sábado, 2 de abril de 2022

Las cosas con Hassan

Las cosas con Hassan ya no son las mismas.  Nos conocimos el 31 de diciembre del 2012 en la piscina del Condominio Catedral 3033.  Antes ya lo había visto unas tres veces y me había llamado la atención, lo encontré atractivo.   Esa tarde en la piscina llegó a mi lado con tres amigos árabes hablando en su idioma muy fuerte los cuatro, yo leía el “Escucha winka”; entonces Hassan me habló en castellano y me dijo “no te dejamos concentrar”, “me concentro igual, con un poco más de esfuerzo” y seguí leyendo, pero estaban ahí con su presencia masculina árabe, entonces le pregunté si el idioma que hablaban era árabe.  Y ahí empezó la conversación, entre las cosas que recuerdo me dijo que su pueblo, o su cultura tenía más de 26 mil años de existencia, a lo que le dije que aquí, en estas tierras la presencia de gente databa de los 30 mil años, justo había leído sobre el sitio en Monteverde en el mismo libro que tenía en mis manos y del cual ya sabía por mis estudios en la Universidad Austral de Chile. 

Conversamos, y nos mirábamos fijamente a los ojos.  Me contó que estaba leyendo un libro y que en poco tiempo más ya podría leer perfectamente, era un libro de Paulo Cohelo, le dijo a su compañero de departamento que fuera a buscar el libro, era Madhi, que después conocí.  El libro se lo había regalado Dani la polola de Madhi, me mostró tres párrafos, y me indicó con sus dedos, que en ese momento vi pequeñitos, delgaditos, los dos párrafos que a él le gustaron, eran los dos de los extremos menos el del centro.  Los leí y sonaron interesantes, era sobre el pasado, y dejar atrás, por supuesto en un nivel de complejidad mayor al mencionado aquí.  Los amigos guardaban silencio, escuchaban toda la conversación observando también la interacción, ahí conocí a un iraquí, que ahora sé que se llama Heider. 

Antes, en el comienzo de la conversación, Hassan, se presentó, y presentó a sus amigos, eran tres libaneses, junto con él, el otro, aparte de Madhi, ahora también ya sé que era Ali Salman. Hassan se veía de una personalidad increíble, así lo puedo describir ahora, muy líder en sus cosas, muy viril también, muy atractivo, vuelvo a repetir, sus ojos, su mirada, fueron para mí como mirar, o entrar en contacto con otro mundo, uno completamente desconocido para mí, exótico, hipnotizante, extasiante, realmente fue una comunicación power, ¿mística?, no sé, no encuentro la palabra para describir la escena externa e interna que me embarcó, ese día, en ese lugar, en el césped sentada sobre mi manta tejida por hombres y mujeres aymaras, que compré a Vicenta Mamani, teóloga aymara.  En un momento Hassan se pasó a esta mi mantita, lo vi acholloncado, feliz, pero con una felicidad extraña para mí porque su cara sonreía como de otro lugar, sus ojos tomaron otra forma, se pusieron como tajitos, iluminados, su boca, su nariz y todo él se parecían a un personaje salido de una película entre futurista y extraterrestre.  Me dio mucho gusto verlo, lo vi, creo sin que me viera, interpreté que le gusté, o le gustó estar conmigo, o lo que pasó en toda esa comunicación.  Después ya de tanta interacción, me dije, listo, me voy, y me despedí de ellos, había estado muy intensa la interacción para mí, por sostenerme a mí misma entre aquellos hombres árabes desconocidos, creo que nunca había estado en esa situación comunicativa.  

