De tanto callar y observar el medio social que me rodea he decidido que tengo derecho a expresarme y a ser distinta en mis procederes y sentires respecto al común de mis conciudadanos. Tengo derecho a desarrollarme según mis propios aprendizajes y en mis tiempos corporales y existenciales.
A veces, para ser eufemista, porque en realidad todas las veces nuestra cultura nos está coaccionando para obtener de nosotros/as no sé qué virtud moral que nos pondría en un estatus superior propio del género humano. Como si nosotros/as los/as humanos/as gozáramos de un lugar privilegiado en la constelación de la vida en el universo.
Bueno, me fui para otro lado, el punto es el derecho a la diferencia y a vivir en concordancia con nuestros deseos y visiones de mundo. Como preceptos tiene mucha lógica y sentido, pero como experiencia de vida nos encontramos con la dependencia del ambiente social y natural, de los cuales dependemos los seres humanos para nuestra sobrevivencia. Y es aquí donde nuestros derechos a la diferencia deben ser garantizados por el conglomerado social que toma forma de Estado.
Este ente abstracto y empírico a la vez ha sido el depositario de los poderes individuales que los individuos han cedido a través del tiempo de las distintas sociedades para su uso colectivo.
Quien dirige a quien y a quienes por este medio. Son conocidos los postulados de Marx al referirse a la dirección del Estado por la clase dominante. Esto nos plantea el desafío de construir un poder igualitario y liberador.
25 de marzo del 2008