, que en esa oportunidad fue la reja de la casa de la Pamela por el lado de la calle, en función de ciertos colores que tenían que decir las otras.  Es lo que recuerdo a la distancia.  Lo que tengo más presente es mi desfachatez por haber jugado el papel de conocedora de este supuesto juego nuevo.  

 

La Tatita vino del más allá

Me acordé de la Tatita, mi bisabuela y abuela paterna de mi papá, cuando en sus últimos tiempos de vida salía andar y se perdía.  Quizás ella ha querido comunicarse desde el más allá enviándome un mensaje a través de este caballero, también de la tercera edad que me dirigió la palabra para preguntarme si ésta era la micro 201.  Le dije que sí, y si se había perdido, en este preciso momento me acordé de la Tatita, entonces me dijo que no, pero que una vez había tomado la 301 y se había ido para otro lado. 

Lo curioso es que me habló a mí que estaba detrás de su compañero de asiento.  A lo mejor fue porque me escuchó hablar cuando la niña me dio el asiento. 

26 de mayo del 2010

jueves, 24 de marzo de 2022

Come y calla

A raíz de los preparativos para el almuerzo de hoy en compañía de Maya y Rosa Yañez, me acordé del “come y calla” que más de alguna vez me dijo mi mamá cuando le preguntaba por algún merenjunje que me daba de comer. 

“Come y calla”, un dicho que tiene su grado de creatividad y comicidad, también encierra un dogma impositivo y autoritario relativo a la comida y cómo debe ser consumida ésta en ciertas ocasiones, sino en todas.  “Come y calla” es un atentado a las libertades individuales y al propio cuerpo, porque comer sin saber lo que estás comiendo por mandato de otros/as, en este caso de la madre, es una violación al derecho humano de saber y un abuso de poder. 

26 de mayo de 2010

Dos Pamelas y dos Rosas

Al acordarme de la pelea con la Pamela que vivía al frente de la casa verde agua de Nueva Imperial, amiga de la Rosa que vivía en la casa esquina donde se estrelló la camioneta amarilla de Juan el primo de mi mami; recordé también que en aquel tiempo hacía la analogía entre estas dos niñas de mi edad, y mis amigas Pamela y Rosa que estaban en Santiago, y que también vivían al frente de mi casa.  

La Pamela del sur era pobre, tenía piojos y siempre andaba con los mocos colgando.  Hoy después de contar la riña que tuve con ella, la Goty dijo que no me dejaba juntar con ella, creo acordarme de algo, no estoy muy segura.  La Rosa sureña, tenía un papá que estuvo en la cárcel, según escuchaba en ese entonces por haber violado a una niña. 

Con la Pamela y la Rosa sureñas, no alcanzamos a hacer amigas, pero sí sabíamos que existíamos y nos mirábamos y a lo lejos interactuábamos.  Era muy loco para mí tener la repetición de la versión de mis amigas santiaguinas con la versión de estas amigas sureñas.  La coincidencia de sus nombres y que vivieran al frente de mi casa también volvía curiosa esta repetición. 

25 de mayo del 2010

 

Sueño con Jimena Jerez

Soñé que me encontraba con la Jimena Jerez y me contaba que estuvo trabajando con su hermano en Santiago en la cocina y preparación de eventos.  Y que una vez su hermano no la dejó salir en la foto con los ministros, él solamente se llevaba los créditos. 

Mientras me contaba paseábamos por Niebla, y yo de paso le contaba que muchas veces había soñado con el Belcha, el Piru y ella, en la casa de Niebla.  Le conté que una vez soñé con una huerta esplendorosa atrás en la casa del Belcha con inmensas melgas de hortalizas, y que por ahí, en el sueño también andaba el Sebastian, el hijo del Belcha. 

En nuestra caminata llegábamos a una feria y comprábamos tomates y otras cosas, pero los echábamos en la bolsa de un caballero porque no teníamos bolsas propias.  La feria estaba en la Antupillán, por ahí por América, entrábamos a un puesto que era igual al negocio de la esquina con Loncomilla.  Al frente, en el pasaje nueve habían salido unos niños/as a jugar en el marco de un cumpleaños de un niñito de ahí.  Además, era feriado, o un fin de semana porque veía gente, dos hombres, uno parecía mi papi y otro uno de sus amigos, pasando por afuera de la casa de Araneda en un día de sol. 

23 de mayo del 2010

 

Después de la postura de Cholula

Estaba Josefina vestida con un chaleco oscuro preparando sándwich de marraquetas en un mesón con mantel o nylon blanco.  Yo andaba por ahí, y sentí que la escena significaba un momento de paso, fue como sentir haberme ganado la beca.  Algo había de celebración en esta imagen de preparación de pan al aire libre. 

Qué lástima que no me pueda acordar del otro sueño, los dos eran muy claros cuando desperté hoy a las 6:35 de la mañana. 

18 de mayo del 2010

El Viaducto del Malleco

En el sueño estaba la Antupillán, la casa de la Pamela y la mía.  Me enteraba que la Pamela se quedaría ahí para siempre, pensaba en que mi casa también estaría de alguna forma ahí para siempre.  

Estaba de noche, y en la parte de adelante de la casa de la Rosa había un pequeño charco de agua, una fuente natural de agua.  Metía la mano ahí y en el momento en que lo hacía se disipaba la capa de polvo que tapaba el fondo. En este instante se podía ver los pececitos chiquititos oscuros, como los que están a la orilla de los ríos y de los lagos en el sur de Chile.  

La Antonia también aparecía en el sueño, aparecíamos las dos en un lugar como en una parcela, un lugar medio lujoso y caro.  Antonia tenía un celular, era el mismo modelo que perdí  y que me había regalado la Carola.  Antonia recibía una llamada de su hermano que en el sueño era el Patricio, y después el Daniel, mis primos.  Ella respondía y hablaba normalmente.  Cuando intento hablar por el celular la comunicación se corta mientras Antonia me pasa el celular.  En el sueño, ambas teníamos que viajar, subirnos a un bus para ir a un lugar donde estaban todos. 

Finalmente me terminaba subiendo a un bus del Transantiago.  Pasaba, y no me veía uno de mis amigos que estaba a la pasada del bus.  Entre medio me contaba alguien que el tren que iba a un lugar lejano, de repente se detuvo en plena línea férrea, justo sobre la infraestructura muy similar al Viaducto del Malleco.  En esta circunstancia la gente se ponía a mirar para abajo y el tren se daba un poco vuelta.      

18 de mayo del 2010

miércoles, 23 de marzo de 2022

¿Quién dice que no se come con la mano?

Mi cuñado es un pobre bruto investido de aires de señor.  Pobre mi sobrinita Antonia, su tía tiene que estar más preparada y atenta para intervenir en situaciones como la de ayer domingo a la hora de almuerzo cuando su padre, dotado de la autoridad de que gozan todos los padres con el permiso de las madres, imponen sus reglas para normar actos tan libres y simples como lo es llevarse la comida a la boca con la mano. 

No estoy de acuerdo que a niños/as tan pequeños/as se los bombardee con tantas reglas de “buenas costumbres” al punto que los inhiban en su libre crecimiento y adaptación a las reglas de convivencia social. Pienso que la incorporación de normas debe ser gradual, y deben enseñarse normas que estén al servicio de la satisfacción y bienestar humano, y no su comportamiento, en este caso de niños y niñas, adaptarse a un deber ser que está afuera, repetido y reproducido por un orden invisible validado ciegamente por generaciones a las que se les ha disciplinado en función de una tal llamada “buena educación”.  

Mi sobrina es menor de tres años, y se vio sola ante de la corrección de su padre que la apabulló  cuando le dijo que no se comía con la mano cuando ella se llevaba el tomate a la boca con sus manos.  Estábamos sentadas una al frente de la otra, me miró, y nada pude decirle para apoyarla, mi hermana también estaba en la mesa y se quedó callada. Me indigné al máximo, sentí impotencia y mucha angustia por no poder darle otro punto de vista a mi sobrina.  Varias veces me ha pasado ver situaciones en que el Rodrigo ha sido impositivo con la Antonia.  ¿Qué hacer?  Cómo actúo, si él cuenta con el poder del que gozan los padres hacia sus hijas pequeñas. 

No sé si afortunadamente me callé, porque si hablaba lo iba a hacer desde la indignación, porque además cuando dijo que no se come con la mano, yo acababa de comerme el choclo de la cazuela con la mano.  ¿Cómo se puede entender esto? Obviamente que yo lo recibí como una agresión, encubierta claro, pero agresión al fin.  Porque no creo que no me haya visto que comí el choclo con la mano si estábamos en la misma mesa. Por eso quedé tan enojada con este “señor”, “académico de la Católica” y “antropólogo” que da clases de buenas costumbres, cuando en realidad lo que hace es ofender, inferiorizar otras formas de ser y proceder y que mira el mundo desde su estatus de superioridad humana concedido por gracia de no se qué entidad.  La verdad es que es el típico chileno arribista que vive de lo que puede conseguir gracias a valores que vienen de esta sociedad inspirada y fundamentada en el dinero. 

Han pasado los días y ya estoy más tranquila y con la indignación aquilatada.  Estuve varios días en silencio, hasta que, gracias a la sugerencia de Delphine, hablé con mi mamá contándole lo que me había pasado el domingo. Ella también había estado presente pero no en la mesa, porque estaba con el Borjita, mi sobrinito recién nacido en brazos en el sillón.  Mi temor de contarle era encontrar incomprensión, ya que muchas veces mi mamá guardó silencio en situaciones así con mi papá.  Mi impresión de toda la escena es que se estaba repitiendo el patrón con mi hermana y su marido, por supuesto que no de la misma manera.  Porque la verdad es que también le correspondía a mi hermana haber reaccionado, porque frente a su silencio, yo me sentí de manos cruzadas.  Además que con el Rodrigo no tengo una relación fluida.  

De todas maneras, como la situación se volvió tensa parea mí, pedí permiso y me paré de la mesa, llevé mi plato a la cocina y me fui a sentar al sillón.  Era lo menos que podía hacer por mi bienestar emocional. 

17 de mayo del 2010