No si fue realmente extraordinario la primera vez que hablamos con Hassan, me quedé muy especial, en un estado de enamoramiento intercultural.  Cuando me paré, le dije, bueno otro día seguimos conversando, y me dijo aquí, con su mano me mostró el pasto a su lado, entonces yo no supe como interpretar ese gesto, o más bien, como era alguien exótico, no quise interpretar el contenido literal en su sentido literal que vendría siendo “aquí, a mi lado, bien cerquita de mí”.  Me di la chance de intentar ver otra cosa en ese gesto, me gustó debo reconocerlo, aunque se haya visto posesivo.  Mientras avanzaba en mi caminito dejando mi rincón, me fui despidiendo de cada uno de ellos y le dije fue un gusto.  Andaba con mis blue jeans viejos pescadores, mis hawaianas y mi polera blanca musculosa.  En orden, primero me despedí de Haider mientras acomodaba mis pantalones en mis caderas en un movimiento de piernas como de paso de baile del que hacíamos cuando bailábamos “Boys boys”, en las fiestas ochenteras, un movimiento de tijeras.  Al final de la hilera estaba Ali, a quien lo vi en otra expresión, más amable que como lo estaba experimentando durante la conversación, con un rostro serio y medio enojado, lo miré a los ojos y nos sonreímos, entonces, me dije, chuta cuál de los dos me gusta más, me dieron ganas de conocer a Ali también porque lo vi bastante guapo también y más joven.  A Hassan lo vi de 46 años, después supe que tenía 43.  Salí de ahí, pasé por conserjería con la mente fija en la puerta de la mampara de la Torre B para no titubear en mis movimientos con mi cuerpo que estaba bastante emocionado por este encuentro paradigmático. 

Algo que debí haber hecho en el texto anterior fue haber dicho que cuando conversaba con Hassan, la primera vez, le observé algo oscuro, negro, en sus dientes del costado izquierdo.  Pensé que era como un adorno o tapadura.  Después supe que eran caries, y que le faltaban varias muelas.  

Hace dos horas más o menos fue solsticio de invierno o Wetripantu.  Desperté justo a las cinco, lo supe porque mi alarma sonó justo después de ir al baño. No me duché justo a las cinco, lo hice cerca de las seis, tampoco fue un gran rito, con toda la carga emocional que quería ponerle.  Pero bien, ya estamos en Wetripantu, no se demoró nada en llegar.  Parece que Hassan tiene razón, el tiempo está pasando muy rápido.  Pensaba hace poquito rato, y si está pasando tan rápido cuál es el sentido de estar triste, y muy triste por este amor que está medio moribundo, realmente me cuesta hacer el diagnóstico de nuestra relación con Hassan, en realidad no me cuesta, sé lo que siento, lo que no sé es cómo salir de este círculo vicioso del desamor que siento nos está pasando.  Siempre habíamos dormido abrazados, ahora ya casi no nos tocamos cuando dormimos.  No quiero tener que pagar por mis miedos del comienzo, mi rebeldía y mi puesta en escena de mi ideología y posturas sobre las distintas cosas de la vida, sobre todo en los temas del conservadurismo.  

Bueno, ese día, el 31 de diciembre en la tarde me pasaron a buscar mi mamá y la Fabi  para ir a pasar el año nuevo a la casa de la Carola.  En el camino me iba alucinada, principalmente pensando en Hassan, sin saber que era Hassan, o, en realidad, dejándome sentir atraída y extasiada por aquella conversación tan intensa y llena de lindas emociones.  Les conté a mi mamá y a mi hermana que había estado conversando con unos personajes árabes. Dejando la Alameda y entrando por Providencia a Apoquindo, miraba el atardecer que se manifestaba ambientando mi escena interior, alborotada por este encuentro tan particular, en el que me sentía atraída por el interlocutor principal.  Después de la noche de año nuevo que pasé sin ducharme y con mi buzo rojo, estuve atenta a posibles encuentros con él.  Tengo que decir que en los primeros días de enero sufrí una de mis crisis que me recortan de la realidad, pero ahora también recuerdo las micro crisis que me dieron a partir de las clases de Carlos Ossa y su particular modo de ser y estar en clases, más su ideología del horror y el sinsentido, y la violencia que vi en él a través de sus dichos y prácticas, una vaca sagrada.  

