Con cada persona que hablo y con cada pensamiento unido a cada uno de mis actos he ido creando puentes y, ligándome a otros pequeños mundos desperdigados en múltiples direcciones.
He ido haciendo mi lugar en este Santiago diverso, abriendo puertas y clausurando otras. He vuelto a decir garabatos, no muchos, pero los necesarios para volver a sentirme parte o, habitar nuevamente en este Chile vulgar y mundano con mis interjecciones de dolor, rabia, alegría y alivio o, algunas otras manifestaciones del alma unidas a mi cuerpo.
Entro y salgo de estos espacios comunes para volver a entrar llena, segura y aventurera. Armo intersticios desde las barreras del género y la clase. Soy una intersección de ambos para volver a armar otras vías posibles de humanidad y compañía. También el pasado está conmigo, al amor me trae cartas con tintas renovadas y frescas de otro amor que fue y sigue siendo en constante movimiento ondular.
Ya estoy mejor. Estoy más integrada al todo gracias a estos actos de expresión espiritual, política y social. Mi habla y escucha logra concentrarse en el otro/a, aunque no dejo el ejercicio de estar “en” la relación con el otro y la otra y, al mismo tiempo salirme de ella cuando intento resocializarme. Es este juego de entrada y salida en la relación con los otros/as el que ha hecho que esté construyendo mundos posibles, soñados y sostenibles.
Una amiga gay, Verónica, chilena colombiana, y yo que soy un poco de todo y mucho de poco, hemos hecho buenas migas. Estamos las dos en un cruce o como plantea Rodrigo Brown en espacios rizomáticos desterritorializados. O cómo podría llamarlos, territorios nuevos, soñados o imaginados. Espacios de libertad en compañía con los y las otros/as. Espacios de creación colectiva en los lindes de economías transnacioales y mentirosas. Entre la arrogancia y chovinismo chileno y la ciudadanía española reclamante de derechos al servicio al cliente. Esta primera noche fue clave para el futuro laboral nocturno.
22 de septiembre de
2008
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