domingo, 20 de marzo de 2022

Ya soy periodista

Creo que la Vivian ha dado en el clavo a una situación que me viene afectando cada cierto tiempo, a veces pasan años y no me pasa y a veces, puede ser varias en un año: el trance y el no dormir después de haber emociones fuertes que marcan, la verdad, no sé qué están diciendo muy bien, pero son parte de un comienzo de un nuevo momento.  

Este nuevo ciclo es uno que abarca varios otros semi ciclos, es un ciclo mayor, marca el comienzo del fin de la negación de mi carrera de periodismo que he experimentado durante muchos años.  Desde que comencé la carrera estudié sin saber muy bien en que me iba a convertir, no imaginaba situaciones posibles para mi vida después que terminara de estudiar.  Creo que eso fue algo que explica mi peregrinación experimental después que egresé, junto con la exacerbación de ciertos imaginarios soñadores que me situaron en perspectivas fantasiosas y poco apegadas a la realidad que viven todos/as mis conciudadanos/as. 

Es bueno soñar, pero también hay que hacer realidad los sueños, somos de carne y hueso y estamos insertos en una determinada economía que exige ciertos compromisos y deberes  para que podamos sostener la vida humana.  Bueno, pero de lo que yo quería hablar era de este trance que me acompañó en estos tres días y que poco a poco ya desaparece.  Sentí temor, entre medio, solté algunas lágrimas a solas, pero ya estoy en el camino de mis proyectos.  Ya no me aterroriza tanto entrar en estos trances, presiento la dirección a donde me quieren llevar y a donde yo me quiero dirigir también.  Lo que me preocupa es quedarme pegada en ellos y volver a sentir ese no lugar del cual no puedo salir. 

Rendir mi examen de grado fue apoteósico, quería hacer una buena presentación, me esforcé por no bloquearme y hacer un relato coherente y significativo.  Y creo que lo logré, me cuesta convencerme que ya lo hice.  

Hace algunas semanas, al acostarme he sentido un susurro, algo así como un impulso suave de rezar y comunicarme con Dios, lo hacía cuando chica, rezaba toda las noches y pedía por todos los niños y gente pobre en el mundo.  Era una sensación espectacular, como dormir después de una ducha caliente, relajante, y entrador en paz y armonía con el universo.  Dormía tranquila, flotaba entre las sábanas y sin darme cuenta llegaba el otro día.   Pero Dios se fue de mi vida a los 13 años, y no ha vuelto a entrar, ya tengo 35.  Pero sí he sentido la necesidad de algo así como un dios en mi vida, desarrollar mi espiritualidad en compañía con otras y otros, y creo que he propendido a eso, intencionalmente y también inconscientemente, y he tenido mis frutos.  

En las profundidades de mí, sé que está esa relación con Dios.  Lo sé, porque he necesitado su acción y presencia.  Lo que no sé y tengo grados de confusión es la imagen que tengo de la divinidad, varía, hay planos profundos como lo más ancestral de mí, y a la que invoqué y me encomendé para mi examen, Ngenechen.  Estuve en la duda si decir Chao Ngenechen, o Ngenechen a secas.  Finalmente opté por Ngenechen, porque era menos aculturizado según yo. Tal vez eso me hizo entrar en trance también, poner mi examen en un plano mágico-religioso. Pero la verdad necesitaba un apoyo espiritual. 

Ahora, como dijo la Debbie, al mundo. 

28 de septiembre de 2009

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario