viernes, 25 de marzo de 2022

Sueño con el Tambo

Me encontraba con el Tambo dentro de un Transantiago en San Bernardo.  Iba acompañado de uno de los mechones de los que se hacía amigos en la Escuela de Antropología.  Nos encontrábamos frente a frente, estaba muy parecido a su aspecto de siempre, pelo largo como lo usó un tiempo, pero esta vez llevaba parte de él trenzado y apegado al casco, se podía ver los surcos dejados por las trenzas. 

El joven mechón que a estas alturas del tiempo, también transcurrido en el sueño, porque era una época actual, llevaba sus piernas muy cortas y delgadas.  Apenas caminaba, era inválido y recién estaba dejando la silla de ruedas. 

Le pregunté al Tambo cómo estaba, me contó que endeudado. Yo le dije que vivía aquí, en La Maestranza.  Le mostré el lugar con la mano, le dije que eran esas casas de techos blancos  que se veían en las faldas del cerro.  El cerro era muy grande, parecido a uno que está en Coñaripe, era muy verde.  Lo divertido es que en La Maestranza real no hay ningún cerro cerca. 

Lo que recuerdo después es que veía al Belcha vestido con unas calzas verde claro ajustadas. 

14 de julio del 2010

 

El Daniel regresaba

Estaba en Niebla en este sueño, andaba por ahí, en las casas de los amigos. De alguna manera se despedía al Daniel que se iba.  La Harley también estaba, la veía y conversaba con ella. 

Por alguna razón participaba y no sé si organizaba un evento, algo como una presentación, donde tenía que poner en escena, me parece mucho que contar una historia. Entremedio me enteraba que el Daniel había vuelto y que andaba en una de las casas de Niebla.  No sé sí sentía miedo de perderlo nuevamente o si intuía muy sutilmente la presencia de una segunda mujer en relación amorosa con él, que quizás pudo ser la Harley.  

12 de julio del 2010

Martes en la mañana

No sé si la postura de ayer en el Espacio de Conexión favoreció este sueño, yo creo que sí, fue un sueño muy bueno.  Soñé que iba a EE.UU., que estando allá postulaba a una beca y que por un pelo, un detalle que descuidé, no me la ganaba.  En mi lugar se la ganaba una mujer morena, parece que era negra. 

Estando en EE.UU. caminaba por una calle ancha, el lugar era bien familiar, nunca lo había visto pero no era tan ajeno.  No tenía miedo, el sentimiento de confianza fue lo mejor del sueño.  En una vista panorámica de este lugar con edificios bajos lograba ver gente morena, negros y negras también.  Fue muy lindo.  Entre medio me sacaban una foto polaroid. 

8 de junio del 2010

Alacafnatalata

Alacafnatalata fue una de las mentiras más grandes que he inventado. Ya estábamos medias aburridas de jugar a los mismos juegos con la Pamela, y me parece que también estaba la Rosa. Y les dije que jugáramos a un nuevo juego qué nunca habíamos jugado.  Se llamaba alacafnatalata, tendría unos seis años, tal vez, y después de este anuncio del juego me puse a inventar sobre la marcha.  

Muy cínicamente expliqué de qué se trataba el juego y cuáles eran las reglas.  Todo salió de mi cabezota y sin mucha lógica, o de una lógica sin mucho sentido lúdico que nos llevara a algún objetivo. Lo que recuerdo es que teníamos que subir y bajar de los peldaños de cemento que sostenían la reja, que en esa oportunidad fue la reja de la casa de la Pamela por el lado de la calle, en función de ciertos colores que tenían que decir las otras.  Es lo que recuerdo a la distancia.  Lo que tengo más presente es mi desfachatez por haber jugado el papel de conocedora de este supuesto juego nuevo.  

 

La Tatita vino del más allá

Me acordé de la Tatita, mi bisabuela y abuela paterna de mi papá, cuando en sus últimos tiempos de vida salía andar y se perdía.  Quizás ella ha querido comunicarse desde el más allá enviándome un mensaje a través de este caballero, también de la tercera edad que me dirigió la palabra para preguntarme si ésta era la micro 201.  Le dije que sí, y si se había perdido, en este preciso momento me acordé de la Tatita, entonces me dijo que no, pero que una vez había tomado la 301 y se había ido para otro lado. 

Lo curioso es que me habló a mí que estaba detrás de su compañero de asiento.  A lo mejor fue porque me escuchó hablar cuando la niña me dio el asiento. 

26 de mayo del 2010