miércoles, 23 de marzo de 2022

¿Quién dice que no se come con la mano?

Mi cuñado es un pobre bruto investido de aires de señor.  Pobre mi sobrinita Antonia, su tía tiene que estar más preparada y atenta para intervenir en situaciones como la de ayer domingo a la hora de almuerzo cuando su padre, dotado de la autoridad de que gozan todos los padres con el permiso de las madres, imponen sus reglas para normar actos tan libres y simples como lo es llevarse la comida a la boca con la mano. 

No estoy de acuerdo que a niños/as tan pequeños/as se los bombardee con tantas reglas de “buenas costumbres” al punto que los inhiban en su libre crecimiento y adaptación a las reglas de convivencia social. Pienso que la incorporación de normas debe ser gradual, y deben enseñarse normas que estén al servicio de la satisfacción y bienestar humano, y no su comportamiento, en este caso de niños y niñas, adaptarse a un deber ser que está afuera, repetido y reproducido por un orden invisible validado ciegamente por generaciones a las que se les ha disciplinado en función de una tal llamada “buena educación”.  

Mi sobrina es menor de tres años, y se vio sola ante de la corrección de su padre que la apabulló  cuando le dijo que no se comía con la mano cuando ella se llevaba el tomate a la boca con sus manos.  Estábamos sentadas una al frente de la otra, me miró, y nada pude decirle para apoyarla, mi hermana también estaba en la mesa y se quedó callada. Me indigné al máximo, sentí impotencia y mucha angustia por no poder darle otro punto de vista a mi sobrina.  Varias veces me ha pasado ver situaciones en que el Rodrigo ha sido impositivo con la Antonia.  ¿Qué hacer?  Cómo actúo, si él cuenta con el poder del que gozan los padres hacia sus hijas pequeñas. 

No sé si afortunadamente me callé, porque si hablaba lo iba a hacer desde la indignación, porque además cuando dijo que no se come con la mano, yo acababa de comerme el choclo de la cazuela con la mano.  ¿Cómo se puede entender esto? Obviamente que yo lo recibí como una agresión, encubierta claro, pero agresión al fin.  Porque no creo que no me haya visto que comí el choclo con la mano si estábamos en la misma mesa. Por eso quedé tan enojada con este “señor”, “académico de la Católica” y “antropólogo” que da clases de buenas costumbres, cuando en realidad lo que hace es ofender, inferiorizar otras formas de ser y proceder y que mira el mundo desde su estatus de superioridad humana concedido por gracia de no se qué entidad.  La verdad es que es el típico chileno arribista que vive de lo que puede conseguir gracias a valores que vienen de esta sociedad inspirada y fundamentada en el dinero. 

Han pasado los días y ya estoy más tranquila y con la indignación aquilatada.  Estuve varios días en silencio, hasta que, gracias a la sugerencia de Delphine, hablé con mi mamá contándole lo que me había pasado el domingo. Ella también había estado presente pero no en la mesa, porque estaba con el Borjita, mi sobrinito recién nacido en brazos en el sillón.  Mi temor de contarle era encontrar incomprensión, ya que muchas veces mi mamá guardó silencio en situaciones así con mi papá.  Mi impresión de toda la escena es que se estaba repitiendo el patrón con mi hermana y su marido, por supuesto que no de la misma manera.  Porque la verdad es que también le correspondía a mi hermana haber reaccionado, porque frente a su silencio, yo me sentí de manos cruzadas.  Además que con el Rodrigo no tengo una relación fluida.  

De todas maneras, como la situación se volvió tensa parea mí, pedí permiso y me paré de la mesa, llevé mi plato a la cocina y me fui a sentar al sillón.  Era lo menos que podía hacer por mi bienestar emocional. 

17 de mayo del 2010

 

Recordando dos sueños con Amelia

Las historias de mi abuela susurrándome al oído, cercanas y lejanas, como un silbido de viento en un plano distinto al de los personajes de la escena, aparecen con la fuerza invisible de las voces ancestrales hablando a través de ella. 

