miércoles, 16 de marzo de 2022

Cumplí un ciclo en Servinco

Justo un día antes de cumplir 1 año y medio en Servinco el universo se confabula para que a las 6.00 PM Milena, mi supervisora, me busque y me encuentre para llevarme a un lugar, en donde ambas nos quedamos a solas.  ¿El objetivo?, comunicarme que a partir de ese momento quedaba desvinculada de la empresa.  Según sus palabras el motivo fue “mi comportamiento del día sábado”. 

Algo alcancé a prepararme para ese momento tan significativo en mi vida laboral.  El lunes en la mañana, Pablo, también supervisor, me dijo que la iban a cargar conmigo.  No especificó concretamente la sanción. Después, al término de la jornada, me encuentro con una compañera del turno PM y me advierte que el sábado después de la autorización a nuestro retiro por falta de agua, los supervisores estaban reunidos y dijeron que me iban a despedir.  Debo reconocer que su tono en el mensaje logró intimidarme.  De todas maneras al rato me quedé tranquila.  En el momento le dije lo primero que brotó de mí: “No tengo miedo”.  La verdad es que fue un impulso bien soberbio, pero bueno la adrenalina no pregunta antes de actuar. 

Al otro día en la tarde, como en la culminación de una muerte anunciada soy despedida de la empresa. 

Este ha sido un gran aprendizaje.  Es cierto que fue injusto y abusador de parte de Servinco el mantenernos trabajando sin agua y sin baños por más de dos horas, pero también es cierto que mi destino pudo haber sido otro.  Por alguna razón la actitud de Aldo como pidiéndome apoyo, o mejor dicho su rostro de preguntas comprometedoras en el sentido de pedir complicidad en el acto de rebeldía que se estaba suscitando en todo el Call, causaron un efecto en mí.  Me sentí comprometida con la situación y decidí seguir adelante con la desconexión o paralización de las llamadas. 

La acción fue seguida por algunos/as de nostros/as.  Nos levantamos de los puestos y nos paramos en el fondo del Call chico.  En ese instante aparece Milena y algo nos dice sobre nuestro comportamiento, a lo que respondo que no estamos de acuerdo con la respuesta que nos dio ante la dificultad del agua y los baños.  Creo que eso fue mi muerte laboral.  Me puse la soga al cuello.  Me costó caro ese acto de rebeldía, pero ahora, un año y medio más tarde, pienso que valió la pena, ya no soportaba más estar ahí. 

Ahora sacando bien mis cuentas, debí haber sopesado las consecuencias.  La emoción de un frenazo a los abusos de Servinco caldeo mis ánimos.  Creo que debí ser aún más cauta de lo que había sido hasta el momento. 

También es cierto que el tiempo se me estaba pasando en Servinco y que me costaba tolerar los gritos de la Milena.  Pero entre elegir quedarme e irme, hubiera preferido quedarme.  Era un trabajo estable, no era mucho el sueldo, pero había logrado crear mi espacio, a costa de mucho esfuerzo sicológico.  Tenía buenas amistades, y también a otros los despreciaba. 

Vamos a ver que buenas nuevas me trae la vida.  Ahora el norte parece estar  más claro que hace un año.  Por lo menos tengo objetivos a corto, mediano y largo plazo.  Lo primero es juntar dinero para mi matrícula en la UACh y poder mantenerme mientras hago mi tesis.  Estoy enviando curriculum a los trabajos de Call center en cobranza.  Y también  me atreví a enviar uno al cargo de periodista a una revista que se llama “Estar Guapa”. 

Nuevos aires, nuevos cambios y bienvenido Nuevo Año Mapuche.  Verdad que estamos en Wetripantu.  Estamos comenzando un nuevo ciclo: hay que celebrar. 

23 de junio del 2008

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