En medio de la crisis de principios de enero me junté con Alejandra una amiga que hice en el curso de inglés del 2008 y que no nos veíamos de aquel año recuerdo, y que volvimos a juntarnos después que nos encontramos en el metro.  Fuimos a mi departamento, algo le conté de mí, de lo que me estaba pasando, de cómo me sentía, entre dispersa con paranoia y recortada de este mundo, intenté hilvanar palabras e ideas para explicar mi situación, pero más me movía el ánimo de estar acompañada con ella, con una persona que conocía un poco más.  No sé que hice esa tarde, lo que sí sé es que a la salida del Condominio, me encontré con Ali, me di cuenta al tiro que era él, lo vi muy guapo nuevamente, andaba con un celular monitoreando algo y unas bermudas y polera que le quedaban muy bien, lo vi, pero no nos saludamos, no quise detenerme en él, obviamente por dignidad, fue como si saliera de una caja de sorpresas, ese día toda yo estaba enrarecida con mi entorno.  Parece que me fui a San Bernardo y mi mamá me colocó un diazepan para dormir, antes creo intenté hacer algo con mis textos que escribí en el magíster y que se me iban en collera, las palabras, las ideas, todo era una ensalada, hasta pensé y he pensado como me ha pasado con las cintas de las grabaciones en caset que hay espíritus que juegan con mis escritos y grabaciones, que los espíritus de los muertos como en el caso de don Pacian Castro y la señora Teresa Garcés, que sentí que estaban dentro de mis cintas hablando e interviniendo sus dichos.  Bueno después de esta crisis que me llevó a no realizar mi parte de un trabajo que estaba haciendo con mi compañero Javier Silva Salas para el profesor Rafael del Villar, encontré nuevamente el equilibrio en mi vida, y por supuesto recordaba que había alguien que me había gustado, y algo más que gustado, interesado.  Así que me mantuve atenta a alguna aparición de esta persona que iba a ser Hassan.  Apareció.  

Un día estaba en conserjería, creo que escribiendo sobre un evento que había ocurrido en el departamento de arriba, sobre dos personas que hablaban de una cuchilla, cuando a mis espaldas siento un acento que podía ser de él, en realidad sabía que era él, me di vuelta un poquito para mirar, estaba hablando con la señora Nolbia.  Termino de escribir, y lo sigo media corriendo hasta el ascensor, llego, él aún está en el ascensor, alcanzo a subir, lo saludo, hablamos. 

No recuerdo exactamente de qué hablamos, pero de que cruzamos palabras y se me hizo muy corto el tiempo en el ascensor fue cierto, lo que recuerdo es que me dijo que vivía en el número 1002 ó 1004 andaba con unas bermudas, supongo que eran sus bermudas blancas con negro, se veía muy iluminado su rostro, delgado, con la barba creciéndole, estaba muy lindo y atractivo.  Me tuve que bajar del ascensor, me hice la valiente, como si no me importara que el tiempo se había terminado para los dos.  

En estos días de enero anduve bien prendida, alegre, con ganas de vivenciar un romance, en realidad eso lo puedo decir ahora, lo de vivenciar un romance, porque por esos días andaba media volcada al amor, con ganas de amor, de amar y que me amen, y esta persona me producía la atracción suficiente para tener un encuentro amoroso.  Por supuesto nunca se miden las consecuencias, solo quería amor en este entrecruzamiento de mundos, uno exótico para mí. 

Hasta que un día de estos por fin tuvimos otro encuentro más largo y a solas.   Estaba en el ciber, y de repente veo a Hassan y a Madhi, creo que vi primero a Hassan.  Creo que ahora me acuerdo, estaba sentada mirando hacia la caja, y Hassan, este personaje que me resultaba muy magnético pide un computador, y se sienta cerca de mí, pero de frente a la pared, no sé, creo que ambos dos estábamos dispuesto el uno para el otro.  No sé qué nos hablamos, pero creo que nos saludamos, por algo habrá partido la interacción.  Entre todo el alboroto de las feromonas pienso ahora, y los sentimientos del corazón, Hassan me ofreció un helado de maquina, un barquillo, era verano y de noche en el ciber del Cristian y su esposa.  Acepté el helado con mucho gusto, fue el gesto más encantador que había recibido en mucho tiempo.  En un momento sale Hassan para afuera, ahora me acuerdo que parece que para fumarse un cigarro, y justo entra Madhi y le pregunto qué cómo se llama su amigo, me dice Hassan, le pregunté de nuevo, Hassan, y repito, Hassan.  