La voz de mi abuela, entre muchas de sus voces hablando entre la sospecha y la razón lógica de sus descendientes, anestesiados y obnubilados por la corriente mayoritaria del progreso y educación winka, se escucha todavía. Hablando entre visiones unilaterales, ridiculizantes y modernas, es una voz que no se quiere escuchar, pero se escucha igual al interior de las consciencias de cada quien. 

Hasta antes de irme al sur, la abuela que estuvo más cerca fue mi abuelita Lucy, mamá de mi papá.  Mi abuela Amelia era lejana, estaba allá en el Sur.  La recuerdo con su ropa oscura, su pelo negro y sus lentes con marcos café oscuro y anchos.  

Hay dos sueños que recuerdo donde estuvo mi abuela Amelia.  Uno de ellos fue cuando vivía en Nueva Imperial.  Soñé que se moría y que su cuerpo estaba enterrado casi en la superficie de un terreno plano como pradera lleno de pasto y con plantaciones de pino sólo a un costado a la entrada del campo de Nohualhue.  Hablábamos, ella acostada debajo de una capa muy delgada de tierra y yo arriba. 

El segundo sueño fue ya en los ’90, en plena época de descolonización ideológica con el Grupo de Apoyo al Pueblo Mapuche.  Soñé que un remolino me envolvía y que me subía arriba de un sauce llorón.  Mi abuela estaba por ahí, y de repente no dábamos un beso en la boca.  Este acto, mi racionalidad en vigilia lo entendió como un traspaso de poder. 

14 de mayo del 2010

 

Feministas Tramando

¿Qué es eso de ser natural y espontáneo/a?  En algún lugar escuché que el mejor papel es el que se juega hasta el final y sin interrupciones de cualquier tipo.  Esta idea me vino sentada en una silla giratoria pensando en el papel que estoy jugando ahora, el de periodista y corresponsal de Feministas Tramando (Femtram).  Me siento bastante bien en este espacio diverso reporteando sobre el programa de salud de RED-OSS para mujeres diversas. 

Esta reflexión, es a partir de la construcción del género donde todos/as jugamos roles en la escena misma del cara a cara de la vida social. 

27 de abril del 2010

Pesadillas

Anoche, en realidad, esta madrugada desperté de una pesadilla.  Soñé con mi prima Pili.  Por alguna razón le hablaba de un hijo mapuche.  Ella estaba en un lugar con pasto y árboles, y de repente se empieza a desplazar por entre los árboles, cuando sorpresivamente desapareció.  Fue impactante para mí porque me generaba un tremendo vacío angustiante, me dio terror que se desapareciera en esta supuesta realidad, como cual personaje de películas de ciencia ficción. En ese momento desperté. 

Hoy también desperté de una pesadilla a las 2:45 aproximadamente de la noche.  Soñé que estaba durmiendo en mi pieza de abajo de la casa en la Antupillán cuando comencé a escuchar que el vecino Bascuñan le pegaba a la vecina Miriam con una violencia descomunal.  Mientras dormía dentro de este sueño mi intención era despertar para llamar a mi papá y detener al vecino. Justo aquí desperté, demorándome unos segundos en darme cuenta que estaba en mi pieza de La Maestranza, y que soñar durmiendo en mi otra pieza había sido un sueño.  Esta pesadilla también me descolocó por la brutalidad de la violencia que escuchaba al lado y sin poder hacer nada. 

Estas dos pesadillas justo coinciden con haber interrumpido la dosis de risperidona.  Hoy volví con una cuarta de pastilla para tomarla día por medio y hacer más gradual el proceso de dejarla. 

25 de abril del 2010

La Luisa

Estaba en un lugar austral, iba a un gimnasio o algo así, y asistía a una clase con una mujer que hacía pesas y baile, no tengo muy clara la imagen.  Lo que sí está claro es la forma del cuerpo de esta mujer, sus espaldas eran anchas y morenas, usaba una polera musculosa y calzas.  Tenía el pelo crespo escalonado, pestañas muy largas y pintadas con mucho rimel, iguales a las pestañas de la Luisa.  Ella era muy parecida a la Luisa. Me miraba sin hablar, hasta que decido llamarla Luisa, y era ella.  Hace muchísimo tiempo que no aparecía ni en vigilia, ni en mis sueños esta amiga del liceo de hace 20 años atrás.  Qué misteriosos son los sueños.