miércoles, 6 de abril de 2022

Sueño con César Moyla

Por estas noches soñé con César Moyla.  Lo veía robusto, gozando de buena salud, sonriente y amistoso.  Nos saludábamos.  Estaba de pie, de medio lado, sobre un suelo que parecía tener melgas.  La blancura de su piel resplandecía inundando sus pecas.  La Fabi andaba por ahí revoloteando, en el fondo, en primer plano, luego se alejaba.  

Con el César nos conocimos en el liceo en 1988.  Él iba en segundo y yo en primero; después él en tercero y yo en segundo, después en cuarto y yo en tercero.  Fue en la Fiesta Comercial que organizó el primer Centro de Alumnos elegido democráticamente después de la dictadura, de cuya directiva yo era la tesorera representando a la Jota, cuando me hizo sentir muy mal con su descarga de enojo por unos dichos que inferí a una niña.  No recuerdo con nitidez las palabras situacionales, ni las condiciones del acontecimiento mismo, pero sí el sentido de las naturalezas y direccionalidades del poder que se desplegó anudando significaciones diferenciadas de ambos en una dinámica en que yo no me pude explicar.  La furia de César había clausurado la escena.  

Este sueño me llevó a recordar el lugar abyecto en que quedé.  Todavía resulta engorroso y doloroso volver a este hecho que me costó un sentimiento de inferioridad causado por la autoridad del César.  Después de un tiempo, entró a militar en el Frente "autónomo".  Apoyado en la reja del liceo detrás del paradero, y con su chaqueta de mezclilla característica, me contó de su decisión, y lo que significaba: dejar de ser parte de esferas impropias de pertenencia política, como se suponía, era la mía.  

Todo lo maravilloso no lo cambió algunos nudos en el amor, ni las confusiones y tensiones del contexto político.  César pasó una noche conmigo en mi pieza después de haber estado trabajando juntos con pinturas y lienzo en mi casa.  Fue una mañana que rompía la uniformidad de todos los días, estar cerca y conversar en la misma cama,  transgrediendo el orden de mis padres, un orden implícito, fue parte del prodigio de la lucha contra Pinochet.  César vivía en el paradero 21 de Gran Avenida, una de las primeras veces lo pasé a buscar para ir a una concentración de un 1° de Mayo en el Parque O’Higgins, todavía recuerdo la luz del día dentro de la micro.  Dos años después fuimos a una huelga de hambre a solidarizar con nuestros estómagos vacíos a un liceo del paradero 25 hacia adentro.   Fueron muchos los momentos y vivencias compartidos con César, y con todos quienes éramos de la izquierda revolucionaria en el liceo.

Ahora puedo ver con claridad la gran admiración que sentía por él, por su manera de hablar, por sus modales, su inteligencia analítica, su calma y ternura. César vivía con su mamá, nunca  quise preguntarle por su padre.

21 de agosto de 2014