domingo, 27 de marzo de 2022

Con mis amuletos de protección

De regreso a Santiago me vine con la Moira, no dormí nada, antes me había tomado un par de mates en pomelo con la Nina, la Paula y una niña pensionista de la Nina, en la casa de la Nina donde me alojé. Tuve mucha suerte, y fue providencial haberme encontrado con ella en el terminal cuando me bajé del bus. Su cabeza blanca inconfundible apareció en escena.  Fuimos juntas a la central de llamados, después me acompañó a esperar al Coke quien me tenía unos datos de hospedajes, pero ya la Nina, me había ofrecido su casa; yo estaba feliz, porque iba a estar segura y protegida, qué mejor.  Llamé al Belcha para retrasar mi cita con él, el bus había llegado tarde y tenía que instalarme en Valdivia. 

Salí de Valdivia con lluvia el miércoles 27, la Nina me fue a dejar al terminal, allá nos encontramos con la Moira.  Arriba del bus tuvimos la oportunidad de compartir un poco más, la escuché hasta donde pude, y en algo creo satisfice su curiosidad hacia mí, y en algo espero haberla ayudado con mi actitud y comentarios. Yo estaba íntegra, así me sentía, pero igual era un tipo de integridad que había costado trabajo y energía, insumos necesarios para actuar en ese espacio-tiempo que ya estaba atrás y bien atrás, pero que había decidido intervenir para recuperar mi textito que había escrito en 1992.  Curiosamente, el texto que estaba en el boletín Punta de Lanza, no era el que esperaba encontrar, así que fue un descubrimiento casi arqueológico encontrarme con mis palabras de aquella época, que además estaban cargadas de sentido, y de un sentido que estaba siendo en el presente con mi propio proceso.  El textito que esperaba recuperar era sobre la Mujer Mapuche, ahí me enteré que debía estar en el primer boletín que se llamó Acción de Apoyo.  El Belcha me dijo que sólo hicimos un ejemplar de cada uno, del Acción de Apoyo  y del Punta de Lanza.  

Arriba del bus estaba procesando íntimamente mi experiencia en Valdivia, cada acto, cada gesto, cada palabra y cada sensación que me producía todo ello.  Había entrado a un tejido del cual fui parte, pero esta vez con colores nuevos, con nuevos aprendizajes y lo mejor con nuevas fuerzas, me refiero específicamente al tejido de los hermanos Gaínza. 

En el presente quiero que sea sólo historia, aunque de repente se puedan confundir las cosas, por parte de ellos, incluida la Jimena.  Hay harto espacio tiempo no compartido y no conversado, ellos/as no saben muy bien mi proceso, podrán sospechar, intuir, pero ya no son personas de mi entera confianza, de hecho en este viaje lo confirmé.  Hay cosas que no han cambiado.  Incluso algo de ello se los manifesté, también siento que a lo mejor ellos esconden su estado actual, y representan una versión anterior, pero sólo es performance mentirosa, algo de eso olí, también están en juego mis prejuicios y temores.  He aprendido a hacerme caso. 

Los mates y la impresión de haber estado allá, me mantuvieron en vigilia, no sé si la Moira durmió, creo que no, pero al menos lo intentó.  En el terminal de Temuco abrí la cortina del bus, y sentí que no habíamos demorado nada, miré el cielo y estaban tres nubecitas blancas medias iluminadas moviéndose de un lado a otro e interactuando entre ellas, las miré bien para saber si se trataba de focos iluminados en el cielo, pero no.  Me dije, no tengas miedo, y observa, las miré hasta que el bus se fue.  Me acordé que había estado hablando de Cherrufe con el Belcha.  Obviamente sentí que estaba teniendo una experiencia con la otra realidad, mantuve la calma, y me dejé fluir, enfrentando mis miedos y mis malestares que estaban apareciendo por la experiencia que estaba reinterpretando.  

No me acuerdo en qué momento, después de salir de Valdivia, sentí que el Belcha era el wecufe.  También lo vi como la reencarnación del huitranalhüe por su manera de caminar y mover su cuerpo.  Y por pasajes breves que recordé de nuestro paseo a la playa, hubo momentos en que no vi su rostro mientras conversábamos.  Después sentí cómo que me estaba robando algo de mi conciencia, mi espíritu, mi inocencia que a veces aparece.  No sé, todos esos rollos me pasé mientras la Moira dormía.  Además, me cuestioné haberle contado que estaba haciendo los ritos paleolíticos con la Judith, porque empecé a relacionar al Piru que trabaja en La Academia de Humanismo Cristiano, y Con-spirando, que también está relacionado con La Academia.  No sé, asociaciones que hice después, considerando que el Belcha, es una suerte de, aunque suene fuerte, plageador de ideas, que utiliza a las mujeres, pensando en la Jimena, y en mi caso en el pasado.  Tuve la imagen del Piru con la Silvana, donde también intuyo hubo algo similar. 

La noche no fue tan larga, estaba invadida por imágenes, y según yo por revelaciones post visita.  Llegando a Santiago, sentí más calma, la Moira se despertó y retomamos la conversación, me contó que la Jimena tenía un libro sobre mitos que lo tenía escondido de un grupo de mujeres donde estaba la Maite.  Me empezó a contar sobre esos mitos, y me preguntó si conocía a esas mujeres antropólogas, le dije que no.  También me preguntó si quería que me enviara los textos, le dije que no me interesaba, y que ya era suficiente, que no quería seguir escuchando esas historias; una de las cuales a las mujeres le cortaban la cabeza.  Así que hasta ahí llegó la conversación en ese tema.  Después me propuso hacer un fondo del libro con cuentos de mitos, le dije que yo no escribo ficción, que yo soy referencial, porque era periodista, además estaba en mis proyectos, que quizás en un futuro.  Nos despedimos en el metro. 

Arriba del metro tren, me empecé a sentir extraña, obvio no había dormido.  Seguí con mi proceso de asimilación y revelaciones post encuentro.  Sentí miedo cuando una de mis supuestas revelaciones fue visualizar al Piru como el responsable de la muerte de la Silvana, sentí que había sido un femicidio.  Tuve esa sensación, porque después de escuchar las explicaciones del Belcha, me entró la sospecha por su aclaración y énfasis, sobre la muerte de la Silvana.  Estaba aterrorizada, y se confirmaba más aún mis representaciones de lo maléfico encarnadas en estos dos seres masculinos que eran hermanos.  Por supuesto vi sus afanes de poder. 

Ir a Valdivia significó un costo, que pagué con una nueva desestabilización de mi psiquis y espíritu, la segunda noche después del viaje tampoco dormí, no sé si todas esas cosas que me pasaron fue una conexión con las fuerzas del mal y del bien. 

Esa mañana que llegué a La Maestranza, estaba bien turuleca, me daba vueltas como trompo, dormir era imposible, empecé a ordenar algunas cosas, la casa estaba patas para arriba.  Estaba en eso cuando, de repente veo pasar por la pandereta de atrás de mi casa, una silueta, en realidad, fue cómo un rectángulo ondulante y transparente de piel de tigre, pude distinguir sus rayas y el fondo anaranjado amarillento.  Me quedé mirando, no sentí miedo, sí asombro.  Sí sentí que en mi casa había fuerzas benéficas que estaban luchando contra las malas energías que quizás me siguieron desde Valdivia.  Las fuerzas benéficas venían por el lado de mis antepasados.  Que sensible estaba, el viaje, me había remecido mucho, volver, fue otro proceso de resituarme en este espacio y tiempo.  

4 de noviembre del 2010

 

 

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