Creo que la Vivian ha dado en el clavo a una situación que me viene
afectando cada cierto tiempo, a veces pasan años y no me pasa y a veces, puede
ser varias en un año: el trance y el no dormir después de haber emociones
fuertes que marcan, la verdad, no sé qué están diciendo muy bien, pero son
parte de un comienzo de un nuevo momento.
Este nuevo ciclo es uno que abarca varios otros semi ciclos, es un
ciclo mayor, marca el comienzo del fin de la negación de mi carrera de
periodismo que he experimentado durante muchos años. Desde que comencé la carrera estudié sin
saber muy bien en que me iba a convertir, no imaginaba situaciones posibles
para mi vida después que terminara de estudiar.
Creo que eso fue algo que explica mi peregrinación experimental después
que egresé, junto con la exacerbación de ciertos imaginarios soñadores que me
situaron en perspectivas fantasiosas y poco apegadas a la realidad que viven
todos/as mis conciudadanos/as.
Es bueno soñar, pero también hay que hacer realidad los sueños, somos
de carne y hueso y estamos insertos en una determinada economía que exige
ciertos compromisos y deberes para que
podamos sostener la vida humana. Bueno,
pero de lo que yo quería hablar era de este trance que me acompañó en estos
tres días y que poco a poco ya desaparece.
Sentí temor, entre medio, solté algunas lágrimas a solas, pero ya estoy
en el camino de mis proyectos. Ya no me
aterroriza tanto entrar en estos trances, presiento la dirección a donde me
quieren llevar y a donde yo me quiero dirigir también. Lo que me preocupa es quedarme pegada en
ellos y volver a sentir ese no lugar del cual no puedo salir.
Rendir mi examen de grado fue apoteósico, quería hacer una buena
presentación, me esforcé por no bloquearme y hacer un relato coherente y
significativo. Y creo que lo logré, me
cuesta convencerme que ya lo hice.
Hace algunas semanas, al acostarme he sentido un susurro, algo así como
un impulso suave de rezar y comunicarme con Dios, lo hacía cuando chica, rezaba
toda las noches y pedía por todos los niños y gente pobre en el mundo. Era una sensación espectacular, como dormir
después de una ducha caliente, relajante, y entrador en paz y armonía con el
universo. Dormía tranquila, flotaba
entre las sábanas y sin darme cuenta llegaba el otro día. Pero Dios se fue de mi vida a los 13 años, y
no ha vuelto a entrar, ya tengo 35. Pero
sí he sentido la necesidad de algo así como un dios en mi vida, desarrollar mi
espiritualidad en compañía con otras y otros, y creo que he propendido a eso,
intencionalmente y también inconscientemente, y he tenido mis frutos.
En las profundidades de mí, sé que está esa relación con Dios. Lo sé, porque he necesitado su acción y
presencia. Lo que no sé y tengo grados
de confusión es la imagen que tengo de la divinidad, varía, hay planos
profundos como lo más ancestral de mí, y a la que invoqué y me encomendé para
mi examen, Ngenechen. Estuve en la duda
si decir Chao Ngenechen, o Ngenechen a secas. Finalmente opté por Ngenechen, porque era
menos aculturizado según yo. Tal vez eso me hizo entrar en trance también,
poner mi examen en un plano mágico-religioso. Pero la verdad necesitaba un
apoyo espiritual.
Ahora, como dijo la
Debbie, al mundo.
28 de septiembre de
2009