martes, 15 de marzo de 2022

El amor ya no nos dice mucho

Fue la conclusión del Maury, ayer 27 de mayo del 2008.  “Hay que resignificar esa palabra”, le dije yo.  Me refería a un tipo de amor más concreto y, no tan abstracto.  Específicamente pensaba en la posibilidad de algún intercambio amoroso entre él y yo.  Pero, sólo quedó a nivel de mis pensamientos, no fui tan explícita.  Hubiera sido totalmente fuera de contexto.  Quizás algún contenido amoroso le transmití a través de mi voz y la expresión de mis gestos, ¿quién sabe? 

Da la casualidad que ayer en “Podría ser Peor”, un programa de la radio Bío Bío, trataron el amor como un tema controvertido.  El punto es que se sigue entendiendo el amor como un fenómeno entre heterosexuales, que además tiene atributos románticos e ideales.  Estas vivencias y perspectivas del amor están tan profundamente arraigadas en el imaginario colectivo de mi entorno social; que hasta mi hermana que es antropóloga me respondió dentro de este marco cuando le pregunté si existía la antropología del amor -me explicó que hay antropología de lo que se me ocurra- a lo que añadió que hay teorías que hablan de las feromonas.  Su explicación estuvo dentro de esta mono concepción heterosexista.  Se refería al amor de pareja, formada ésta por un hombre y una mujer. 

Cuando le hice la pregunta yo estaba pensando en el amor en general, creo que tenía en mente la experimentación del sentimiento amor en nosotros y nosotras,  y sus manifestaciones en el mundo.  O, también como la construcción de mundos.  Es fuerte el paradigma que domina las concepciones del amor. 

¿Dónde queda el amor de hermanas, por ejemplo?  ¿En qué lugar se ubica el amor hacia el mundo? ¿Qué hay del amor en otras culturas, existe la palabra para nombrarlo como tal?  ¿Se aprende el amor? ¿Qué es?  Es lógico que las respuestas van a ser diversas porque van a depender de las visiones de mundo de cada quien, y de los conocimientos experienciales que arrojan interpretaciones subjetivas. 

Creo que como seres culturales nuestras experiencias, en primera instancia, son interpretadas según los contenidos de nuestras culturas en juego.  En otras instancias, y, por efecto del tiempo y la reflexión, nuestras experiencias amorosas se van transformando junto con los recuerdos que las atrapan.  Al menos eso creo, considerando mis propios procesos de crecimiento y, acercamiento al amor. 

Estas notas son las que me alcanzan, tal vez si estuviera en otras condiciones, en pareja o con un amante, conociéndome, mis reflexiones serían burbujeantes y plagadas de emociones de amor hacia el mundo. 

Pensando más allá del amor heterosexual y romántico, también encontramos el amor a los animales, el amor homosexual, el amor a uno misma/o.  En fin, podemos ver el amor como una gran familia que se ramifica en todas direcciones.  También podemos remitirnos al “amor libre” de los sesenta y setenta.  O podemos pensar en la combinación amor-libertad que nos daría para otras reflexiones; quizás por ahí podría definirse el amor, como un acto de libertad, como una práctica de nuestra libertad y respeto hacia nosotras/os y los otros/as.  Y así sucesivamente, a otros y otras cosas, amor por nuestro hacer y nuestro ser. 

De cualquier forma, es necesario replantear los significados que estamos dando al amor, porque de ellos se derivan nuestras alegrías y dolores.  Y la lógica nos dice que si es posible deberíamos evitar los sufrimientos.            

28 de mayo del 2008

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