Salí del computador media irracional para afuera a ver a Hassan sin proponérmelo conscientemente, seguí mi pasión.  Estaba apoyado en la pared del ciber, fumándose un cigarro, vi sus ojos llenos de luz, muy bello y su perfil puntudo mover de derecha a izquierda.  Tampoco me acuerdo qué conversamos en esa breve interacción, lo que sí pasó es que alguien de nosotros se invitó a caminar, o a la plaza.  Llegamos a la plaza y nos sentamos a conversar al lado de un matorral, una planta o arbusto.  En el camino ya me había contado que tenía hijos que había vivido en Paraguay.  Conversamos lo suficiente para darnos por presentados y ya casi conocidos.  De vuelta al condominio le conversé de mi onda espiritual, y de la revista del Colectivo Con-spirando, y lo invité a mi departamento para mostrarle la revista. Parece que no me entendió lo que le comentaba, me quedó la duda y ahora también la tengo, si entendió o no me quiso entender, o hizo como que no me entendió.  

Entramos a mi departamento, seguimos conversando, y a la entrada, mientras él o yo, no recuerdo, ponía una bolsa en la barra de la cocina, me dice “mi amor”, así de repente en la conversación que estábamos teniendo.  Lo miré con un poco de sorpresa, no le dije nada, casi le digo, pero automáticamente mi piloto se frenó con el pensamiento, “acepta, puede ser parte de su cultura”.  Así que no le dije nada.  Recuerdo que caminó un poco por el departamento, y también buscó donde sentarse.  Tomó un libro de Kahil Jibrhan, y algo me habló de la cultura árabe.  Cuando lo vi tomar el libro, me sentí muy bien de ver lo que estaba viendo.  Tuve ganas de que me leyera, de hecho le dije que me leyera mientras yo descansaba en la cama, y le pedí permiso para hacerlo, acostarme, en realidad recostarme.  Él se sentó en un piso al lado afuera de la puerta de mi pieza, estaba con el libro en la mano, mirándome con su brillo precioso, y contorneándose un poco en el piso y el libro en la mano que parecía a punto de leer, me seguía mirando y moviéndose sin leerme.  Le volví a insistir y a explicar, pero no me leyó.  Parece que me paré, fui hacía él, estábamos en el living comedor de mi departamento intentando pasar el momento con las emociones que nos abordaban.  En un momento él se sentó en mi silla pequeña de playa, no sé cómo fue que de repente él me abraza y me aprieta mucho, y no me suelta, entonces me desesperé unos segundos, intenté no perder el control, pero con mi susto Hassan también se asustó, eso me dijo después.  Reaccionamos los dos, yo no perdí el control, porque me dije otra vez, es de otra cultura, pero igual fue raro, sorpresivo.   Después estábamos parados, y conversamos, y creo que le dije por qué me apretó así, y parece que no atino a decirme muchas cosas, al menos no me quedó claro lo que había pasado.  Nos despedimos, no sé cómo llegamos a este momento, y le dije “nos llamamos”.  Y lo despedí en la puerta de mi departamento. 

Al otro día lo llamé después de la Biblioteca Nacional, afuera donde tenía estacionada mi bicicleta cerca de la locomotora.  Me contestó, nos saludamos muy bien, le dije que iba a ir a la piscina y que después podíamos vernos, no sé muy bien si así fue esa vez.  Lo que sí recuerdo es que de vuelta de la piscina nos encontramos, él venía caminando con Madhi, pasado Maipú, nos vimos, nos miramos de lejos, antes había visto un mural, justo unos momentos antes, donde estaba dibujado y pintado un zorro blanco, en ese zorro vi a Hassan.  Detuve mi bicicleta, Hassan se acercó, nos saludamos con un beso en la cara, y me preguntó si quería algo, una cerveza me ofreció él.  Después tengo una laguna, no sé cómo y dónde nos vimos, parece que subió al departamento. 

No sé si en esta ocasión o en otra hicimos el amor.  Lo que recuerdo es una escena donde salimos de mi departamento a buscar una farmacia para comprarle paracetamoles u otro remedio a Madhi que estaba resfriado, caminamos por entre medio hasta que llegamos a Matucana, las farmacias estaban cerradas, mis pies se reflejaban a la luz de un poste iluminado, en realidad brillaban mis hawaianas plateadas, mis pies iban frescos, libres y desnudos en aquella noche donde me hacía acompañar de un varón especial, que llevaba puestos sus zapatos negros puntudos estilo gitano, al lado de la fragilidad de mi caminar.  Nos devolvimos por San Pablo, parece que era sábado en la noche, transitaban jóvenes, el miedo a la noche por un lugar oscuro se disipaba a medida que sentía a Hassan caminando a mi lado.  En este caminar le respondía a Hassan su pregunta por lo que hacía mi padre.  Le conté brevemente que mi padre está jubilado y que recibe una pensión por haber sido exonerado de la Fuerza Área, y puede haber sido que también le dijera algo del golpe de estado y la política chilena.  Estaba en eso, cuando sorpresivamente, Hassan se mueve de mi lado haciendo un gesto que me asustó, se detuvo un taxi a mi lado, nos subimos, yo media aturdida por la sorpresa del taxi y el proceder repentino de Hassan sin consultarme o al menos avisarme que íbamos a tomar un taxi.  Le pregunté por qué no me avisó.  Habíamos caminado de la mano, ahora recuerdo casi todo el trecho del condominio hasta el taxi.  

Dentro del taxi seguimos comunicándonos, creo también le tenía tomada la mano.  El taxista tenía música romántica antigua, íbamos bajando por Cumming a la Alameda, observando el paisaje nocturno, muy bello con luces adentro y afuera del taxi.  Me sentía feliz, pero algo extraño pienso ahora que pasaba ahí, con nosotros, o con él, sería realmente que lo que pasaba dependía del hecho que él fuera de otra cultura, o es que algo de universalismo presentía.  Como hubiera sido, estos mensajes eran desoídos por mi felicidad de este encuentro de comunión.  Llegamos a la Alameda, Hassan le dijo al chofer que fuera a la posta central, yo encontré que era muy lejos para ir en busca de una farmacia y conseguir remedios, si podíamos conseguir una por ahí cerca de la Estación Central.  Bueno no encontramos, así que nos fuimos de vuelta a la posta central, y en el camino le hablé de Santiago, íbamos pasando por Los Héroes, aproveché de mostrarle donde trabaja mi mamá.  Cuando pasamos por la Moneda, seguramente le dije algo de la historia política de Chile.  Llegamos a la farmacia de la Posta Central, Hassan compró los remedios, aproveché de pasar al baño.  Cuando salimos, me sentía de otra realidad, como de estar dentro de mi propia película de cine.  Nos paramos en una esquina para hacer parar un taxi, teníamos un desorden de dónde pararnos, si en este lado o al frente, cruzamos una vez la calle, después parece que nos devolvimos, y parece que también caminamos por Portugal.  El punto extraño también rozó en la cantidad de dinero que se gastó en taxi, en realidad él, eso como que me hizo ruido, me detuve unos segundo a reflexionar, y nuevamente me dije, bueno es su cultura, pensando en la mezcla masculina y el dinero.  

Algo no me sonó bien, nuevamente hice una concesión, y pasé por alto, como siempre el amor me nubla la cabeza, no hay caso, pero cada vez me la nubla menos, con esta nueva experiencia amorosa que está siendo ahora, aunque ha tenido de componentes que nunca pensé iba a tener.  Estoy trabajando las culpas, no soy culpable de nada, he sido súper honesta, derecha y exijo lo que creo que me corresponde, y en realidad, por lo que estoy aquí con él, no olvido que todo este negocio de la ropa americana se sustenta en la relación de amor que nació entre los dos, y que se proyectó al futuro con planes de tener nuestra casa. 

Junio del 2013